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Jon Rahm, el signo del campeón en San Diego

El golfista vizcaíno logra su primera victoria en la PGA que le abre las puertas del Masters a los 22 años

Carlos Arribas
Jon Rahm celebra su eagle en el 18.
Jon Rahm celebra su eagle en el 18.Gregory Bull (AP)

Jon Rahm emboca a cámara lenta un putt serpenteante de 18 metros cuesta abajo en el hoyo 18 y las metáforas se multiplican, pero ninguna parece capaz abarcar todo lo que significa ese mínimo toque a la bola con un putter rojo. Ni tampoco los números de todos los colores que acompañan la primera victoria profesional de Rahm, conseguida en el terrible campo sur de Torrey Pines, junto al rugiente Pacífico en San Diego (California, EE UU). El triunfo que transforma a los ojos del mundo al vizcaíno, que pasa de ser un novato de 22 años en el mejor circuito de golf del mundo, el de la PGA norteamericana, en la nueva gran estrella joven. O, como dice Phil Mickelson, uno de los grandes campeones del siglo: “Jon es mucho más que un buen jugador joven, es uno de los mejores jugadores del mundo. No tiene ningún punto débil, todo en él es fuerte”. Lo podrá demostrar dentro de dos meses y medio en el Masters de Augusta, el primer grande el año, al que la victoria en San Diego le abre la puerta.

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Solo cuatro no norteamericanos han ganado en San Diego: uno fue Gary Player, el surafricano que dominó el golf en los años 60 y 70. Otro, Jason Day, el australiano actual número uno del mundo. Los otros dos son vascos: José María Olazabal, en 2002, y Rahm.

Rahm le pone música a la letra, dice uno, queriendo significar que después de haber proclamado que está en el golf para inaugurar una nueva era, el golfista de Barrika (Bizkaia) ha probado con los hechos que no era un fanfarrón. El signo del campeón, dice otro, que se acuerda de Seve Ballesteros y de cómo el cántabro que reinventó el golf hace 40 años, siempre recordaba que no se trata de ganar, sino de ganar con estilo. El estilo de Rahm es el mismo, audacia y riesgo, lo que se llama agresividad. El estilo se traduce en una segunda última vuelta de 30 golpes en uno de los campos más difíciles del circuito, dos birdies y dos eagles, y un final birdie-eagle con el que rompe un empate a -10 de casi media docena de jugadores. Rahm termina con -13 tras una última ronda de 65 (-7), muy distanciado de todos, al estilo, también, de Tiger Woods, que cuando ganó en 1999 en Torrey Pines lo hizo también con un eagle en el 18 y una ronda de 65 el domingo.

La agresividad en el campo, la necesidad de ir siempre a bandera forma parte del ADN de Rahm, su educación golfística en Arizona con Tim Mickelson, su entrenador y agente y hermano de Phil, la incrementó y los consejos de su caddie, Adam Hayes, la hicieron inevitable el domingo. “Cuando estaba empatado a -10 con los demás me convencí a mí mismo de que aún estaba un golpe por debajo, me lo repetía, y salí en el 17 a por el birdie”, dice Rahm, que se embolsó 1.206.000 dólares con la victoria en un torneo en el que algunas grandes figuras, como Jason Day, Dustin Johnson o Tiger Woods, no pasaron el corte. “Y cayó el birdie”.

Ballesteros ganó por primera vez en la PGA a los 20 años, Sergio García, a los 21, Olazabal, a los 24. Rahm lo ha hecho a los 22, después de una carrera amateur en la que batió un récord de Jack Nicklaus y fue número uno mundial 60 semanas.

El estilo convierte a Rahm en un jugador reconocible, con personalidad destacada. La victoria le eleva en todas las listas oficiales. Pasa en el ranking mundial a ser el 46º (era el 137º antes del torneo, el 13º de su carrera profesional iniciada en junio pasado), el quinto en la lista de ganancias y el sexto en la clasificación por puntos de la FedEx Cup.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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