La única bala del Atlético da en la diana
Un gol de Thomas sobre la hora permite que el equipo colchonero se lleve los puntos de Riazor en un partido enfilado hacia el empate
Nadie remató a puerta en Riazor durante tres cuartos de hora. A bastantes no les importó porque la estadística no entiende de intangibles, pero en ocasiones tampoco detalla lo real y perceptible. Lo que depararon Deportivo y Atlético fue un partido trufado por el vigor y el empaque, con el acento de la intensidad, ese valor que algunos identifican como el santo grial del fútbol. Hubo matices que convirtieron el partido en un grato espectáculo tanto para primerizos como para avezados. Hubo incertidumbre, exigencia física y la emoción de una resolución final sobre la hora. Ganó el Atlético un partido de empate porque golpeó sobre la hora con un gol de Thomas que evidenció, una vez más, el agujero que tiene el Deportivo en su portería y le da aliento a Simeone y sus chicos, que no solo siguen sin conocer la derrota en el campeonato sino que vuelven a sumar tres puntos donde tan solo opositaron a uno. No parece un mal bagaje en tiempos de supuesta crisis.
El Deportivo necesitaba ese barniz esforzado que tuvo el partido, también sus seguidores, hastiados de sentir que el plantel lo conformaba una buena colección de cromos con futbolistas de buen pie que al final se ven superados por colectivos que agregan otros valores. A las 48 horas de investirse como entrenador del Deportivo, un revolcón en casa ante Las Palmas desnudó al equipo ante Cristóbal Parralo y le reafirmó en el camino a tomar. Aún mejor: convenció a los futbolistas, que cinco entrenadores después empezaban a sentir que debían dar un paso adelante. En todos los sentidos, por ejemplo en el de encimar a los rivales. El Deportivo es ahora un equipo voraz tras pérdida, atrevido para subir líneas y buscar la recuperación, atento al repliegue con bastantes hombres si le superan en ese órdago inicial. Con esas armas le miró a la cara al Atlético.
La identidad de los dueños del Metropolitano es conocida, pero en este momento y ante este rival igual precisaba encontrar algún argumento futbolístico que mostrase que está a un nivel superior. No lo encontró. Que el Deportivo no chute a puerta puede hasta elogiarse si median otras capacidades, que el Atlético no lo haga linda con lo inaceptable. Sin Filipe ni Carrasco, ambos lesionados, para darle amplitud y pujanza por los flancos, se armó Simeone con su tan celebrada solución de alinear cuatro mediocentros, con una línea que de derecha a izquierda conformaban Thomas, Gabi, el reaparecido Augusto y Saúl. Sin Koke, que sigue de baja, falta criterio y pulso. Tampoco parece lógico que todo el entramado palidezca con una ausencia.
El plan del Atlético fue tan cristalino que acabó en convertirse en previsible para una zaga atenta. Buscó la espalda de los laterales deportivistas, que siempre obtuvieron ayudas. Desactivada la ofensiva rival, el Deportivo se aprestó a crecer en un partido en el que se defendió mejor de lo que se atacó. Lo hizo con cierta soltura, pero con un punto de aceleración al que invitaba una liza tan descarnada. Renunció a la pausa el equipo de Cristóbal y sin ella le faltó un mapa para manejarse en los últimos treinta metros, para incomodar en definitiva a Oblak, que fue un espectador incomodado, pero casi inédito.
