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Nairo-Dumoulin, gran duelo en el Stelvio, tocando el cielo

El holandés llega al día decisivo del Giro con casi tres minutos de ventaja al territorio del escalador colombiano

Carlos Arribas
Dumoulin, relajado junto a la piscina el día de descanso, la maglia rosa sobre su bici.
Dumoulin, relajado junto a la piscina el día de descanso, la maglia rosa sobre su bici.LUK BENIES (AFP)

Nairo Quintana nació a más de 2.500 metros de altitud y allí vive y se entrena más de seis meses al año, y atacando en el Stelvio, y descendiéndolo con audacia, el pequeño escalador colombiano ganó el Giro de 2014.

La cima del Stelvio, el puerto más alto del Giro, se encuentra a 2.758 metros sobre el nivel del mar, una altura a la que Tom Dumoulin, holandés, gigante, nacido casi bajo el nivel del mar, no se ha enfrentado nunca ni en competición ni entrenando.

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Ambos, el líder que ha maravillado en montaña y en contrarreloj, y el colombiano que sube como nadie, serán los protagonistas del gran día del Giro, aquel en el que todo se decide. La lucha de dos estilos, de dos culturas, de dos formas de vida y de pedalear, dos genéticas y dos fisiologías, de dos chavales nacidos el mismo año, 1990, separados por un mundo y por 2m 41s, a favor del holandés, en la clasificación general.

Les esperan, a ellos y también a Nibali, Pinot, Zakarin, Pozzovivo, los mejores escaladores, un día de sol espléndido, 222 kilómetros de etapa, dos Stelvios y un Mortirolo.

Primero, un Mortirolo diferente del habitual el que se asciende desde Monno, menos extremo pero muy duro, siempre, como cualquier ascensión que en 12 kilómetros supera casi mil metros de desnivel hasta una cima de 1.852 . Luego dos raciones del padre Stelvio (o Stilfserjoch, como le dicen los suizos). Se empieza por el clásico, el de las 48 curvas de herradura en 21,7 kilómetros de ascensión desde Bormio que descubrió Coppi en 1953; después llega el segundo, iniciado nada más descender a 900 metros y llegar por territorio suizo hasta el pueblo de Giogo di Santa Maria, en la frontera a más de 2.500m. Montañas verdaderas, de las que tocan el cielo, dicen los escaladores como para asustar. Serán 5.500m de desnivel positivo: 220 kilómetros casi a un 3% sostenido cuesta arriba.

En 1994, en un trazado similar, pero en otro orden, primero el Stelvio y después el Mortirolo, sometió Marco Pantani a Miguel Indurain, que llegó pájara a la meta. Con Pantani e Indurain, el pequeño escalador que volaba, el potente y pesado rodador que aplanaba las montañas a su ritmo, se ha comparado justamente, y salvando las distancias y el peso histórico, a Nairo y Dumoulin.

Por allí se manejará Nairo como Pedro por su casa, no así Dumoulin. Desde que perdió la Vuelta de 2015 al sufrir una tremenda explosión en la penúltima etapa, en la entrañable sierra de Navacerrada, el líder holandés no ha terminado una carrera de tres semanas, un síntoma del tremendo golpe psicológico que sufrió en la carrera española que lo había revelado. Del Giro pasado se retiró en la 11ª etapa, antes de la montaña; en el Tour, donde ganó en Andorra tras larga fuga y una contrarreloj a Froome, pero no entró en la lucha por la general, se cayó en la 19ª, cuando marchaba a hora y media de Froome. En ninguna de las dos pudo desdecir Dumoulin la irregularidad que se le sospecha en alta montaña.

“Sufrirá”

Irregularidad significa que cuando se tiene un mal día se pierde todo. Los regulares, como Nairo o Nibali, nunca mueren del todo aún en el peor de sus días subiendo. Esta es la esperanza de los escaladores, quienes, aún acabando con Dumoulin, deberán pelearse entre ellos por la victoria final. Todos los grandes que han sido, sin embargo, llegan a un día en su carrera en el que cambian todo lo que se creía de ellos. Quizás Dumoulin ha llegado a ese punto. Esa es la esperanza de un ciclista que solo conoce la altitud de entrenarse en el Teide y en Sierra Nevada.

“Puede que Dumoulin aguante en el Stelvio”, dice Nairo. “No me importa. Será una etapa en la que sufrirá el máximo castigo. Después quedan cuatro días más”.

“Estoy preparado”, dice Dumoulin. “No temo a nadie”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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