Los Lakers más decadentes y sospechosos
Luke Walton, el entrenador, niega que se dejen ganar para lograr así una de las tres primeras elecciones en el ‘draft’
La palabra tanking está vetada en El Segundo, a un paso del aeropuerto de Los Ángeles. En el precioso complejo de entrenamiento de los Lakers se recurre a los eufemismos. Se habla de reconstrucción, de dar oportunidades a los jóvenes. Pero a medida que se acumulan las derrotas, crece la sospecha de que los Lakers, por más que lo nieguen, están haciendo tanking, una palabra de uso común en el deporte profesional de Estados Unidos y que no significa otra cosa que dejarse ganar.
Evidentemente, resulta muy difícil probarlo. Los hechos objetivables son los siguientes. Los Lakers acumulan siete derrotas consecutivas, ocupan la última posición de la Conferencia Oeste, con 19 victorias y 44 derrotas, solo un equipo es peor en toda la NBA, Brooklyn (10-51), se han desprendido del que hasta el momento era su mejor anotador, Lou Williams, y su entrenador Luke Walton, desde hace un mes ha desplazado del quinteto titular a los dos jugadores con más experiencia, Luol Deng y Timofey Mozgov.
“Sé que cada uno entiende el éxito de una manera diferente, pero creo, honestamente, que estamos teniendo éxito con lo que estamos tratando de conseguir”, argumenta Walton. “Les digo a nuestros chicos que es una mierda perder. Nadie quiere perder. Pero lo importante para nosotros es cómo estamos construyendo hábitos en este momento y hacia dónde vamos”. Unas palabras difíciles de digerir en la segunda franquicia más exitosa de la NBA, con 16 títulos, solo superada por los Celtics. La paciencia de la afición está al límite. Phil Jackson se fue en 2011, Pau Gasol, en 2014 y Kobe Bryant, la pasada temporada. El equipo suma su cuarto año consecutivo sin playoffs y con resultados paupérrimos.
Nadie quiere perder. Pero lo importante para nosotros es cómo estamos construyendo hábitos en este momento y hacia dónde vamos Luke Walton
La propensión a dejarse ganar es la perversión a la que conduce el sistema del draft de la NBA. Gracias a su normativa, la competición es más igualada. Los equipos peor clasificados cada temporada son los que en junio pueden elegir a los mejores jugadores que se incorporan a la competición. El efecto perverso del sistema es que algunos de esos equipos que se quedan sin posibilidad de luchar por competir en los playoffs, a partir de febrero o marzo caen en la tentación de dejarse ganar para poder a reclutar a los mejores jugadores menores de 23 años que cada año se apuntan al draft. A eso se añade, en el caso de los Lakers esta temporada, que firmaron un acuerdo con los Sixers para cederles su primera elección en el próximo draft, a menos que el equipo californiano cuente con una de las tres primeras elecciones. Así ha sucedido en los dos últimos años, pudieron elegir en la segunda posición y así contrataron a D'Angelo Russell (2015) y a Brandon Ingram (2016).
A los malos resultados durante el último cuatrienio, se añaden los escándalos que se han sucedido. El más reciente, es la lucha fraternal por el poder de la franquicia entre Jeanie y Jim Buss. La presidenta y copropietaria ganó la última batalla. El 23 de febrero destituyó a su hermano y al director deportivo Mitch Kupchak y colocó como presidente a Magic Johnson. El legendario base que dio tanta gloria al equipo en los años ochenta, tiene una ardua tarea por delante. Y en la plantilla todavía se observan los rescoldos del bochornoso episodio de la pasada temporada, cuando D’Angelo Russell grabó una conversación con su compañero Nick Young en la que le preguntaba sobre una infidelidad a su novia, la cantante australiana Iggy Azalea. La conversación fue difundida por las redes sociales y el vestuario le hizo el vacío a Russell. Así están las cosas en el Staples de Los Ángeles.
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