Kovacic da un estirón al Madrid
El equipo de Zidane se las apaña sin mucha brillantez para tumbar a una Real de fogueo y reforzar su liderato. El croata, decisivo, abre el marcador y asiste a CR
La Liga es una noria y nada es lo que parece y nada parece lo que es. De guiño en guiño por todos los barrios. Lo mismo amaga con desvanecerse el Madrid tras una extraordinaria racha triunfal que son sus perseguidores en supuesta alza los que pierden rebufo cuando menos se espera. Cedieron el Barça y el Sevilla, y los de Zidane, con esos dos soplidos, pudieron medirse a la Real sin tiritona, con una mirada más limpia por el retrovisor. No fue un duelo para tirar confetis, ni mucho menos, pero el Madrid, tieso de inicio, se las apañó para dar un estirón en su liderazgo. Y todo con una percha inesperada, la de Kovacic, sacacorchos de la contienda con un gol en la primera ocasión de los madridistas y un posterior servicio para que se redimiera con un tanto el Cristiano contrariado de estos días. Enfrente, la Real Sociedad, a la que una victoria hubiera anclado en la zona de la Liga de Campeones, fue tan pulcra con la pelota como inocua en el área de Keylor Navas.
Desde su paso por la Liga en el Pizjuán, a este Madrid se le ven las costuras. Entonces, como luego en la doble cita con el Celta, se sintió vulnerable. No solo fue una sacudida anímica, sino la mecha que hizo prender una alerta tras 40 partidos sin derrotas. Con más puntos que juego, al primer contratiempo brotaron ciertas evidencias. Las bajas, muchas, pero bien suplidas durante el curso, se han sumado al deficiente momento general. No está Bale, pero Cristiano no está pletórico y Benzema está chato. No ilumina Modric, pero Kroos, que perderá por sanción el próximo duelo en Balaídos, está apagado. Y, por supuesto, ni el señalado Danilo ni el abnegado Nacho tienen el vuelo de Carvajal y Marcelo. Frente a la Real, todos evidenciaron haber marchitado en este estresante mes de enero. Como ante el Málaga, de nuevo fue un Madrid deshilachado y fatigoso en el comienzo. Hasta que Kovacic se soltó las riendas.
Zidane renunció a un media punta que hiciera de enganche y envidó por la asimetría de Lucas como remero por la derecha y nadie por la orilla contraria, de la que ya hace tiempo que se exilió CR. Tampoco se armonizó el medio campo, con Kroos no siempre en el plano adecuado. Sin hilo conductor en los locales, durante un buen trecho el cuadro de Eusebio apenas se sintió en el Bernabéu. Ante la contemplativa rival, el equipo donostiarra se manejó con tanta fluidez para templar con el balón como falto de mano dura. Fogueo, sin más migas ofensivas que las esporádicas aventuras de Oyarzabal. Es un conjunto que sabe acunar la pelota, pero en Chamartín le sobró academicismo y careció de munición, fue un conjunto faldicorto. Antes de la hora, William, su goleador, ya estaba a la sombra. Para entonces, Kovacic, por su cuenta, ya había lanzado al Madrid.
Sin un catalizador
Las malas caras de Cristiano con el murmullo de la exigente hinchada blanca subrayaban la espesura de los muchachos de Zidane, abatidos en ocasiones, sin coordinación para presionar, sin un catalizador del juego o alguien que agitara a la placentera Real. Lo intentó Lucas frente al novato Kevin Rodrigues, pero no hubo huellas del meta visitante hasta un arrebato de Kovacic. El espinazo central del equipo de Eusebio quiso acorralar a CR, incluido el medio tapón, Illarramendi, que perdió de vista a Kovacic. El croata, asistido de maravilla por Cristiano, irrumpió como un tiro hacia Rulli, al que batió sin angustias. Pese a ser argentino, Rulli se vence con premura en los duelos individuales. Lo mismo que cuando Kovacic hizo de arquitecto en el tanto de CR. El croata dibujó un pase clarividente y preciso para el luso, al que enfiló frente a Rulli, otra vez rendido antes de lo conveniente. Eso sí, el portugués le superó con una caricia sutil al balón. Sin pompas, sin el apogeo de otros tiempos, pero pase de gol y gol para CR. Más que nunca, ese es el papel al que parece estar destinado desde que su forro físico ya no es el mismo.
Desde la diana del siete, por más que Eusebio echara el lazo a Prieto y Vela, la Real ya no tuvo dictado. El aseo de la pelota no le sirvió y, ante un adversario más bien hueco, se vio descarrilada sin remedio. Más aún cuando Íñigo Martínez, al que le sobran cables cruzados, se ganó la expulsión. Pura amnesia. Cuando atropelló a Casemiro debió olvidar que ya tenía una tarjeta.
Con poco, el Madrid ahuyentó los fantasmas de las últimas semanas y pudo veranear en el segundo acto, ya sin desvelos. Lo aprovechó Morata para cargar su mochila con un exitoso cabezazo tras un centro de Lucas. Jugada en la que participó Danilo, al que le vino de perlas que el capear del encuentro hiciera que la gente obviara su matrícula. Al fin y al cabo, el Madrid es más líder y, a la espera de aliviar la enfermería, se las ha arreglado para superar sus dos últimos compromisos ligueros. No han sido pocos los campeones capaces de sumar como sea cuando vienen mal dadas. Para el Madrid son tiempos de ganarse las habichuelas como pueda. De momento, cuando parecía más pedestre que nunca, ha arrancado la segunda vuelta reforzado en el primer puesto. Lo que no es poco bálsamo mientras gira y gira esta noria en la que nadie va sobrado.
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