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LaVar Ball, el padre que fabrica estrellas del baloncesto y polémicas

Dirige la carrera de sus hijos desde niños, tiene una marca de ropa que vende las zapatillas de Lonzo por 450 euros y se promociona atacando a las figuras de la NBA. "Da asco", ha dicho de él Dennis Rodman

Robert Álvarez
LaVar Ball saluda a su hijo, Lonzo Ball, jugador de UCLA.
LaVar Ball saluda a su hijo, Lonzo Ball, jugador de UCLA.Mark J. Terrill (AP)

Los Gasol, Pau y Marc, los Lopez, Robin y Brook, los Curry, Stephen y Seth y su padre Dell, los Walton, Bill y Luke… sabido es que el baloncesto es un deporte en el que proliferan las estirpes. Pero lo de los Ball es otra cosa. Va mucho más allá de unos lazos genéticos, ya de por sí llamativos puesto que no suele acontecer que tres hermanos sean tan señalados desde su adolescencia como futuras súper estrellas.

LaVar Ball surfea en la cresta de la ola mediática en Estados Unidos. Hace un par de meses apenas era conocido en el mundillo del baloncesto por algo que ya es mucho. Es el padre de esas tres grandes promesas. Lonzo, de 19 años, se quedó con UCLA a las puertas de la final four en la Liga Universitaria y es uno de los principales candidatos a ser el número un en el próximo draft de la NBA; LiAngelo, de 18, que también apunta alto y jugará igualmente con UCLA, y LaMelo, un fenómeno de 15 años que a principios de febrero asombró al anotar 92 puntos en un partido con su instituto, Chino Hill. Su padre sentencia: “Es el mejor de los tres, tal vez el mejor de todos los tiempos”.

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LaVar, solicitado por los primeros éxitos de su prole, soltó unas cuantas frases altaneras en algunos medios. La onda expansiva le ha situado en el ojo del huracán y le ha hecho merecedor de su propio hastag #LaVarBallSays. “En mis buenos tiempos, hubiera ‘matado’ a Michael Jordan en uno contra uno”, se atrevió a soltar. Un anticipo de lo que iba seguir: “Para mí, Lonzo es mejor que Steph Curry”, “Es como Magic Johnson, pero con tiro”, “Mis chicos van a ser mejores que Jordan”, “No van a cambiar la Liga, van a cambiar el juego”, “Mil millones es nuestro número”, dijo, en fin, refiriéndose a la cantidad mínima que exige por el contrato de sus hijos con la firma deportiva que desee reclutarlos.

LaVar también se atrevió con LeBron James. “Los hijos de las súper estrellas son buenos, pero nunca he visto ninguno de ellos que sean realmente buenos”, opinó LaVar. La estrella de la NBA se enfureció: “A mis hijos, ni los nombres”. La gresca con el exjugador y ahora comentarista Charles Barkley fue igualmente jugosa. “Entiendo que puedas estar orgulloso de tus hijos, pero a partir de cierto momento es algo estúpido”. No se quedó cortó LaVar en su respuesta: “Si Charles pensara como yo, tal vez hubiera ganado algún anillo de campeón”. El último que se ha lanzado contra él ha sido el exjugador Dennis Rodman: "Da asco", ha dicho este martes; "debería dejar jugar a los chicos".

Las baladronadas de LaVar han sido objeto de durísimas críticas en algunos medios. Pero, más allá de sus constantes y probablemente estudiadas salidas de tono, es innegable que ha acertado de pleno como entrenador de sus hijos. Ha creado su propia marca de ropa deportiva Big Baller Brand, derivada de su centro de entrenamiento Big Ballers Training. Vende sus camisetas a 70 dólares y las gorras, a 100. Sin haberse gastado un dólar en publicidad, recibe unos 50 pedidos diarios a través de su página web y gracias en gran medida a sus apariciones en numerosos medios. Y, además, cobra 45 dólares por cada sesión de entrenamiento a chavales de entre 8 y 17 años que desean seguir los pasos de sus hijos.

Lo último es su respuesta al menosprecio que ha recibido por parte de las compañías potencialmente interesadas en extender contratos publicitarios a sus hijos, Nike, Under Armour y Adidas. deslizaron una respuesta jocosa a su petición de 1.000 millones por un contrato publicitario que incluyera a Lonzo, LiAngelo y LaMelo.  “Es lo peor que le ha pasado al baloncesto en los últimos cien años”, declaró el ejecutivo de Nike, George Raveling, en referencia al patriarca de los Ball.

El desafío a las grandes multinacionales deportivas ha derivado en la comercialización de una línea de zapatillas de Lonzo, por 495 dólares. Durante los dos últimos, las zapatillas más caras en el mercado mundial han sido unas de la marca de Michael Jordan, que costaban 400 dólares, 363 euros. Ball defiende el precio de las ZO2: “Creo que eso es lo que valen. Cuando eres tu propio dueño, puedes conseguir cualquier precio que quieras”. Y también justifica los 220 dólares que cuestan las sandalias que su compañía está vendiendo con el logotipo de Lonzo en ellas. “Prada y Gucci venden las suyas por lo que quieren”, afirma LaVar. “Las nuestras son mejores”.

Todo eso, LaVar Ball, un exdeportista que apenas dejó rastro en su único año en la Liga Universitaria de baloncesto (NCAA) con Washington State en la temporada 1986-1987 en la que promedió… 2,2 puntos. Sin posibilidad alguna de llegar a la NBA, optó por otro deporte, el fútbol americano, pero apenas asomó cabeza en los entrenamientos de dos equipos de la NFL, New York Jets y Carolina Panters, antes de ser cedido, en 1995, al London Monarchs con el que jugó en la World League.

"Mis hijos no tienen malos días. ¿Por qué? Eres un maldito niño. No pagas alquiler, conduces un BMW y juegas a baloncesto todo el día. Es una gran vida."

Se enorgullece de haber hecho realidad sus planes vitales hasta extremos asombrosos. Afirma que era mejor que Kyle Brady, pero que este jugador fue elegido por los Jets en el noveno puesto del draft de la NFL en 1995. “Si me hubieran hecho jugar a mí en su lugar, hubiera parecido que se habían equivocado. Fue una cuestión política”, argumenta.

Tras concluir su poco exitosa carrera en la NFL, LaVar regresó a Chino Hill, un suburbio de Los Ángeles, se casó con su novia de instituto, Tina Slatinsky, ahora profesora de educación física, se compró un coche y una casa. Instaló aparatos de gimnasia en su jardín y se dedicó a entrenar a los chavales del vecindario que deseaban destacar en baloncesto o en fútbol americano. Pronto se centró en sus hijos y para controlar su desarrollo fundó y dirigió su propio equipo, Big Baller VXT AAU. A Lonzo y LiAngelo les ha regalado un BMW valorado, cada uno, en 100.000 dólares.

“Construí todo esto, por eso lo controlo. Lo estamos haciendo a mi manera”, dice LaVal, absolutamente convencido de su acertada gestión como padre de familia y como tutor de las carreras de las estrellas emergentes en que se han convertido sus tres hijos. “La gente me pregunta si estoy haciendo daño a mis hijos o si Lonzo tiene un mal día. Mis hijos no tienen malos días. ¿Por qué? Eres un maldito niño. No pagas alquiler, conduces un BMW y juegas a baloncesto todo el día. Es una gran vida”, concluye el señor Ball.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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