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El Granada resucita ante un Alavés moribundo

Los cambios de Pellegrino alteran la fisonomía del equipo vitoriano

Los jugadores del Granada celebran el segundo gol.
Los jugadores del Granada celebran el segundo gol.MIGUEL ANGEL MOLINA (EFE)

Era otro Granada y era otro Alavés. Otro Granada con diez de los 11 jugadores que cometieron todos los errores posibles y mostraron una actitud liviana en San Mamés y otro Alavés sin muchas piezas de su habitual caja de herramientas. Es decir, jugó un poquito más el Granada, pero gastó muchas más energías de las que venía utilizando y eso le valió para acoquinar a un Alavés que sin sus medios centros habituales (Llorente y Manu García) se enredó en una rutina aburridísima que tenía como único objetivo silenciar el partido y encontrar una aguja en un pajar. Y la aguja la encontró Wakaso en el pajar de un saque de banda que tocó Adrián Ramos y Wakaso lo golpeó junto al poste. Ahí comenzó la necesaria victoria del Granada, vivida como una tragedia con final feliz.

Cuando el fútbol escasea, por la razón que sea, la actitud prevalece. Y la actitud del Granada convirtió al Alavés en una sombra tan oscura que a veces desaparecía. Sin dirección en el juego, el Alavñes apenas pudo gozar de un par de incursiones de Theo y Katai, ambas mal resueltas por fakta de tacto (Theo) y por retraso en la sideas (Katai). Todo lo demás lo hacía el Granada, sobre todo ganar todo las disputas, los choques, ganaba incuso los balones perdidos. Bien que no siempre sabía en qué invertir porque ni Wakaso ni Uche son dos ingenieros del juego, pero Carcela y Pereira, con el apoyo tardío de Cuenca, se bastaban para ingeniar el ataque y encontrar a Ramos de vez en cuando.

Y siempre queda el disparo lejano, cuando la combinaciòn se rompe. Wakaso lo consiguió al primer intento. En la segunda mitad, Isaac Cuenca que se había quitado las telarañas de la defensa hizo lo propio con un derechazo que Pacheco llegó a acariciar pero solo hasta el poste sin evitar que llegase a la red.

Con un Alavés a medio gas, el Granada sintió el aire en el rostro. Pero en seguida llegó el vendaval. Y ese molesta a los ojos y seca la garganta. El Granada se atragantó con el gol de Camarasa tras un gran centro de Romero y el asedio posterior del Alavés. Todo el aliento que perdió el Granada (que solo apareció en un disparo de Ramos al larguero) lo recuperó el Alavés, con el equipo rojiblanco agotado y nervioso, guardando el bolsillo temeroso de perder sus ultimas esperanzas.

Pudo empatar el Alavés con un gol anulado a Camarasa que remató en posición legal y en un disparo al poste de Ibai Gómez. Luego llegó el ataque de nervios: las pérdidas de tiempo escenificadas de forma infantil, el recital de tarjetas y expulsiones que parecen ya un habito en el musical de los árbitros. Pero al final ganó quien puso más, porque Pellegrino puso menos. Difícil saber cuántos partidos se ganan y se pierden por la alteración de las alineaciones. Solo Romero dejó buenas noticias entre los suplente.

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