Conversación sobre la perseverancia
Hace años, le conté a Rafael una reflexión repetida que había escuchado a algunos tenistas retirados
Hace años, intentando adoctrinar a Rafael en la perseverancia, le conté una reflexión repetida que había escuchado a algunos tenistas retirados. “Si hoy volviera a empezar lo intentaría con más ahínco”. Estos tenían la sensación de haber dejado escapar la oportunidad de engrandecer su currículum.
Cuando él empezó en esta disciplina, su ambición le hacía soñar con ganar grandes torneos y con alcanzar la primera plaza mundial.
Rafael logró alcanzar la segunda en el año 2005, con tan sólo 19 años. Fue el año de su explosión, el año en que ganó 11 torneos ATP, entre ellos Roland Garros y el que se situó, por primera vez, justo detrás de Roger Federer.
Mantuvo esa posición durante los siguientes tres años, un tiempo en el que se le enquistó la plaza, a pesar de ganar tres títulos más del Grand Slam. La amenaza de Novak Djokovic, que había hecho ya su aparición en el circuito, engendró el temor de no alcanzar jamás ese soñado número 1. Por entonces, llegué a decirle a Rafael, en tono jocoso, que probablemente sería el mejor número 2 de la historia.
Finalmente logró esa primera plaza el 18 de agosto del año 2008, después de ganar en un mismo año dos títulos más del Grand Slam y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos.
En el año 2009 pierde la posición porque su lesión de rodilla le impide competir con regularidad.
En el año 2010, y con las lesiones en letargo, logra tres títulos más de los grandes y recupera la primera posición. Esta vez fue un excelente Djokovic quien le apartó de la plaza el siguiente año y quien le obligó a marcarse de nuevo el objetivo.
En el año 2012, el gran nivel de juego de Rafael nos hace vislumbrar la posibilidad de llegar otra vez a lo más alto, pero la lesión de rodilla le aparta de la competición la segunda mitad del año.
En el año 2013, a pesar de no tener como objetivo esa primera posición porque los problemas físicos no le dan tregua, recupera por tercera vez el número 1.
No es hasta el año 2014 cuando un doloroso revés marca la entrada en una nueva etapa.
El físico le falla en la final de Australia contra el suizo Stanislas Wawrinka. Los problemas de espalda que le impidieron competir con normalidad fueron también un recordatorio de esa espada de Damocles que pende sobre nuestra cabeza. El desgaste, el miedo y la inseguridad le supusieron, desde entonces y durante cierto tiempo, un impedimento para mantener un juego sereno y continuado. Hasta tal punto ha sido así en estos últimos años, que alcanzar la primera plaza mundial ha dejado de ser para él el objetivo en mente a favor de lograr sentirse competitivo y fuerte.
Este año 2017, sin embargo, hemos visto cómo el buen juego de Rafael, el encadenamiento de importantes victorias y las lesiones, que esta vez no nos han perjudicado a nosotros, le han posicionado en la primera plaza del ránking mundial en el día de hoy, 9 años y 3 días después de aquella primera vez. Esperemos que nos dure una temporada.
Llegará un día en que, de manera natural e inevitable, mi sobrino no remontará el vuelo. Llegará el día en que el físico ya no le responderá al más alto nivel o los rivales más jóvenes le apartarán de la competición. Cuando eso ocurra Rafael podrá repetir la frase que me dijo aquel día en que intenté aleccionarle con el testimonio de los tenistas que no habían perseverado lo suficiente.
La aseveración que me hizo fue la siguiente: “Toni, no creo que a mí me pase eso. El día que yo me retire de este deporte, lo haré con la tranquilidad de haber hecho todo lo que ha estado al alcance de mi mano”.
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