España gana a Francia en el campo y en el vídeo
Deulofeu sella una victoria de prestigio en París tras un partido marcado por el videoarbitraje
En el día de Mbappé, el laboratorio arbitral televisivo, conocido como VAR, y la irrupción de Deulofeu marcaron la prestigiosa victoria de la Roja en Francia. Ocurrió tras un partido pinturero, con hueso, buenos episodios de España y suspense, mucho suspense de pinganillo a costa del árbitro y sus juristas de la grada. Esta vez acertaron al anular un tanto a Griezmann por fuera de juego y validar el segundo visitante, el de Deulofeu, en primera instancia con el banderín al aire del linier de turno. De amistoso nada. En París hubo de todo.
Con España al paso y Francia a la carrera el encuentro tuvo chispa. Dos estilos opuestos marcados por el sustrato de uno y otro equipo. Hace décadas que en la multirracial Francia prevalece el imponente forro físico de la gran mayoría de sus atléticos futbolistas. El último en asomar en la incubadora, Mbappé, parece el último eslabón: piernas infinitas, zancada con mecha, esqueleto granítico y buen manejo de ambos pies. En 65 minutos, el chico, al que no se le atisban pompas de ídolo plastificado, dejó trazos de que merece atención. Otra cosa son los desmadres prematuros.
A sus 18 años, en su primera titularidad con los bleus, en su estreno internacional en su país, con todos los flashes sobre él, Deschamps hizo gravitar el ataque local sobre este chico. En un mes ha pasado de monaguillo del Mónaco, donde era suplente hace un parpadeo, a inminente celebridad. Con el fútbol ardiente por su despegue divino, en Saint Denis cargó con Francia en el arranque. Con Griezmann más pendiente de Busquets que de remar en ataque, Mbappé puso en guardia a la Roja a los cinco minutos. Su remate lo desvió con el pie derecho De Gea, intuitivo ante un disparo instantáneo y a bocajarro. Una falta de Koke al propio Mbappé derivó en un cabezazo de Koscielny que barrió Piqué casi bajo el larguero.
Pese a la puesta en escena del juvenil delantero parisino, Francia se refugió sin demora, dispuesta al contragolpe, al turbo del muchacho y de los ya curtidos Griezmann y Gameiro. A partir de Carvajal, el conjunto de Lopetegui encontró la vía de evacuación. Con Rabiot —que no es futbolista de pico y pala— y Kurzawa como únicos alguaciles por ese costado, entre Carvajal, Koke y Pedro —muy activo y preciso en su regreso internacional— anudaron a los galos. Todo sucedía por la orilla del lateral madridista. Deschamps había ordenado cerrar el embudo, los cráteres estaban en las bandas y la Roja lo interpretó de maravilla. De costa a costa, como si se tratara de una ofensiva de balonmano, la selección española tuvo la paciencia necesaria para atornillar a su adversario en el balcón de su área. Sin Costa, Vitolo y Silva de entrada, los goleadores de la recién iniciada andadura de Lopetegui, al equipo solo le faltaba picante. Koscielny arrestaba a Morata en el cuerpo a cuerpo con lo que España necesitaba llegadores al asalto. Iniesta no acostumbra a flirtear con el gol, pese a que en su historial figuren algunos para la eternidad, pero en París fue el que más sumó a la causa. Un remate, tras bailar sobre la cintura de un par de rivales, se le fue un por una falange. En otro, con el empeine exterior, se topó con Lloris, el meta local.
Una vez más, España consiguió rebajar a un contrincante desde su observatorio de medio campo. Con la parabólica de Busquets, el violín de Iniesta, la sutilidad de Isco y el repertorio de Koke, España colonizó el juego.
El partido viró para la Roja en el segundo acto, justo cuando jugó peor pero ganó el encuentro. En el fútbol el guión no siempre tiene lógica. Francia espabiló con los retoques de Deschamps. Con Sissoko y Bakayoko el equipo ganó en aplomó, acogotó más a España cerca de De Gea. En plena crecida bleu, el jurado arbitral vio en pantalla que Kurzawa y Griezmann estaban en fuera de juego. Tras unos segundos de intriga, gol anulado. Al mayor sofoco español respondió Lopetegui con Silva y Thiago para que el duelo se dirimiera de nuevo en botas de los volantes de la Roja. Parecía el remedio adecuado, pero resulta que encontró el desahogo en una solución inesperada.
La aparición de Deulofeu alteró el curso del partido. En su primera intervención, Koscielny se cruzó en su camino y el árbitro condenó a Francia con un penalti en diminutivo. Embocó Silva para desasosiego francés. Más aún cuando el VAR validó el jugadón de la noche. En el origen, una ruleta de Busquets a lo Iniesta. Silva enfiló a Jordi Alba hacia el área de Lloris y su pase los incrustó Deulofeu en la red. El tanto mereció el ojo de los halcones y el aplauso general por su forma de ser trenzado. Un broche estupendo para un encuentro que revaloriza a España. Y quién sabe si no quedará en álbum de oro de Mbappé. En el de Deulofeu, seguro. Y en el del VAR.
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