Spieth desafía a la historia
En caso de vencer el PGA Championship, el norteamericano se convertirá el golfista más joven en lograr el Grand Slam
Con la pelota en el búnker, se le exigía un gran golpe para dejarla dada —como se conoce en el argot golfístico el putt que nunca se debería fallar— y no palidecer en el playoff del Travelers ante Daniel Berger, el pasado 25 junio. Pero Jordan Spieth hizo una de las suyas y, tras levantar la arena, la bola entró de forma obediente en el hoyo. Raro en él pero lógico por el momento, corrió en busca de su caddie y chocaron los pechos en una celebración de lo más americana. Un mes más tarde, en el Open Británico de Royal Birkdale, Spieth llegó a la última jornada con tres golpes de ventaja pero los quemó pasada la primera vuelta. Nada grave para él, que encadenó -5 en cuatro hoyos y acabó por levantar la prestigiosa jarra de clarete. Pero lejos de un festejo efusivo, apenas sonreía y menos repartía los usuales abrazos prolongados.
“No mostró mucha alegría al ganar el Open”, reconocía poco después Nick Faldo, exgolfista con seis grandes; “es como si quisiera explicar que estaba bien, pero que el triunfo solo formaba parte de un objetivo mayor”. Lo más seguro es que así fuera y que esa meta, al menos la inmediata, se encuentre desde hoy hasta el domingo por los greenes de Quail Hollow (Carolina del Norte; EE UU) durante la disputa del último grande del curso, el US PGA Championship. Más que nada porque de vencerlo, se convertiría en el golfista más joven de la historia (24 años y 17 días) en completar las cuatro patas del Slam Career, los cuatro majors.
Con el Open Británico, Spieth sumó tres grandes antes de los 24 años, hito que solo logró Jack Nicklaus. Pero el desafío es coronarse con el US PGA —para entrar en el selecto grupo conformado por Nicklaus, Tiger Woods, Ben Hogan, Gary Player y Gene Sarazen— y lograr cerrar el círculo antes que nadie porque Woods lo consiguió a la primera en el legendario Saint Andrews (Escocia) con 24 años y seis meses. “Si me acompaña la salud y juego bien, tendré muchas posibilidades de ganar alguna vez porque tengo muchos años por delante. Pero no tiene que ser en esta ocasión. Aunque si eso sucede, sería genial”, explica Spieth, a quien se ha visto estos días por Quail Hollow con pantalones cortos, extraña laxitud de la tradicional PGA en un major, que por primera vez en 99 años permite entrenarse con bermudas. Y prosigue en su discurso optimista: “Conseguir las otras tres patas en dos años es mucho más difícil que conseguir la última. Así que si sigo con el mismo proceso, se podrá lograr”.
En el campo le llevará los palos su gran amigo Michael Greller —Jordan le dedicó el Open— y le acompañarán durante los recorridos su mujer Annie y sus padres Shawn y Chris, aunque es probable que no lo haga su hermano Steve, que está en la liga de verano de los Dallas Mavericks de la NBA. Y enfrente, 150 golfistas, entre los que estarán 49 de los 50 mejores del ranking.
McIlroy recupera su golf
A la vez que Spieth levantó la jarra de clarete, en su móvil llegó un mensaje que más tarde, ya con la adrenalina digerida, leería como los cientos que inundaron la bandeja de entrada. Esa misiva en particular, era de su rival Rory McIlroy, que le felicitaba por el triunfo y le animaba a asaltar la cuarta pata. “Se lo dije porque creo que sería genial para el deporte”, asume el norirlandés, que es otro de los grandes favoritos para imponerse en Carolina del Norte, ahora que ha recuperado su mejor golf a excepción del putt, como se pudo comprobar la semana pasada en Bridgestone. Y Quail Hollow le va como anillo al dedo, campo en el que se cumple con 71 golpes y donde venció su primer torneo del PGA Tour en 2010, también donde solo se ha quedado una vez fuera del top 10en las siete ocasiones que ha jugado. “Hay pocos campos en los que se puede ver el tiro que deseas hacer. Y eso me ocurre aquí. Siempre lo he disfrutado porque es de esos recorridos en los que te sientes que debes jugar muy mal para no hacer bajo par”, reflexiona McIlroy.
Es, también, el momento de Rory, que desde 2009 ha ganado al menos un campeonato por curso y en este sigue sin estrenarse. “Me alegro de estar aquí y de sentir que mi juego vuelve a recobrar la buena forma”, señala el norirlandés, consciente de que ha pasado por alguna lesión incómoda como una fractura por estrés en las costillas, además de cambiar de palos (de Nike, que dejó el negocio, a TaylorMade con una prima de 100 millones en 10 años) y casarse en abril. Pero ha vuelto y quiere su quinto grande —un US Open, dos PGA Championship y otro Open—, por más que no pueda completar el Grand Slam porque le falta el Masters. Eso podría ocurrir en 2018 (o que Phil Mickelson logre el Open, el único que le falta), pero ahora toca el US PGA.
Es el último grande del año —cosa que ya no ocurrirá de ahora en adelante porque se disputará en mayo— y Spieth se mide con la historia.
Un recorrido a la medida de Jon Rahm
Hace tres meses, Jon Rahm fue cuarto en el Wells Fargo, torneo disputado en el mismo Quail Hollow del PGA Championship, típico campo americano de calles estrechas, rough alto y greenes pequeños, además de bastantes árboles que complican las recuperaciones en caso de perder el fairway. "No es talento o jugar bien, es fuerza mental y el que mejor se pueda adaptar. Va a ser un reto mental", aseguró Rahm, que jugará la partida estelar del primer día con Fowler y McIlroy.
Otro en forma es Sergio García, campeón del pasado Masters y con dos segundos puestos (1999 y 2008) en este torneo. Junto a ellos estarán Pablo Larrazábal —ha pasado el corte en una de las seis veces que lo ha jugado— y Rafa Cabrera Bello, ganador del Abierto de Escocia hace un mes y cuarto en el último Open. “La bola no está rodando nada y la sensación es de un campo muy largo”, señaló Rafa. Nada mejor para Rahm.
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