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Andy Murray abre una nueva era

El escocés bate a un irreconocible Djokovic en el pulso decisivo (6-3 y 6-4, en 1h 42m), retiene el número uno y celebra su primer título de la Copa de Maestros para culminar una temporada plagada de éxitos

Alejandro Ciriza
Murray posa con el trofeo de campeón en Londres.
Murray posa con el trofeo de campeón en Londres.Julian Finney (Getty )

Lo que a priori era el no va más, la primera vez en la historia que los dos mejores tenistas se jugaban el trono en el último partido del año, el summum, el partido de los partidos, quedó en realidad reducido a algo mucho más simple. