Demasiado incluso para Genzebe Dibaba
La atleta que todo lo puede se queda lejos de batir el récord mundial de los 1.000m en pista cubierta
Se pasó más de dos segundos Genzebe Dibaba en su intento de récord de 1.000m en pista cubierta y los puristas del atletismo lanzaron un suspiro de alivio que casi se oye en el ruidoso pabellón de Gallur en Madrid. Los 2m 33,06s de la atleta etíope no se acercaron lo suficiente como para que los 2m 30,94s de Maria Mutola en 1999 temblaran lo más mínimo.
La gente abandonó la instalación ilusionada con Ruth Beitia, la que nunca falla y soñando con la clase de Sergio Paniagua. La cántabra saltó 1,98m y mostró que está preparada para conseguir un nuevo título la próxima semana en los Europeos de pista cubierta en Belgrado. Paniagua, toledano como José Luis González, ganó espectacularmente, de front runner, los 1.500m que servían como campeonato de España promesa, título que lucirá la semana próxima en Belgrado.
A los amantes del atletismo de toda la vida no les gustan los atletas que son capaces de correr rápido en distancias cortas y resistir sin cambiar su zancada en las largas, la especialidad de Dibaba, de 26 años, que corrió frenética, con zancada acelerada, fuera de sí, y solo estuvo en tiempos de récord los primeros 600m (1m 29,36s). Los primeros 500 los corrió tras la liebre que tiró de ella fortísimamente, la bielorrusa Viktoria Kushnir. Los 500 finales, dos vueltas y media, sola delante, con la española Esther Guerrero a su espalda intentando aguantar hasta los 800m. Cuando pasó los 800m en 2m 0,62s, el octavo récord de una extraña carrera de especialista en el esfuerzo en solitario en todo tipo de distancias se convirtió en quimera para la pupila de Jama Aden, el sulfuroso técnico somalí que la entrena bajo un régimen de tiránica exigencia: sesiones multiplicadas a altísima velocidad. Sus 2m 33,06s no son siquiera la mejor marca mundial del año, en poder de la británica Laura Muir (2m 31,93s).
Si Dibaba es la prisa, la urgencia, más que la velocidad, Beitia es la permanencia en el aire, en el tiempo, en la altura. Desde las gradas la veía saltar Roberto Parra, el manchego que ganó el europeo de 800m en pista cubierta hace 21 años, y recordaba que cuando ganó el Europeo júnior, en 1995, en Hungría, ya se sorprendió al ver en el equipo español a una niña de 15 años que saltaba muchísimo. En el pabellón de Gallur la veía 22 años después, aún fresca como una lechuga, y saltarina, y se emocionaba al oír "campeona olímpica" en el momento de la presentación de Beitia.
La cántabra permanece pero no para de cambiar. Si la clave del éxito en Río de Janeiro fue el sueño que le hizo decidir iniciar la carrera parada, en el 2017 en el que busca el oro europeo en pista cubierta y el mundial al aire libre, la clave puede ser que, por decisión de su entrenador, Ramón Torralbo, su regreso a la carrera con salida lanzada después de un invierno de trabajo complicado por el gran número de homenajes y compromisos que la han perturbado. En una competición sin rivales de su talla, saltó perfectamente 1,98m a la primera, una marca que vale medalla en todas las competiciones.
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