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Un empate marcado por las circunstancias en Butarque

El Leganés resiste jugando con 10 durante una hora ante un Eibar que pagó caro el error de Luna en el gol de Guerrero

Bustinza intenta detener a Luna.
Bustinza intenta detener a Luna.Kiko Huesca (EFE)

Hay partidos que se resuelven por asuntos circunstanciales, imponderables, cosas que no se entrenan, ni se prevén. Suceden porque el fútbol es la ecuación entre aciertos y errores, aunque estadísticamente sean mayoritarios los segundos, porque el pie o la cabeza son menos precisos que la mano. Sucedió por ejemplo, que cuando mejor se organizaba el Eibar, invadiendo el campo y exigiendo lo mejor de Herrerín ante la improvisada defensa del Leganés (repelió dos remates en la misma jugada de Enrich e Inui), Antonio Luna comete un error que sanciona su impericia. Intenta ceder con la cabeza a su portero, con cinco o seis mejores opciones para solventar la jugada, y le pone el balón en los pies a Guerrero, que disfruta como un niño con el regalo. Puro espíritu navideño.

Pero cuando aún el Leganés se relame con el dulce inesperado, sucede que un balón en profundidad del Eibar concluye con Inui dando una voltereta en el aire arremetido por la impetuosa salida de Herrerín. El japonés viendo venir la mole amenazando su frágil estructura, finta el balón sin tocarlo y el portero vizcaíno ya no puede echar el freno de mano y lo voltea como el viento al algodón. El Leganés se queda con diez, y por su mente ya solo pasa defender su ventaja aunque quedan 60 minutos de partido.

Al Eibar le costó leer la nueva escritura del partido: la inferioridad en el marcador y la superioridad en el campo le llevó a atolondrar su juego con balones sorteados que la defensa del Leganés solucionaba con solvencia. Los cuatro de atrás ganaban casi todos los duelos, solo sorprendidos por los movimientos de Sergi Enrich, tanto como sus propios compañeros que casi nunca le entendían.

La segunda mitad ya fue el monólogo previsto. El Eibar se armó de paciencia, la misma armadura que usaba el Leganés al que, por debilidad numérica, le iban flaqueando las fuerzas. Solo Machís le daba alguna profundidad, pero el balón le quemaba en los pies y le ardía la sangre. Aún así, se defendía bien en el juego aéreo y el portero debutante Diego Barrios solventaba la papeleta con menos nervios de lo previsto. La entrada de Adrián le dio al Eibar más toque, la de Kike García aumentó su forcejeo en el área (el árbitro le anuló un gol por fuera de juego de Enrich) y la de Bebe resultó definitiva. Sucedió que un disparo suyo, violento como siempre, golpeó en el pie de Adrian Marín y se convirtió en una parábola inalcanzable para Diego Barrios .

Todo muy circunstancial, muy alterado por las circunstancias, para fraguar un empate de esos que se aceptan o se niegan según como transcurra el partido. Al Leganés le supo a dulce porque jugó con 10 durante una hora; al Eibar le amargó el paladar porque jugó con 11 todo el partido. Pero a ninguno le pareció del todo mal, vistas las circunstancias.

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