Busquets da un paso adelante ante el Madrid
El mediocentro, que actuaba de mediapunta en la presión, recobra su fútbol en el clásico y su mejor versión junto a Iniesta
Hace años que el Barcelona vive de un autoengaño porque no ficha a un mediocentro al entender que Mascherano es el recambio de Busquets en caso de urgencias. Pero el Jefecito, el típico 5 argentino que rasca más que pasa, juega por decreto en el centro de la zaga y no le da resuello al verdadero 5 del Barça. “Es el que menos descansará”, reconoció Luis Enrique a modo de lamento; “porque quizá es el que tiene menos recambio por el perfil de los jugadores del equipo”. Así, titular desde el primer curso de Guardiola, allá en 2008, Busquets lo disputa todo y casi siempre bien. Aunque en esta temporada no ha estado fino, en ocasiones lento en la composición, en otras reiterativo en sus giros que los contrarios ya conocen, y por norma general demasiado solo. No ocurrió así ante el Madrid y el mediocentro volvió a ser el sostén y la palanca del Barça durante una hora, momento en el que apareció Iniesta para poner el ritmo al partido y subrayar al mismo 5.
Acusaba el equipo azulgrana en los últimos encuentros la falta de creación de fútbol en la sala de máquinas, empeñados los zagueros en atender la carrera de los puntas o el recule de Messi. Por lo que el Barça, demasiado estirado, rebajaba por un lado los generosos porcentajes de posesión del mismo modo que también sufría de lo lindo ante las transiciones defensa-ataque de los adversarios porque los delanteros se descolgaban y los medios no podían cubrir todos los agujeros. Busquets era el señalado y criticado porque por mucho que corriera, llegaba tarde. Y, alto y lento como es, sus fallos se acentuaban a ojos del espectador. Ayer, sin embargo, fue otra historia.
Resultó curioso el ejercicio de presión azulgrana porque Busquets era el que salía casi siempre de sitio para tapar las líneas de pase, al tiempo que André Gomes y Rakitic se quedaban por detrás de él. Así, sin el esférico entre los pies, el mediocentro pasaba a la mediapunta –con la clara intención de que Modric no generara juego o los laterales no entraran por dentro- y funcionaba porque pocos futbolistas leen y entienden mejor el juego que él–. La fórmula se mantuvo inflexible durante todo el encuentro, aunque se daba una única variante que era cuando Sergi Roberto recorría el carril derecho y necesitaba que alguien, que Busquets, le guardara las espaldas. Pero cuando el Barça se apropiaba del balón y debía sacarlo desde la raíz, el eje recuperaba su lugar e incluso se insertaba entre los centrales para ayudar en el primer pase. Y todo le salía. Se anticipaba, llegaba a tiempo a las coberturas y robaba del mismo modo que, con los medios a su alrededor y con los delanteros escalonados, también organizaba tanto en corto como en largo, afinado en el golpeo como se vio en ese desplazamiento de 60 metros que alcanzó Neymar y que Luis Suárez trató de prolongar hasta que Varane se entrometió para desviar el tiro.
La paliza de Busquets sobre el césped se apreció en el gol de Luis Suárez; mientras que todos los jugadores fueron a abrazarle, él caminó en dirección contraria y a paso lento hacia su sitio, por más que sí aplaudiera y cerrara los puños. Quizá guardaba fuerzas para ese regate por detrás a Isco, o esa entrada que negó una contra peligrosa a Benzema, o incluso esa otra sobre Asensio que le valió la amarilla pero evitó una situación peligrosa. Quizá también sabía que ya estaba Iniesta sobre el césped y que tocaría el doble de balones porque con el 8 a su lado todo es más fácil; entre otras cosas porque sus obligaciones disminuyen (ya no ejecutaba la presión tan alta) y su visibilidad se multiplica porque el equipo se ordena con su juego. Andrés aceleró primero el duelo y después pidió la pelota para esconderla, para darle la pausa al encuentro y arrinconar al Madrid. Busquets lo vio todo de cerca. Como siempre. Pero ni con esas se llevó el clásico el Barça, penalizado a última hora por el cabezazo de Ramos.
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