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'IN MEMORIAM'

Román Martín, jinete campeón

El jockey marcó una época de gloria en la hípica española

Fernando Savater
Román Martín monta a 'Ártica' en el hipódromo de la Zarzuela (Madrid) en 1984.
Román Martín monta a 'Ártica' en el hipódromo de la Zarzuela (Madrid) en 1984.

En los momentos de esplendor de un deporte o de un arte suelen coexistir talentos similares pero con estilos muy diferentes, como si el azar quisiera demostrar que se puede ser excelente de maneras opuestas. Así hoy en tenis Federer y Nadal, y ayer en ciclismo Bahamontes y Anquetil o en los ruedos Paco Camino y Curro Romero. En la época de nuestro turf que la nostalgia convierte en dorada para algunos de los aficionados veteranos, dos jinetes gloriosos compartieron el entusiasmo y la admiración de quienes frecuentábamos los hipódromos de La Zarzuela y Lasarte: Claudio Carudel y Román Martín, el rubio y el moreno, el normando y el toledano, el estilista elegante y cerebral frente al enérgico gladiador que nunca daba una carrera por perdida, el cálculo contra la potencia, Claudio y Román, Román y Claudio... La biografía hípica de cualquiera de mis coetáneos (como cada vez quedamos menos creo que los conozco, al menos de vista, a casi todos) no puede escribirse sin incluir esos dos nombres en letras de oro. Porque cada uno tenía sus partidarios arriscados, sin duda, pero los carudelistas admirábamos a Román, y los...¿románicos? ¿romanceros? veneraban a Claudio.

El día inolvidable...entre tantos. La Copa de Oro de San Sebastián, a mediados de los setenta del siglo pasado. Román llevaba a nuestro estupendo Rheffisimo, que había ganado el Gran Premio de Madrid; su mayor adversario era Red Regent, un caballo inglés que había participado en el Derby de Epsom y al que montaba el campeón de las islas, Pat Eddery (también fallecido, ay, hace pocos meses). Ninguno de los que asistimos al gran duelo olvidamos a Román casi en volandas en la silla, empujando a su purasangre hasta con el alma, sobre todo con el alma, mientras Eddery se esforzaba también al máximo... Ganó Rheffisimo, vaya: ganó Rheffisimo para siempre y con él Román.

Ahora ha muerto, a los setenta y seis años, después de que la enfermedad renal le apartó de su segunda vida como preparador, en la que también fue de los mejores. En los últimos años en que fue por Lasarte, se sentaba a veces en la sala de pesaje y yo me sentaba a su lado, aunque nunca fue charlatán. Señalaba en el televisor donde veíamos la repetición de la carrera a algún participante y decía: "vaya" o "ese no...". Y yo le escuchaba en silencio, porque no hubiera estado bien ponerme a gritar, como en aquella tarde de Rheffisimo: "¡Hala, Román! ¡Hala, campeón!".

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