El Atlético intentó dar su paso adelante en la segunda parte, nada más salir de la caseta, para probar a Pantilimon ya con Gaitán sobre el césped en detrimento de Correa, difuminado tras un bullicio inicial. Su sustituto encaró el partido con el mismo denuedo, quizás porque hace ya más de un año que se le espera. Su final fue el mismo que el de su compañero. Mientras decaía, el Deportivo volvió a llevar el partido a su terreno, que quizás era el del Atlético, el de aquel Atlético. Eligió los tiempos el cuadro local para aplicar la presión o el repliegue, tapó pases interiores porque siempre estuvo alerta, porque nunca dio tiempo al oponente para pensar. Quizás porque a este también le faltó finura. En ese tránsito optó Simeone por el martillo. Llamó a Gameiro y retiró del campo a Augusto con más de media hora por jugar. Saúl centró su ubicación y Gaitán buscó en la zurda la profundidad que nunca llegó con Lucas, ceñido por Cartabia a guardar su posición. Ni así consiguió el Atlético activar a Griezmann, desconectado y sin tocar bola, sustituido a falta de diez minutos por Giménez en una decisión técnica que abrirá varios debates. El más evidente tiene que ver con el rendimiento del delantero galo.
Entre la indefinición colchonera, el Deportivo tomó sus propias decisiones. Se tapó más con el transcurso de los minutos, pero jamás se encerró. Cambió a un 4-4-2 con la entrada de Andone en sustitución de Bakkali, tan esforzado como errado en la toma de decisiones, siempre más proclive al regate de más que al pase. Lo pagó Lucas Pérez, que se quedó con el gatillo sin estrenar. Quiso apretar arriba Cristóbal al final para darle aire a su equipo, agonizante por el esfuerzo, atrevido para lanzarse hacia delante y desacertado para conceder un contragolpe final al Atlético, un regalo inopinado tras hora y media sin concesiones. Se lanzaron al galope los hombre del Cholo, Sidnei paró a Lucas sobre la frontal y, sin Griezmann para tomar la pelota, la falta la tocó Gabi en corto para que Thomas encontrase la red por el palo que debía defender el meta Pantilimon, que no deja de estar bajo sospecha. La vio pasar el portero rumano, de 2,03 metros, incapaz de sacar una mano que desviase un tiro colocado, pero accesible. Era la única bala del Atlético y dio en la diana.
Simeone: “Estamos jugando mejor que la temporada pasada”
A estas alturas no parece probable que Simeone se vaya a amilanar por realizar un cambio, por ejemplo por retirar del campo a su delantero referencial con un empate a cero. Lo hizo en Riazor a diez minutos del final ante el estupor de propios y extraños. Griezmann se fue al banquillo y entró al campo Giménez, un defensa, para operar como mediocentro. Ganó el partido con una falta que hubiese sido para el delantero francés si hubiese estado sobre el campo. Así que visto el resultado casi sobran las discusiones, no las explicaciones. Al menos las del Cholo. “Con el cambio quise darle fuerza al equipo porque intuía que fortaleciendo el medio íbamos a encontrar caminos abiertos. El camino del gol fue el tiro libre”, destaca el técnico argentino.
Esa vía de refuerzo implicó retirar del campo a su futbolista más cotizado, el mismo que apenas lleva tres goles en lo que va de temporada. Los marcó al calor del Wanda Metropolitano contra Málaga, Sevilla y, en competición europea, frente al Chelsea. Una sequía que Simeone convierte en el anuncio de un manantial. “Si tenemos 23 puntos sin que Griezmann haga goles es buena señal. En once partidos no hemos perdido”. Cree el Cholo que su equipo no ofrece un tono tan menor como el que se pregona. “Estoy convencido de que generamos más situaciones de gol y estamos jugando mejor que la temporada pasada”.
A domicilio el Atlético ha ganado en Las Palmas, Bilbao, Vigo y A Coruña y empató en Girona, Valencia y Leganés en una liga que le exigía un sobreesfuerzo inicial a domicilio por las obras en su estadio. El Atlético no pasa por su mejor momento futbolístico, añora a su goleador, pero se agarra a sus opciones por pocas que sean. Y Simeone lo celebra: “Lo que nos da opciones de ganar es estar siempre en el partido. Esta vez estaba claro que alguna situación iba a aparecer. Y apareció a pelota parada. Está claro que tenemos que mejorar, pero siempre se hace a partir del esfuerzo y si lo pones el fútbol siempre te acaba pagando. Estoy orgulloso de cómo se levantó el equipo tras el golpe del martes”.
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