Riyad Mahrez, el peor de los mejores jugadores de la Premier
Elegido mejor jugador de la Liga inglesa en 2016, el extremo zurdo francés sufre un desplome que coincide con el desfonde del Leicester
El 24 de abril de 2016, los 4.000 miembros de la Professional Footballers’ Association (PFA), el sindicato de jugadores de Inglaterra y Gales, honró a Riyad Mahrez con el premio al Mejor Jugador del año.
El pasado 12 de abril el mejor jugador de la Premier en 2016 no hizo más de lo que hacen los zurdos habilidosos que visitan el Calderón en equipos que luchan por no bajar a Segunda. Amarrado por Filipe Luis, Godín y Koke, el extremo del Leicester no generó apenas una amenaza grave. Cuatro regates y un disparo mordido desde fuera del área fue todo lo que registraron las estadísticas. La única señal de su paso por Madrid en la ida de los cuartos de final de la Champions.
Junto con Jamie Vardy, Mahrez es el jugador que mejor rentabilizó el título de la Premier: ambos tienen los sueldos más elevados de la plantilla del Leicester. Unos cuatro millones de euros netos por temporada y la promesa del club de que facilitará su salida si deciden fichar por otro equipo. El Arsenal y el Tottenham se han interesado por Mahrez. Pero las empresas que ejercen de intermediarias advierten de la distorsión: Mahrez ganó la Premier pero ni fue ni será el mejor jugador del torneo. Si se incorpora a una gran plantilla podría ocurrirle lo que a Arda Turan en el Barcelona. Corre el riesgo de jugar poco y caer en la irrelevancia.
Mahrez fue el elemento imprescindible en la conquista del campeonato. Sin su desborde, sus goles (18) y sus asistencias (diez), Vardy no habría podido meter los 24 goles que obraron el fenómeno más asombroso del fútbol europeo en los últimos años. Pero técnicamente Mahrez no es superior a los mejores jugadores del torneo, mentalmente es inconsistente, y le falta la resistencia física necesaria para sacrificarse con la continuidad con que se sacrifican muchos futbolistas que están a su nivel. “En el Leicester todos corren para él”, observa un agente internacional; “pero, ¿tiene la suficiente categoría para que en el Tottenham todos trabajen para él?”.
Mahrez nació en Sarcelles, un suburbio de París, en 1991. Desde juvenil exhibió algunas de las cualidades que han destacado en los futbolistas de origen argelino. Una ligereza descomunal para cambiar de dirección, excelente uno contra uno, y un magnífico sentido del tiempo para meter pases interiores que rompieran el fuera de juego del adversario. Suficiente para llamar la atención de los ojeadores de varios clubes profesionales. Insuficiente para disipar dudas. A ninguno de los representantes de las grandes canteras le convenció porque antepusieron algo que en Francia pesa demasiado: Mahrez no era un atleta.
A los 18 años fichó por el Quimper, de la cuarta división. Jugó 14 partidos y el Quimper bajó a la quinta categoría. Pero en el verano de 2010 lo contrató Le Havre, que entonces competía en la Ligue 2. Jugó 60 partidos. Allí, un entorno célebre por criar jugadores físicamente exuberantes como Pogba, Lassana Diarra, Boumsong o Mandanda, atrajo el interés de varios cazatalentos de Francia e Inglaterra. Todos pusieron la misma objeción: el muchacho se asfixiaba cuando tenía que hacer esfuerzos continuados. ¿Cómo resistiría a la Premier, que pasa por ser el campeonato físicamente más demandante del mundo? Solo Steve Walsh, el ojeador del Leicester, se atrevió a apostar por él en enero de 2014.
Claudio Ranieri descubrió el modo de aprovechar su talento. La fórmula fue sencilla: lo trasladó de los carriles centrales y lo pegó a la raya derecha; hizo trabajar a los vigorosos delanteros Okazaki y Vardy en la presión, y cerró los espacios del mediocampo con jugadores resistentes como Kanté, Drinkwater y Albrighton. El flaco se reservó para dar el penúltimo toque.
“Cuando Mahrez está en forma, puede decidir un partido él solo”, dice Ranieri en el libro Método Ranieiri, de Gabriele Marcotti. “En 2014 jugaba por delante de la defensa. Yo lo situé en la derecha porque pensé que, siendo zurdo, puede converger, encontrar el espacio interior más fácilmente, y hacer daño. Es una espina en el costado del rival y posee una notable visión de juego”.
Craig Shakespeare, el sucesor de Ranieri, no ha cambiado. Quien sí parece deprimido es Mahrez. Si este martes en Leicester juega como lo hizo en el Manzanares, el Atlético tendrá un pie en las semifinales.
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