Llamadas a la heroica en noviembre
Qué cansancio tener que empezar a dejarse la garganta cuando ni siquiera hemos sacado los abrigos del armario
Hasta ahora las pifias del Madrid, sus empates en casa y su derrota en el descuento ante el Betis, habían sido despachadas con una mala disimulada arrogancia, especialmente en esta columna. Había algo de costumbre, de otoño, de confianza y, sobre todo, venía a sumarse la certeza de que el Madrid no había merecido esos empates y esa derrota. Había creado más ocasiones, algo que siempre se considera positivo sin reparar en que, por tanto, había fallado más goles. Había tenido buenos momentos y mala suerte en momentos delicados. La temporada, la calidad y la justicia divina repararían los agujeros del Madrid. Aliviaría sus problemas, enderezaría sus resultados y afinaría su puntería en ataque.
Todo eso lo hizo, por fin, en Girona. El día en que anochece más temprano bajo un sol deslumbrante, a las cuatro de la tarde. Allí el Madrid acopló su juego a los resultados. Allí sí mereció perder ante su adversario más débil y el día después de que el Barcelona ganase injustamente los partidos que el Madrid gana siempre. Allí el Madrid sabe ya que tiene un grave problema, más consigo mismo que con los demás: más relacionado con su inapetencia que con la apetencia de sus adversarios, que viene de serie. Con un agravante que contradice toda la historia del Real: marcarle un gol al débil segundos después de que el débil disparase al palo. Tras eso, y el 0-1, el Madrid sucumbió. No es, por tanto, problema de un partido; ningún problema de actitud lo es.
Así que noviembre empieza con llamadas a la heroica, una palabra para situaciones de excepción cuando la plantilla flaquea, no después de levantar una Liga, una Champions y dos supercopas con aspiraciones de fundar una dinastía que iguale a los ye-yés y se encuentra uno, de repente, con el “sí se puede” para remontarle al Betis o al Girona, y el Barcelona a ocho puntos. Que se puede, evidentemente, pero qué cansancio tener que empezar a dejarse la garganta cuando ni siquiera hemos sacado los abrigos del armario. Estos compases son de ir en cabeza de pelotón dejándose dos o tres puntos, no aparecer en la Liga como Perico en Luxemburgo, con una minutada por debajo. Si es así como hay que estimular semejante jungla de jugadores, que se estimule así: nadie se va a poner a repasar octubre en mayo. Pero cuando nos pregunten por el Barça de Guardiola y el Madrid de Zidane, déjennos decir al menos que los culés parecían salir al campo con tres goles por debajo, no con tres goles por encima.
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