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“Es un partido dramático”

Históricos de la Albiceleste analizan la agónica situación de la selección de Sampaoli entre el temor y la fe. “Si en Ecuador no acertamos, revienta todo”, avisa Brindisi

Los jugadores de Argentina, en un entrenamiento el domingo.
Los jugadores de Argentina, en un entrenamiento el domingo.ALEJANDRO PAGNI (AFP)

“Me da miedo lo que pueda pasar después con los jugadores. A nosotros, los que perdimos la clasificación en 1970, nos silbaban de los cuatro costados cada vez que tocábamos la pelota en cualquier cancha, y era un tiempo más tranquilo. Me parecería injusto que estos pibes a los que nadie puede negarles la entrega no puedan caminar más por la calle”. Miguel Ángel Brindisi, aquel volante que brilló en Las Palmas en los 70 y después dirigió al Espanyol y al equipo canario, fue titular la tarde de agosto de 1969 en que la selección argentina empató 2-2 con Perú en La Bombonera y quedó fuera del Mundial de México. Nunca pudo olvidar ese partido, uno de los recuerdos más dolorosos en la fecunda historia del combinado albiceleste.

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La experiencia puede repetirse esta noche. Argentina necesita vencer a Ecuador en Quito en la última jornada de las eliminatorias sudamericanas para, al menos, asegurarse la opción de la repesca contra Nueva Zelanda. O en caso contrario, esperar que otros resultados la favorezcan para que Rusia 2018 no se le convierta, apenas, en un lejano espectáculo televisivo.

El final agónico de la serie de clasificación no debería sorprender a nadie, dado que la selección que capitanea Lionel Messi tuvo una marcha a tumbos desde el primer partido (0-2 ante Ecuador en Buenos Aires), pero sin embargo tiene perplejos a hinchas que no conciben ver un Mundial sin la presencia de su equipo. En definitiva, una gran parte de la actual población del país no había nacido en 1970, es decir, que jamás vivió una situación semejante.

“La similitud más grande que hay con lo que nos pasó en el 69 es el desorden”, afirma Brindisi; “a nosotros nos cambiaron el entrenador un mes antes de empezar las eliminatorias; y en este proceso Argentina tuvo tres técnicos distintos [Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli]. La gran diferencia es que nosotros no contábamos con ningún Messi que pudiera salvarnos de manera individual”.

Con un delantero

“La gente o los periodistas se la va a agarrar con los jugadores, que son los principales actores”, aventura Ricardo Daniel Bertoni, ex del Sevilla y campeón del mundo en 1978, “pero la responsabilidad es general, de los dirigentes, del desastre organizativo… Es cierto que son los jugadores los que no definen las opciones de gol, pero todo va de la mano”.

Sergio Batista, campeón del mundo en 1986 y entrenador de la selección en el periodo 2010-2011, considera un error haber realizado tantos cambios en estos últimos partidos: “Contra Perú solo fueron titulares cuatro de los muchachos que llevan años en este proceso, y hay que ver si los que entran nuevos están preparados”. Mientras que Ricardo Bochini, su compañero en el equipo campeón en México hace 31 años, es más puntilloso en el análisis futbolístico: “Ninguno de los tres técnicos en este proceso confió en un equipo fijo donde estuvieran siempre los mejores, y en estas circunstancias no se puede poner al último que jugó bien un partidito”. Bochini va incluso un poco más allá: “Los técnicos han apostado por tener la pelota, pero a 40 metros del arco rival, sin nadie que cambie el ritmo, que tenga profundidad o llegada para sorprender a los ocho jugadores con los que nos espera el rival. Solo jugamos con un punta y por eso fracasaron todos los 9 que jugaron”. “Dependemos demasiado de Messi”, concluye Batista.

La perspectiva para el encuentro en Quito tiende a ser sombría. Nadie pierde la fe ni la esperanza en la resurrección del equipo, aunque parece como si de pronto todo el mundo hubiera tomado conciencia de las dificultades. “Futbolísticamente hablando, es un partido cercano a lo dramático. Me tranquiliza haber visto contra Perú que los jugadores veteranos, como Mascherano, tienen la jerarquía para apuntalar el equipo”, dice Bertoni. “Ecuador no se juega nada y eso quizás desemboque en un duelo abierto. A ver si lo aprovechamos. Hasta ahora, Argentina jugó mal con y sin espacios”, puntualiza Bochini.

Solo dos cosas parecen seguras antes del encuentro que cerrará la eliminatoria sudamericana: que Messi y sus compañeros desafiarán los 2.850 metros de altitud del estadio Atahualpa con un peso gigantesco sobre sus espaldas y que, pase lo que pase, el fútbol argentino necesitará de una profunda reflexión cuando todo acabe. Porque como dice Miguel Brindisi: “La pus está ahí y en algún momento hará falta atacarla con sinceridad y cirugía a fondo. Claro que si esta noche en Quito no acertamos con el antibiótico, revienta todo”.

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