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Ellas, de la nada a la excelencia en 25 años

Barcelona cambió el depauperado deporte femenino, que ahora brilla en la élite mundial gracias a Mireia Belmonte, Ruth Beitia, Carolina Marín, Laia Sanz, Garbiñe Muguruza, el baloncesto o el waterpolo

Robert Álvarez
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“Aquí no se concibe que la mujer se dedique al deporte”. Lo afirmaba en 1984 Marta Figueras, la única española que rompía con la tradición y hacía del deporte su vida gracias al golf. Solo una de cada 100 españolas practicaba deporte. Entre ellas, la esquiadora Blanca Fernández Ochoa, que aquel mismo año en Sarajevo obtuvo el mejor resultado femenino español en unos Juegos, el sexto puesto en el eslalon gigante. Los éxitos eran modestos y esporádicos como correspondía a una casi absoluta falta de educación física y cultura deportiva en el ámbito femenino. Hasta 1964 no se les permitió competir en el Campeonato de España de atletismo. Hasta 1968 no hubo ninguna española en una final olímpica. La primera fue Mari Paz Corominas en México, séptima en los 200 metros espalda. Y hasta 1976 no se produjo la primera participación de una atleta en unos Juegos. Fue Carmen Valero, en los de Montreal. Los tabús se suavizaron pero permanecían en los años setenta. “En España, entonces, una mujer con chándal de atletismo era una marimacho”, explica la saltadora de altura Sagrario Aguado.

Entre el ippon de Miriam Blasco en la final de yudo de Barcelona, hoy hace 25 años, al último toque de oro en la pared de la piscina de Budapest de Mireia Belmonte, el pasado jueves, se concentra la erupción del deporte femenino español. Es evidente el antes y el después desde la cita del 92. El día que Blasco tumbó a la británica Fairbrohter en la final de yudo y se convirtió en la primera española que ganaba un metal olímpico, se trazó la divisoria. Ninguna había subido al podio en unos Juegos de verano. De las 22 medallas que ganó España en Barcelona, ocho fueron en categoría femenina. Desde entonces suman 49 y en las dos últimas citas han superado las obtenidas por los hombres: 11 de las 17 en Londres 2012 y 9 de las 17 en Río de Janeiro, cuatro de ellas de oro (Ruth Beitia en atletismo, Mireia Belmonte en natación, Carolina Marín en bádminton y Maialen Chorraut en piragüismo).

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Aquel mismo año 1992 hubo otros indicios del despegue que se estaba incubando en varias disciplinas. Blanca Fernández Ochoa se salió con la suya y logró la primera medalla olímpica de una española, la de bronce, en Albertville. El eco mediático no acompañó el primer triunfo de un equipo español en una gran competición europea pero, también en el 92, venció el Dorna Godella de baloncesto.

Un jefe patético

Carmen Valero, bicampeona del mundial de cross en 1976 y 1977 y primera atleta olímpica española, refiere la miseria del deporte femenino en aquellos tiempos: “Había muchas diferencias entre los chicos y las chicas. En Barcelona 92 ya cambió un poco la mirada. Pero el cambio se ha ido ganando paso a paso. Lo hemos tenido que pelear mucho. Julio Bravo, el jefe de equipo cuando corrí el Mundial del 76, fue patético. La víspera nos dijo: ‘A vosotras no tengo nada que deciros. Sois unas culonas y unas pechugonas. Lo que hagáis, ya estará bien’. Cuando gané le dije: ‘Con que culonas y pechugonas… ¿Ahora qué?’ ¿Cómo podía funcionar el deporte con gentuza así?”.

Theresa Zabell, oro en vela con Patricia Guerra en Barcelona 92 y con Begoña Vía Dufresne en Atlanta 96, describe: “Baste decir que, cuando yo empecé a navegar, no había vestuarios femeninos. La lucha de las mujeres la he vivido muy en primera persona, como deportista y como dirigente deportiva. Yo quería ir a los campeonatos y no había presupuesto. Al no estar incluido en el programa de los Juegos, no había dinero para la vela femenina. Yo era campeona de España en la clase Europa e iba a los Mundiales porque me apoyaba mi club, mi ayuntamiento… y no la federación. Lo digo para que seamos conscientes de lo que hemos avanzado”.

Las licencias femeninas se han multiplicado. De las 300.000 de poco antes de 2000 se ha pasado a más de 700.000, aunque el porcentaje respecto a las masculinas es solo del 21%. A partir de los noventa surgieron campeonas que obtuvieron éxitos que parecían inalcanzables como Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, Joane Somarriba, Isabel Fernández, Miriam Blasco, Marta Domínguez, Theresa Zabell, Sheila Herrero, Gemma Mengual, Amaya Valdemoro, María Vasco, Carolina Ruiz, Ruth Beitia, Laia Sanz, Ona Carbonell, Carolina Marín, Marina Alabau, Lidia Valentín, Alba Torrens, Anna Cruz, Gisela Pulido, Garbiñe Muguruza

En deportes de equipo, tras el éxito iniciático del hockey hierba en 1992, se ha consolidado la excelencia del baloncesto, plata en el Mundial de 2014 —solo superado por el Dream Team— y oro en los Europeos de 2013 y 2017. En waterpolo, se ha pasado de la nada al oro en el Mundial de 2013 y en el Europeo de 2014 y la plata en los Juegos de 2012 y en el Mundial recién finalizado en Budapest. El equipo de gimnasia rítmica logró la plata en Río, el de balonmano, el bronce en el Mundial de 2011 y en los Juegos de 2012. Y en 2017, está en plena expansión el fútbol femenino. En 2016 se registraron 44.123 licencias federativas, más del doble que en 2012.Queda un largo trecho y asignaturas pendientes, como fortalecer las ligas y que haya más directivas y más entrenadoras de primer nivel. Pero el salto ha sido gigantesco.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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