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La Lazio honra a Ana Frank tras el episodio racista de sus ultras

Los futbolistas del equipo italiano visten en Bolonia una camiseta contra el antisemitismo

Daniel Verdú
Los jugadores de la Lazio calientan con una camiseta con la cara de Ana Frank y el mensaje: “No al antisemitismo”
Los jugadores de la Lazio calientan con una camiseta con la cara de Ana Frank y el mensaje: “No al antisemitismo”Marco Rosi (Getty)

Los jugadores de la Lazio, 24 horas después de la tormenta desatada por la ocurrencia racista de sus ultras el pasado fin de semana, salieron este miércoles a calentar en el estadio del Bolonia en partido de Liga enfundados en una camiseta con la imagen de Ana Frank, la niña muerta en Auschwitz en 1945. Un nuevo gesto de solidaridad hacia la comunidad judía y sus víctimas al que el equipo se ha visto relativamente obligado después de que sus seguidores radicales empapelaran el fondo sur de Estado Olímpico con pegatinas donde podía verse la imagen de la niña con la camiseta de la Roma, su eterno rival. Los Irreductibles, como se hacen llamar los ultras de la Lazio, no viajaron a Bolonia como protesta por lo que han considerado que es “un teatro mediático”.

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Tal y como sucedió el martes, además, todos los partidos de la Serie A que se jugaron el miércoles comenzaron con la lectura de las últimas líneas del Diario de Ana Frank y la distribución en el césped de algunos ejemplares de Si esto es un hombre, de Primo Levi. Tratándose de la Lazio, implicada directamente en el escándalo, el gesto tenía que ser mayor. De modo que el club, que el día anterior ya fue a llevar una corona de flores a la sinagoga de Roma —que, por cierto, terminó en el río porque un grupo de jóvenes de la comunidad judía lo consideró una hipocresía—, optó esta vez por colocar a los jugadores la famosa foto en la camiseta de calentamiento. En la elástica blanca podía leerse: “No al antisemitismo”.

La casualidad quiso que el primer partido que jugaban después de la descomunal polémica fuera en casa del Boloña, una formación que vivió una de sus mejores etapas cuando fue entrenada por Arpad Weisz, un húngaro que les hizo ganar dos scudetti y un Torneo Internanacional de la Exposición Universal de París en 1937 —una suerte de prototipo de la Copa de Europa—. Weisz era judío y tuvo que abandonar Italia al entrar en vigor las leyes raciales promulgadas por Benito Mussolini. Después de buscarse la vida en Holanda y Francia, terminó deportado con su familia a Auschwitz y murió en una cámara de gas. De modo que la Lazio también aprovechó para rendirle un homenaje antes de empezar el partido llevando una corona de flores a la placa que le recuerda en el estadio boloñés.

En Roma, la investigación del caso avanza y ya han sido identificadas 13 personas —tres de ellas menores— que participaron en la colocación de las famosas pegatinas. Serán imputadas por un delito de odio racial. El presidente, Claudio Lotito, quiso desmarcarse de esos aficionados. Pero no pudo contenerse y aseguró que empieza a sospechar que hay una conspiración contra su equipo. “Hay procesos de instrumentalización. La Lazio está disfrutando de un periodo positivo y eso, probablemente, crea algún problema”, señaló en una conocida transmisión radiofónica.

El problema es que el día anterior las cámaras de televisión captaron como se refería al acto que había programado en la sinagoga de Roma como “un teatrillo”. Las palabras, desveladas por Il Messaggero, provocaron la reacción airada de los jóvenes de la comunidad judía, que lanzaron la corona de flores al Tíber, que pasa justo por delante del templo hebreo. “No admitimos gestos hipócritas destinados únicamente al espectáculo mediático”, señaló a La Stampa una joven vinculada a la comunidad judía.

La realidad es que la polémica llega en el peor momento para la Lazio. Después de varias temporadas mediocres, el equipo había conseguido una línea de juego y de victorias que le han colocado entre los primeros clasificados. Ciro Immobile, su estrella y el pichichi de la Serie A, fue uno de los primeros ayer en saltar al campo con la camiseta de Ana Frank.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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