Genk y Celta, dos descarados en Europa

En uno de los confines de Bélgica, a un cuarto de hora de la neerlandesa Maastricht y a media de la alemana Aquisgrán, la belga, gris, minera e industrial Genk acoge el enfrentamiento (21,05. BeIN Sports) entre los equipos más floridos de los ocho que quedan en la Europa League, justamente los que tienen sus vitrinas menos nutridas. Genk y Celta son dos meritorios que desafían sus límites. El equipo gallego defiende el 3-2 logrado en la ida la semana pasada en Balaídos para mejorar su participación en 2001 cuando el Barcelona le impidió acceder a las semifinales. Los belgas llegaron hace cuatro años a los dieciseisavos y cayeron frente al Stuttgart. Ahora tratan de igualar la hazaña de uno de sus antepasados, el Waterschei, uno de los dos clubs que dieron origen al Genk en 1988 y que cinco años antes se había plantado en las semifinales de la Recopa tras liquidar al París Saint-Germain en una histórica prórroga.

“¡Son muy buenos!”, fue una de las exclamaciones más repetidas entre los pupilos de Berizzo tras el partido celebrado en Vigo. Estaban sobre aviso y ya no anidan las confianzas en un grupo que, esta misma temporada, primero festejó y luego lloró el emparejamiento en la Copa del Rey contra el Alavés. Pero el Genk sorprendió. “Son descarados y no especulan, tienen futbolistas desequilibrantes. Por la forma que tenemos ambos de ver el fútbol creo que será un partido de goles”, recalca el zaguero Andreu Fontàs, que tras pasar un calvario con el tendón de Aquiles de su pie izquierdo ha recuperado su mejor versión y con ella la titularidad. “Me gustaron muchísimo”, apunta sobre el Genk, que alineó en Vigo un once en el que ninguno de sus futbolistas llegaba a los 26 años, un grupo de chicos a los que les sobra valentía y calidad, una plantilla en la que sol odos futbolistas nacieron antes de 1991. “Son mucho mejores de lo que todos pensábamos”, concede el centrocampista tucumano Pablo Hernández.

Berizzo jugó aquella eliminatoria contra el Barcelona y ahora, desde el banquillo, quiere elevar aquel techo. “Es un partido histórico”, valora el entrenador argentino, que tampoco espera un partido sin goles: “Para pasar tendremos que marcar”. Su antagonista en el banquillo se llama Albert Stuivenberg y tiene un currículum forjado con aprendices. En 2011 y 2012 llevó a Holanda a sus dos únicos títulos europeos en la categoría sub17, luego trabajó con Louis Van Gaal como segundo en el Manchester United. A finales del pasado mes de diciembre llegó al Genk y la primera noticias que recibió fue que Ndidi, el pilar del centro del campo, se marchaba al Leicester. Poco después Leon Bailey, un extremo que había dejado su sello en el cruce de la fase de grupos contra el Athletic tomó la ruta hacia el Bayer Leverkusen. Es la naturaleza de un equipo por el que han pasado en los últimos años Courtois, De Bruyne, Ferreira-Carrasco, Origi, Benteke, Defour o Koulibaly. En Genk hay, en efecto, más de una mina. Y un estilo que no se discute. “Siempre jugamos para ganar”, alerta Stuivenberg, que barrunta “una hermosa noche de fútbol” y expresa un desprendido deseo: “Queremos entretener a la audiencia que vea el partido. Somos un equipo muy joven, pero podemos competir al nivel de cualquiera en Europa”.

Stuivenberg coincide con Berizzo en reseñar que la fuerza del rival radica en su poderío atacante y que la clave estará en como se interprete la presión. “Iremos a quitarles la pelota y hacerles daño”, previene el entrenador del Celta. El partido del jueves pasado le mostró que el Genk sufre si se le aprieta y que es un rival con algún agujero atrás, pero la estadística enseña también que en los ocho partidos que han disputado en casa este año en competición europea tan solo han concedido dos goles. Y marcaron siempre. Repetir esos dos axiomas les bastaría para dejar al Celta en la cuneta. Pero los chicos de Berizzo manejan una referencia más: ninguno de los marcadores que han logrado en esta edición de la Europa League fuera de casa les apearía de esta eliminatoria.