Simeone: “Me voy a quedar porque el futuro somos todos nosotros”
El técnico anuncia que seguirá en el Atlético como colofón a los actos del adiós al Calderón
El interior de los vagones de los trenes de cercanías que circulaban hacia la estación de Pirámides estaba teñido de rojiblanco. La hinchada, en un silencio solemne acudía, a la despedida liguera del Vicente Calderón ataviada con los colores rojiblancos. Los más veteranos homenajeaban en sus camisetas a Gárate, a Luis Aragonés o al Atlético Aviación. Entre la muchachada predominaban los tributos a Fernando Torres y a Griezmann. Las terrazas de la calle Toledo también delataban la solemnidad de la cita. Familias y grupos de amigos agrupados en torno a mesas repletas. Las que estaban vacías, lucían con el cartel de reservadas. “Se nota que hoy era un día especial. Hacía tiempo que no teníamos todo reservado dentro y en la terraza”, explicaba el regente de uno de los restaurantes más clásicos de los aledaños del estadio.
Las riadas rojiblancas que descendían por la calle Toledo y por General Ricardos o las que desembocaban en el Calderón por los paseos de los Melancólicos y Pontones delataban ese viaje interior de toda última vez. De ese último recorrido para ver a su Atleti, de recuerdos de tardes de domingo y fútbol, de victorias y derrotas, de las vistas desde las gradas altas del lateral pegado al Manzanares de las cúpulas de San Francisco el Grande y la Almudena recortando el cielo, el cañeo en La Latina y el Rastro pre y pospartido. Un estadio no es solo una caja sentimental de recuerdos y emociones. También es un enclave costumbrista y el del Calderón ha sido único e imprescindible en la crónica histórica del Madrid contemporáneo y de la segunda mitad de la centuria pasada. El nuevo Metropolitano tendrá toda la funcionalidad y modernidad espacial de los nuevos coliseos del siglo XXI, pero el aire castizo del centro o el pellizco carabanchelero, con Rosendo y su Maneras de vivir tronando por la megafonía, son intransferibles.Ya en las gradas, con el partido a punto de empezar, los selfies también alimentaban esa última vez a la vez que se desplegaba el tifo con la silueta del estadio bajo la que rezaba: “Paseo de los Melancólicos, Manzanares, ¡Cuánto te quiero!”. Abajo, ya en la hierba, el primer homenaje en el calentamiento se lo llevó Raúl García, reconocido como un futbolista que encarna el canon cholista. Fue despedido en pie cuando Valverde le cambió en el segundo tiempo. Lo mismo sucedió con Fernando Torres, protagonista de la despedida con sus dos goles. Esos dos tantos conjugaron la simbología y la mitomanía con la historia. Si Torres fue El Niño que se echó al club sobre los hombros en sus peores momentos e hizo vibrar al Calderón también contribuyó a echar el telón de los goleadores rojiblancos en el estadio que le idolatra. Torres se marchó andando, cabizbajo antes de aplaudir a una hinchada en el que pudo ser su último partido en el Atlético. Él quiere seguir, el club tampoco es reacio, pero todo depende de Simeone y de si el TAS deja fichar al club este verano. De poder hacerlo, esa ovación tiene visos de ser la última como jugador del Atlético. El adiós confirmado fue el de Tiago tras siete años en el club. En pie fue despedido por la hinchada y por todo el cuerpo técnico que fue a recibirlo y a secarle las lágrimas poco antes de que Correa hiciera el 3-1 que certificaba al Athletic como séptimo de la Liga y solo competidor de Liga Europa si el Barça gana la Copa.
La nostalgia de la tarde se incrementó con el acto final programado tras el pasillo previo de Simeone y sus jugadores al equipo femenino reciente campeón de la Liga. Un vídeo rememoró los momentos más emotivos en los 51 años del Calderón, pero la atmósfera se fue inflamando con la salida al campo de los protagonistas de cada título logrado en el Calderón, con Griezmann botando y mandado un mensaje al son de “Madridista el que no bote”. La voz entrecortada de Gárate hizo llorar a más de uno cuando tomó el micrófono, ya con la bandera y los colores del Atlético cubriendo el verde y con todo el estadio coreando el himno: “Siento una grandísima emoción por esta familia, el Atleti es eso, la afición, los jugadores, los empleados, la directiva… Llevamos así 113 años”, dijo Gárate, el nueve más fino de la historia del club. También el mensaje de Gabi conmovió a las gradas: “Nunca nos habéis dejado solos, me quedo con la imagen de hace de hace diez días cuando una derrota nos unió más que nunca.
El clímax llegó cuando Simeone tomó la palabra. Mordiéndose el labio inferior, visiblemente emocionado, acabó con las especulaciones sobre su futuro: “Para ustedes la palabra sentimiento es algo muy profundo, creo que los demás equipos pueden tener más dinero, alguna copa más que nosotros, pero nunca van a poder igualar el sentimiento que tienen ustedes por este club”, dijo antes de que una estruendosa ovación cortara su discurso. “Y para terminar, los periodistas me preguntan todos los días si me voy a quedar. Y sí, me voy a quedar, ¿Y saben por qué me voy a quedar? Porque el futuro somos todos nosotros”.
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