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Un gol en el último minuto mantiene vivo el sueño sirio de jugar un Mundial

Un empate en Teherán prolonga la ilusión de la selección de un país devastado, que ahora deberá superar dos repescas para estar en Rusia

Futbolistas sirios celebran el primer gol de su selección frente a Irán.
Futbolistas sirios celebran el primer gol de su selección frente a Irán.ATTA KENARE (AFP)

Nada es sencillo para Siria, que mantiene vivo el sueño de jugar el próximo Mundial gracias a un gol en el último minuto del tiempo de prolongación. Fue en Teherán, donde se habían adelantado en la primera mitad para que después les remontase Irán, que con el técnico exmadridista Carlos Queiroz ya había conseguido hace varias fechas el pase a Rusia. Al final empató (2-2) Omar al-Soma, un delantero que ha sido dos veces máximo goleador en la liga de Arabia Saudí, un exiliado más en un país que late desde la diáspora. Corea del Sur logró el pase al Mundial tras un trabajado empate en Uzbekistán y Siria deberá jugar ahora una repesca contra Australia (5 y 10 de octubre, con partido de ida como locales). Si supera esa eliminatoria a doble partido se enfrentará al cuarto clasificado de la Concacaf, la confederación de Norte y Centro América. Podría darse el caso de un enfrentamiento entre Siria y Estados Unidos con una pasaporte para Rusia en juego.

Siria nunca ha jugado un Mundial ni tampoco ha pasado de la primera ronda en la Copa de Asia. Apenas atisbaron el éxito en 1985 cuando Irak los apeó en una eliminatoria para llegar al campeonato que se celebró en México y, sobre todo, dos años después al ganar como anfitriones los Juegos de los Mediterráneos en una final en la que superaron a una selección francesa. Su pasado está pleno de derrotas y su futuro no existía cuando la FIFA decidió no autorizarle a jugar sus partidos en sus habituales sedes de Damasco o Alepo cuando hace seis años estalló el conflicto bélico. Entonces el fútbol se convirtió en una alegoría del destino del pueblo sirio porque a la selección le costó encontrar refugio. Primero jugaron en Omán, luego les dijeron que podrían jugar como locales en Catar, en Líbano y en Macao, pero sufrieron sucesivos rechazos hasta que lograron instalarse en Malasia, donde han peregrinado por dos localizaciones durante la actual fase de clasificación. Nadie ha podido ganarles en su eventual hogar malayo y por el camino el equipo se ha fortalecido con el regreso de alguno de sus futbolistas más destacados, que se habían negado a representar a la selección por entender que el fútbol era una marioneta de un régimen acusado de cometer crímenes de guerra contra sus propios ciudadanos. Es el caso de Firas al-Khatib, un delantero que juega en la liga kuwaiti, reconocido como el mejor futbolista del país. En julio de 2012 juró que no volvería a jugar para Siria mientras en su país hubiese una sola arma dispuesta para dispararse; en marzo de este año aceptó la llamada de la selección. Su regreso se interpretó en clave política por todas las partes por más que el jugador insista en que solo quiere ayudar a cumplir un sueño deportivo.

No todos le entendieron a al-Khatib, capitán del equipo en el histórico partido de Teherán. “Vuelvo por una decisión futbolística, no política. El equipo nacional es de la gente, no solo de los políticos y yo quiero ayudar a que mi pueblo sea feliz”, explicó en su regreso. Nació en Homs, una ciudad a medio camino entre Damasco y Alepo que se convirtió en uno de los símbolos de la guerra por la imágenes de la destrucción y la comparación con lo que fue un próspero enclave. Hace un año se reportaron noticias sobre Jihad Qassad, un excompañero de Firas al-Khatib en la selección, también natural de Homs. Había muerto en una cárcel controlada por el régimen.

Locales en un estadio desierto, con casi todos los futbolistas en el exilio, con muchos compañeros muertos, desaparecidos o exiliados, Siria escriben una inesperada epopeya en la que la FIFA ha jugado un papel singular. Algunos de los jugadores más destacados del país han denunciado lo que entienden como apoyo del máximo organismo futbolístico al régimen de Bassar al-Assad. La competición liguera no se ha detenido por más que se haya convertido en un paripé, con partidos tan solo en Damasco y entre reproches de manipulación propagandística. La pelota rueda en un vano intento de que ofrezca pan y circo, pero ahora ofrece una ilusión para un pueblo devastado. Miles de personas olvidaron la miseria de la guerra para congregarse ante pantallas gigantes en Damasco, presenciar el partido y festejar los goles de su selección.

Aficionados sirios congregados en Damasco para ver el partido por televisión.
Aficionados sirios congregados en Damasco para ver el partido por televisión.LOUAI BESHARA (AFP)

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