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Berizzo deja el Celta al no llegar a un acuerdo para renovar su contrato

“¡Hice tanta fuerza por quedarme!”, lamenta el técnico, que asegura que carece a día de hoy de una alternativa para seguir entrenando

Eduardo Berizzo, entrenador del Celta durante las tres últimas temporadas.
Eduardo Berizzo, entrenador del Celta durante las tres últimas temporadas.NIGEL RODDIS (EFE)

No le dolió tanto cuando tras cuatro años dejó el equipo. Tenía 36 años y se fue de Vigo a Cádiz a cerrar su carrera de corto. Ahora con 47, Eduardo Berizzo es uno de los entrenadores más cotizados de la Liga y no ha llegado a un acuerdo con el Celta para seguir en el club. “¡Hice tanta fuerza por quedarme! Me he comportado de una manera tan profesional que no tengo plan B”, explicó en una emotiva comparecencia en la que anunció que este domingo dirigirá su último partido como técnico celtiña contra la Real Sociedad. “Creo que había margen de crecimiento y por eso quería seguir”, lamenta.

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La noticia ha removido hasta las entrañas del equipo gallego y deja en mala situación a su presidente Carlos Mouriño, que no solo deberá presentar un sucesor sino que deberá explicar los motivos del desacuerdo con un entrenador que suscita un mayoritario respaldo entre la gente. Se apuntan dos, uno económico y otro relacionado con el proyecto deportivo. En ambos subyacen las reticencias del club a crecer y dar el salto que Berizzo ha demandado durante las últimas semanas cuando el oropel europeo adornaba al equipo, que se quedó a las puertas de jugar la final de la Europa League tras someter al Manchester United en Old Trafford. “Me interesa de la misma manera lo económico que el proyecto deportivo, qué posición vamos a intentar alcanzar. Debemos contruir un equipo sólido”, apuntaba Berizzo mientras negociaba con el club. Hasta el pasado miércoles que dejaron de hablar.

Berizzo regresó al Celta en el verano de 2014, volvió al equipo donde había dejado impronta como futbolista, por rendimiento y carácter. “Ya se le veía que iba a ser entrenador”, apuntan quienes le trataron entonces. Pero ese pedigrí no le libró de la sospecha cuando llegó para suplir la marcha de Luis Enrique, recién ganado el título en Chile con el modesto O’Higgins, pero sin haberse testado en los banquillos europeos. Se le afeó por un estilo que exigía marcajes individuales, se le tachó de arcaico. Hoy es tendencia. “No haber llegado a una final y aquella racha de diez partidos son mis espinas”, reconoce ahora en el adiós. “Aquella racha” le tuvo con un pie en la calle cuando apenas llevaba medio año al frente del equipo. Ganó en Barcelona el primer día de noviembre para asentarse en puestos europeos en un inicio de liga que además estaba adornado con un triunfo en el derbi contra el Dépor, empates en el Calderón o en San Mamés y una única derrota en diez jornadas, pero en las diez siguientes apenas sumó dos puntos. El 31 de enero en Balaídos y con un ultimátum sobre la mesa ganaba por la mínima al Córdoba y sobre la hora el árbitro señaló un penalti en contra del Celta. Berizzo salió del banquillo como un resorte hacia el césped, su extemporánea protesta propició su expulsión, pero también una consulta del árbitro con sus asistentes que envió su decisión al limbo. Ganó el Celta, se levantó para perder apenas cuatro partidos más hasta el final de un campeonato que le dejó a las puertas de Europa.

Ese premio llegó la temporada siguiente, pero para entonces Berizzo ya estaba enfrascado en su principal objetivo: llevar a las vitrinas del Celta su primer título. Se quedó a las puertas de tres finales, dos en la Copa del Rey y una en la Europa League. “Lo intentamos. El club debe seguir empujando”, recomienda. “Me voy sintiéndome mejor entrenador que cuando vine”, confiesa. Y asegura que su destino inmediato no está escrito por más que el movimiento que se avecina en los banquillos de la Liga sea de gran dimensión, con la previsión de varias vacantes en equipos importantes. “Me voy a casa. Mis hechos respaldarán mis palabras”. En un comunicado emitido por el club se pondera la “profunda huella” que deja, su “sello personal” y le agradecen “tres años maravillosos de contínuo crecimiento en el aspecto deportivo, social e institucional”. Resta la duda si hay una nítida apuesta por seguir en ese camino.

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