“En la Villa Olímpica me dejaron el peor cuarto”
Fermín Cacho recuerda cómo su carrera atlética fue una cuenta atrás hasta lo más alto del podio de Barcelona 92
La imagen del atleta Fermín Cacho cruzando la línea de meta en la final de los 1.500 metros de los Juegos de Barcelona 92 fue una de las instantáneas que más han perdurado en la memoria de varias generaciones de deportistas y amantes del atletismo. Esta entrevista al corredor rememora lo que supusieron para España unos Juegos Olímpicos que, tal día como hoy de hace 26 años —el 9 de agosto de 1992—, se daban por concluidos.
Su foto fue la portada de todos los periódicos el día de la clausura de los Juegos. El icono, se diría ahora, pero no entonces, porque hace 25 años, no estaba de moda la palabra.
Fermín Cacho, hijo de campesinos sorianos, ganó la medalla de oro de los 1.500 metros en Barcelona 92 y se compró tierras en Andújar (Jaén), donde fue concejal del PSOE y planta algodón y recoge aceitunas, y de donde es Susana, su esposa, con la que tiene cuatro hijas. El 16 de febrero de 2019 cumplirá 50 años y recibirá la cartilla de 600.000 euros (100 millones de pesetas) de La Caixa, como todos los campeones de Barcelona 92. Será su último gran momento olímpico.
Pregunta. Todos los deportistas que triunfan dicen que la victoria es un sueño...
Respuesta. Es que es así. Eso está muy bien, soñar lo que quieres hacer, hasta dónde quieres llegar, es importantísimo. Al soñarlo, visualizas las 50 formas diferentes de cómo puede ser la competición, lo que puedes hacer, fallos que puedas tener, y así, si estás compitiendo y sale cualquier imprevisto, lo puedes corregir automáticamente, sin pensar “ahora qué tengo que hacer”, como las máquinas de discos en las que había que echar una monedilla, que cambiaban automáticamente de canción, clic, pues nada, se acaba y hay que poner otro.
P. Es del campo y atleta, como Mariano Haro, como los padres del fondo español.
R. Yo, al estar en un pueblo tan pequeño, que solo tenía mucho campo para poder correr, jugaba al fútbol, pero llegó a Ágreda Enrique Pascual, que luego fue mi entrenador de toda la vida, y me dediqué solo a correr. A los 16 años, cuando Enrique se fue a Soria, me dijo que me fuese con él a entrenar porque tenía posibilidades en el mundo del atletismo. Mis padres me dijeron que me fuera a Soria, y que si las cosas no salían bien y tenía que volver siempre tendría la puerta de casa abierta. Esa frase me caló muy hondo. Lo llevé siempre conmigo: si mis padres me dan la oportunidad no puedo defraudarles. Y yo sabía que un español había sido medalla porque había visto a Abascal en Los Ángeles 84. González era un grandísimo atleta. Y sabía que estaba al alcance de un español, y cuando me fui a Soria ya sabía lo que quería. Sabía que iba a luchar por la oportunidad que me había dado la vida, o sea, mi entrenador y mis padres, y eso se acentúa más aún cuando un día saliendo de clase del instituto me entero de que Barcelona va a hacer los Juegos del 92. Eso era en el 86, y mi primer pensamiento entonces, y tenía 17 años, fue, “hostias, yo quiero estar ahí”.
P. La semilla olímpica.
R. Y desde que dije aquello de que iba a ir a los Juegos, según fueron pasando los años ya no me conformaba con estar.
P. ¿Se sentía predestinado?
R. No sé, pero me dije que quería estar y hacer algo más, y luchar por lo mejor. En el 89, cuando se inauguró el Estadio de Montjuïc, gané el campeonato de España con récord de los campeonatos. Y cuando estaba en el podio recibiendo la medalla, estaba alegre por ser campeón de España, claro, cómo no, pero sobre todo pensaba en que quería volver a estar ahí, en lo más alto del cajón, tres años después. En el 91, volví a ser campeón de España en Montjuïc y ya pensaba, “ya solo me queda un año para estar aquí otra vez”… Y cuando estaba en el podio en el 92, mi cabeza, en vez de estar viviendo el momento, pensaba en todo lo anterior que había hecho: el instituto, el paso de los años, los campeonatos de España, mi lucha, mis sacrificios, mi ilusión, mi confianza y la fe en convertir el sueño en realidad.
P. ¿Cómo recuerda los Juegos? ¿Fueron una nube en medio de la realidad?
R. No fueron una nube. Llegué tres días antes de mi eliminatoria, el 2 de agosto, y el desfile de inauguración lo vi en mi casa, emocionado, y tal, pero nada más. Llegué a la Villa Olímpica y como era el último me habían dejado la peor habitación del apartamento, la peor me dejaron… Dormía conmigo Tomás de Teresa, y era la habitación más oscura, lo que no era malo, así no tenía que bajar la persiana para dormir. Pero debajo de mi ventana, en el patio, estaban todas las máquinas de aire acondicionado, que no paraban de hacer ruido toda la noche…
P. Y pese a todo, ganó, como estaba casi escrito.
R. Eso, y ni me puedo quejar del cuarto y las circunstancias, porque me dormía igualmente.
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