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China busca a Messi

Mientras trabaja en la formación, el gigante asiático invierte millones en futbolistas y técnicos que se deben adaptar a vivir en un país muy ajeno a sus costumbres

Juan I. Irigoyen
Gustavo Poyet, durante un partido de la Superliga.
Gustavo Poyet, durante un partido de la Superliga. VCG (VCG via Getty Images)

"¿Por qué tú juegas tan bien y nosotros tan mal?”, le pregunta un niño del colegio Jinshajiang Road Primary School, a su profesor de fútbol, el español Cote Iglesias. La pelota es un huésped extraño en China. En los parques no se juega una pachanga ni de casualidad y el fútbol recién comienza a asomar por la tele. Eso sí, mucha Premier League, que hizo los deberes bastante antes que La Liga. “Hay que darle tiempo al fútbol en China. Esto recién empieza. En Uruguay nace un varón y le meten la pelota en la cuna. Y, a la mínima que camina un poco, ya empieza a darle patadas. Nosotros somos tres millones de habitantes, imagínese lo que puede pasar aquí cuando el fútbol enganche. Son 1.300 millones”, analiza Gustavo Poyet, entrenador del Shanghai Shenhua de la Superliga.

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El uruguayo Poyet, extécnico del Sunderland y del Betis, es uno de los 13 entrenadores extranjeros que tiene la Superliga, entre ellos, Pellegrini, Villas-Boas, Cannavaro y Scolari. No están solos. En su cruzada colonizadora del balón también cuentan con 83 futbolistas, algunos megafamosos, como Hulk, Oscar, Pato, Tévez, Lavezzi y Jackson Martínez. “Hay que ser honesto, para que exista un movimiento de gente tan importante tiene que haber dinero de por medio”, subraya Poyet. Los precios de los traspasos son altos para un mercado que acaba de arrancar (Shanghai SIPG pagó 60 millones por Oscar y 55,8 por Hulk) y los salarios son exorbitantes. Tévez, por ejemplo, cobra cerca de 40 millones por año. No hay que andarse con migajas para tentar a los futbolistas a participar en una liga poco atractiva en un lugar demasiado ajeno a sus costumbres.

“Apenas te bajas de avión, ya te das cuenta de que todo en tu vida va a ser diferente”, cuenta Pep Muñoz, segundo entrenador del Qingdao Huanghai, de la League One. “La primera vez que sales a la calle piensas que te estás jugando la vida”, tercia Raúl Rodríguez, defensa del Shanghai Shenxin; “están las motos eléctricas, los coches, las motos, las bicicletas y los peatones y nadie respeta las señales de tránsito. El paso de peatones parece un mero adorno. Se pitan constantemente. Hay otro nivel de volumen”. Poyet ya le tomó el gusto al caos. Un desorden ordenado, que solo entienden los chinos. “En las autopistas se cambian de carril todo el tiempo, el primero que mete el morro del coche pasa. Y nadie se enoja. Al principio asusta un poco, pero después hasta me empezó a gustar”, dice el técnico uruguayo.

Jordi Vinyals y Pep Muñoz, durante un entrenamiento.
Jordi Vinyals y Pep Muñoz, durante un entrenamiento. Qingdao Huanghai

Hay quien duda también si es más fácil conducir por China que buscar un lugar para vivir. “Al lado de un centro comercial todo moderno te encuentras con un edificio que parece abandonado”, dice Joan Verdú, volante Qingdao Huanghai. “Shanghai es una ciudad muy dinámica con gente que va y viene, pero me costó conseguir mi casa. Vi como 15 o 20 apartamentos y te llama la atención a lo que ellos llaman viviendas de lujo. Cocinas muy pequeñas, lugares oscuros. Ponen un alquiler a 3.000 euros al mes y no valoran que haya una mancha en el suelo o en la pared o que el pasillo del edificio este todo descuidado. Y esto pasa en construcciones modernas. Pero no lo hacen con ninguna mala intención, solo es su manera diferente de hacer ciertas cosas”, dice Raúl Rodríguez. “Tiene un punto excitante vivir en un país culturalmente tan diferente”, opina Hernanes del Hebei CFFC, uno de los 24 brasileños que juega en la Superliga. Eso sí, hay que estar atento a las festividades chinas, días desconocidos en occidente, porque te puedes llevar una sorpresa. “Con el cuerpo técnico decidimos ir al supermercado”, explica Poyet; “hubo un problema. No teníamos ni idea de que era el 27 de enero, año nuevo Chino. No le puedo explicar la cantidad que había. Creo que los 1.300 millones de chinos estaban en ese supermercado”.

Cambio de hábitos

De la calle al supermercado y del vestuario a los entrenamientos, todo es diferente. “Los futbolistas no están acostumbrados a hacer vida de vestuario. En nuestro primer año, los jugadores nos llegaban ya vestidos para salir a jugar”, cuenta Pep Muñoz. “Nosotros cambiamos desde los hábitos de comportamiento, los jugadores que no estaban casados estaban obligados a vivir en hoteles, hasta los entrenamientos. Ellos estaban acostumbrados a dar vueltas alrededor del campo y a subir escaleras. Tenían tres sesiones diarias. Ahora, todos nuestros trabajos son con pelota, el jugador viene a divertirse”, completa Muñoz, que trabajó cinco años en el FC Barcelona. La gran muralla para los extranjeros, sin embargo, es el idioma. “Dependes mucho del traductor, tiene que ser una persona que interprete tus emociones. Es tu sombra, literalmente. Se pone detrás de mí en los entrenamientos. A veces, cuando practicamos contragolpes y me doy vuelta rápido, me lo choco”, remata Poyet.

El fútbol ya es una cuestión de estado. Hoy, bajo el glamour de las superestrellas mundiales del fútbol, la pelota se expande por las entrañas del gigante asiático como el comunismo se radicó en el país bajo el mandato de Mao a mediados del siglo XX. Por esos caprichos de la pasión, resulta que el presidente Xi Jinping se volvió loco por el fútbol. Y no solo quiere organizar un mundial, quiere ganarlo. Hasta ahora, China solo participó en el de Corea y Japón y se quedó afuera a las primeras de cambio. “Cerca del 20% de los colegios tienen por obligación la asignatura fútbol, que reemplaza a educación física”, cuenta Cote Iglesias. Hay también un proyecto para abrir cerca de 20.000 escuelas de fútbol. “Es un proceso largo, porque son chicos que nunca vieron un balón. Al principio, tienes que lograr que se familiaricen con la pelota. Luego hacemos ejercicios de pase y desmarque y buscamos crearles situaciones reales de juego. Y una vez se asimilan esos conceptos, hacemos partidos para que empiecen a competir. Y los días de lluvia, toca enseñarles el reglamento”, añade Iglesias.

Anda China en busca del nuevo Messi. Y parece que hay tomarla en serio.

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Sobre la firma

Juan I. Irigoyen
Redactor especializado en el FC Barcelona y fútbol sudamericano. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Ha cubierto Mundial de fútbol, Copa América y Champions Femenina. Es licenciado en ADE, MBA en la Universidad Católica Argentina y Máster de Periodismo BCN-NY en la Universitat de Barcelona, en la que es profesor de Periodismo Deportivo.

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