Cúper vuelve a ser Poulidor
La derrota en la final de la Copa de África es la séptima del técnico argentino en un partido por un título, pero a todos llegó tras elevar el nivel de sus equipos
Adusto como es, decepcionado tras una nueva derrota en un partido decisivo, Héctor Cúper no estaba para concesiones tras caer en la final de la Copa de África. Camerún remontó un gol inicial de Egipto y llegó al triunfo con un postrero tanto de Aboubakar, el delantero del Besiktas que todavía es propiedad del Oporto. “No me gustaría decir que estoy acostumbrado a perder otra final…”, concedió el técnico argentino tras el partido. Pero era su sexto fiasco, el séptimo si se considera la última jornada del Clausura argentino de 1994, cuando Independiente y Huracán se jugaron a una carta el título. Cúper entrenaba a Huracán y le bastaba con el empate para cantar el alirón. Perdió. En su carrera como técnico se cuentan tres entorchados, una Copa Conmebol con Lanús, y sendas Supercopas españolas con Mallorca y Valencia. Todos los consiguió en duelos a doble partido.
Las siete finales perdidas de Cúper
En el historial de Héctor Cúper figuran tres trofeos. Los ganó en duelos a doble partido, primero con Lanús ante el Independiente Santa Fé en 1996 tras guardar un 2-0 de la ida y encahar solo un gol en tierras colombianas, luego con el Mallorca ante el Barcelona en la Supercopa de España de 1998 con doble triunfo en el Luis Sitjar (2-1) y Camp Nou (0-1). Un año después repitió en la misma competición y rival, pero con el Valencia (1-0 en Mestalla y 3-3 en Barcelona).
En el resto de duelos decisivos, los que se sustanciaban en una única velada, los perdió.
1994. Huracán. Fiasco en el último partido del Torneo Clausura en Argentina contra Independiente (4-0), que se proclama campeón. A Huracán le valía el empate.
1998. Mallorca. La tanda de penaltis le derrota en la final de Copa del Rey, la primera en la historia del club insular, contra el Barcelona (1-1).
1999. Mallorca. Derrota en la final de la Recopa contra el Lazio (2-1). El Mallorca nunca ni antes ni después llegó tan lejos en Europa.
2000. Valencia. Cae en la final en París, la primera de la historia del cuadro che en la Champions, frente al Real Madrid (3-0).
2001. Valencia. Champions League. Otra tanda de penaltis le aleja de la gloria en la máxima competición continental, que fue para el Bayern (1-1). El Valencia nunca ha vuelto a llegar a esa altura.
2010. Aris. El club de Salónica, que solo había ganado una Copa en 1970, cayó (1-0) ante el Panathinaikos.
2017. Egipto. Después de tres años sin jugar la Copa de África, la selección norteafricana se clasifica y llega a la final. Pierde (2-1).
Pero tras esa realidad de este Poulidor de los banquillos se encuentra una certeza: a todas esas finales accedió con equipos a los que había contribuido a subir de manera significativa su nivel. También ahora con Egipto, donde llegó en marzo de 2015 para reflotar a un gigante en horas bajas. La selección norteafricana había ganado los torneos de 2006, 2008 y 2010, pero luego fracasó para acceder a las fases finales de los tres siguientes. “Cuando llegué me pidieron clasificarme para el torneo, no ganarlo. La tristeza que tengo ahora no es por perder otra final si no por mis jugadores y por el pueblo egipcio”, explicó tras caer el domingo en Libreville, la capital de Gabón. Su próximo foco se sitúa en llegar al próximo Mundial y ahí va viento en popa con dos victorias en dos partidos en la fase decisiva de la clasificación.
“¡Póngame bien al maestro Cúper!”, pide Marcelino Elena cuando recibe la llamada del periodista para hablar del entrenador que le extrajó su mejor rendimiento. Con él jugó las finales de Copa y Recopa en el Mallorca, llegó a la selección y se ganó el derecho a firmar un gran contrato en el Newcastle. Su compañero en el centro de la zaga, Iván Campo, lo hizo por el Madrid. El equipo insular había ascendido a Primera en 1997 con un técnico interino, Tomeu Llompart. Ese verano llegó en la isla Cúper, un desconocido. Acabó el campeonato en la quinta posición y accedió a la final de Copa. “Consiguió que fuésemos detrás de él como si se tratase de una secta. Es el entrenador que más me enseñó y con el que más me identifico”, recuerda Marcelino, que ahora ejerce de agente de futbolistas. “Nos ganó desde el primer día porque inculcó respeto, solidaridad y trabajo. Todos los días nos daba charlas de cinco o diez minutos en las que a partir de lo que sucedía esa jornada encontraba un punto para poner su idea e indicarnos el camino adecuado”.
Cúper acaba de cumplir 61 años. No es un sofisticado estratega, sí un hombre de códigos, un tipo de campo curtido en Chabás, en una planicie donde todo quedaba lejos, incluso Rosario, de la que la separan tres largas rectas y 75 kilómetros. Allí lo fue a buscar Carlos Timoteo Griguol para que ejerciese de líbero, el dos argentino, en Ferro Carril Oeste, un modesto que ganó dos campeonatos en 1982 y 1984, el primero de ellos sin perder un partido. Cúper concede que ahí están sus referencias, en ese técnico y aquel grupo. “Le gustaba mucho trabajar la táctica defensiva y de vez en cuando se paraba en la ofensiva. Quería un equipo compacto. No era muy hablador ni era de dar explicaciones, pero sabía tener conectados incluso a los que menos minutos jugaban”, explica Miguel Ángel Angulo, uno de sus pilares en el Valencia. “Nos decía que al entrenamiento íbamos a trabajar y no a pasarlo bien, que éramos obreros del fútbol. Y a partir de ahí insistía en los detalles y en situaciones que se daban en los partidos. A veces parecía que entrenábamos como alevines o infantiles, pero luego nunca cometíamos errores propios de esas edades”, detalla Marcelino.
Los equipos de Cúper no alzan títulos, pero sí revalorizan a sus futbolistas. “Se dice que muchos de los que salimos del Mallorca no triunfamos en otros sitios y la explicación que encuentro es que nunca volvimos a estar tan bien entrenados”, cree Marcelino. Algo similar pasó en aquel Huracán que casi se lleva con él la liga en su primera experiencia en el banquillo con un club que no ganaba desde 1973 y que aún hoy jamás volvió a ganar. Delgado, Hugo Morales, Pelletti y Amato eran las figuras. Los tres últimos jugaron en España sin mayor brillo, apenas descolló Amato y justamente en el Mallorca con Cúper. Pelearon contra el mejor Independiente de los últimos treinta años con Gustavo López, Rambert, Islas, Perico Pérez, Garnero, Cagna o el Palomo Usuriaga. Llegaron hasta la orilla y se ahogaron. Allí comenzó una maldición que continúa. “Espero ganar algún día una final”, apuntó con un hilo de voz tras la derrota del pasado domingo. Antes de salir del estadio, el meta Essam El-Hadary, indiscutible referencia del equipo a sus 44 años, habló muy claro: “Cúper es lo mejor que le ha podido pasar a este equipo”. Egipto tratará ahora de mostrarse en un Mundial, torneo al que solo se asomó en 1934 y 1990. Y Cúper tratará de seguir alimentándose aún a dieta de la victoria: “Dirán que soy un perdedor. No me siento así. El tiempo coloca a cada uno en su lugar”.
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