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El Angliru, entre el mito y la realidad

La Vuelta se decide este sábado en un puerto impetuoso, pero que históricamente ha producido escasas diferencias

El Chava Jiménez subiendo El Angliru en la Vuelta a España de 1999.
El Chava Jiménez subiendo El Angliru en la Vuelta a España de 1999.Miguélez (Cordon)

Cuando El Chava Jiménez surgió de la niebla en El Angliru en 1999, se creó el mito de la Vuelta. Él ya tenía el suyo, El Angliru necesitaba un héroe para estrenar su colmillo retorcido. Y el tiempo se lo puso a huevo: lluvia, viento, frío, niebla, todos los ingredientes que cegaron a la televisión, la oscurecieron en una negra carta de ajuste, hasta que aparecieron los faros de los coches y por delante una sombra chinesca jugueteando por aquellas rampas. Una aparición que como todas estuvo y está bajo la sospecha de la duda. El ruso Tonkov era el escapado y de pronto, aleteando por aquel paraje inhóspito, como Diógenes con el candil, apareció El Chava y le batió en la meta para que la épica tuviera todas las dosis de una novela de misterio. También de una novela negra.

Había sospechas, no de que el asesino fuera el mayordomo, sino de que El Chava se había apoyado en los coches para prolongar su ascensión aprovechando la niebla, el anonimato. Había ciclistas que contaban que lo vieron detrás y que nunca lo vieron pasar. Tonkov se mosqueó hasta el infinito y todo acabó en nada (hay muchos rumores sobre lo que sucedió).

Pero había nacido el mito del Angliru y eso prevalece sobre las circunstancias del momento. Y la cima la había hollado El Chava (de esta o aquella manera), un ciclista singular, poema entero más que verso libre que acabó en elegía en 2003 cuando una embolia ponía punto final a una carrera de excesos con las drogas y alcohol.

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No había héroe más melancólico para una cima tan insolente. Desde entonces El Angliru, el que parte de Riosa, aunque en realidad la gran subida comienza en Vilapará, allí hasta la Cueña Les Cabres, donde se alcanza el 23,6% de pendiente, tras sufrir en Les Cabanes, Llagos, Los Picones, Cobeyos y casi concluir en El Aviru. Ahí es donde reside el mito, impertérrito tras las seis ascensiones realizadas entre 1999 y 2013, a la espera de la séptima que decidirá este sábado el ganador de la Vuelta de este año.

No tantas diferencias

Pero los mitos, por serlo, tienen los pies de barro y el techo de cristal. Las diferencias en el glorioso puerto de la Sierra del Arama no suelen ser tan excesivas como sus pendientes, como si la precaución aborreciese el riesgo. Las mayores diferencias entre primero y segundo, primero y quinto y primero y décimo, la estableció Gilberto Simoni, con más de dos minutos al segundo clasificado y casi seis sobre el décimo. No afectaba a la general. El estilo lo marcó El Chava ganando al sprint y luego las diferencias han ido bajando hasta medirse en segundos. La diferencia media entre primero y segundo no alcanza al minuto. Una vez más el cálculo sobre el genio.

En El Angliru han ganado Jiménez, Simoni, Heras (que se puso líder pero cedió la Vuelta a Aitor González en la contrarreloj de Madrid), Alberto Contador, Juanjo Cobo (cuando derrotó a la armada británica de Wiggins y Froome), y finalmente el francés Kenny Elissonde. Algo, sin embargo, ha cambiado. El Angliru llega el penúltimo día, cuando se decide realmente la carrera (oficialmente se cierra el domingo en el paseíllo de Madrid).

Froome, ya batido en el mito asturiano por El Bisonte en 2011, tiene la carrera que buscaba, la diferencia que esperaba (1:37m. sobre Nibali y 2:17 sobre Kelderman, los inquilinos provisionales) y a Alberto Contador, a veces como aliado, a veces como enemigo. No hay cartas marcadas. Si acaso, señas como en el mus. Se anuncia lluvia en El Angliru, porque cada etapa reina es visitada por la lluvia como si quisiera protagonizar el espectáculo. La lluvia que quiere Contador, la que disgusta a Froome, más caluroso. Ya se ve, un pinteño adorando la lluvia, un británico odiándola. Pura sociología ciclista.

Es la última oportunidad, el último suspiro, el último sudor para convertir el mito en realidad. Quizás alguien surja de la niebla o si las previsiones fallan, bajo el sol. Pero El Angliru es además La Cobertoria y El Cordal, previos, duros de subir y difíciles de bajar. Hay sueños que se despiertan bajando (que se lo pregunten a Igor Antón cuando se rompió la clavícula bajando El Cordal en 2010 y era sexto en la general). Pero el mito, La Cueña, seguirá ahí gane quien gane. La última batalla de Froome, de Nibali, de Contador.

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