Sin tele
Luis Enrique dice que no le afectan las críticas porque no se acerca al televisor ni a la radio, como hacía María Dolores de Cospedal con los periódicos y qué bien le va en la vida
La frase "no me acerco diez metros a una televisión ni borracho", además de ser ininteligible, es una frase que sólo puede decir alguien que ve mucho la televisión. Se trata de esa clase de rechazo teatral a algo que nos saca tiempo y nos pone de mal humor; la primera reacción es decir que no ha pasado. El matiz "ni borracho", por lo demás, es desconcertante: hubiera sido más propio decir "ni sobrio". Bebido y lejos de la televisión lo que se suele hacer es tratar de apagarla disparándola con una pistola. Y después de conseguirlo decir que nunca ves pelis americanas de alcohólicos divorciados.
El autor de la frase es Luis Enrique, entrenador del Barcelona, que está pasando días intranquilos. Él dice que no le afectan las críticas porque no se acerca al televisor ni a la radio, como hacía María Dolores de Cospedal con los periódicos y qué bien le va en la vida. Si finalmente su equipo -el de Luis Enrique, no el de María Dolores- cae en octavos de Champions probablemente entrene desde casa para que tampoco le afecten las críticas de los aficionados. Cada uno se enfrenta a los demás como puede o como le dejan. Y la mejor forma de ofrecer seguridad en público es decir que no te enteras de nada: en caso de juicio garantiza absolución. Nunca la ignorancia fue tan prestigiosa ni tan deseada.
La relación de la prensa con su objeto de crítica ha sido utilizada siempre, con mayor o menor éxito, por ambas partes. Decir que pasas de un periódico es peligroso: puede convertirte en la noticia más leída de ese periódico, lo cual es un drama para ti y no deja de serlo, un poco más íntimo, para el periodismo. Hay un riesgo también en fingir indiferencia, y es que uno siempre termina levantando sospechas: quien dice desconocer ruidosamente algo tiene preparada una tesis para decir lo horrible que es. Pero ha sido de este modo como Luis Enrique encuentra en las preguntas el enemigo exterior que todo equipo en problemas necesita. Él, que tanta altura tuvo cuando Piqué trataba de hacer piña señalando a los árbitros, conoce la dinámica de movimiento de la prensa, que encuentra fuera del campo el interés que a veces prefiere no investigar dentro.
Quizá a Luis Enrique con la prensa le ocurre lo que a Don Quijote con las novelas de caballerías: si la lee mucho corre el riesgo de creérsela. Conozco esa sensación. También sé que hay otro prestigio instalado en España con éxito: el desprecio a los medios. No se ha demostrado que la táctica gane títulos -bien lo sabemos los mourinhistas-, pero si faltan ayuda a sobrellevar el año. Eso sí: no ver la televisión y decirlo es la manera más estridente de verla.
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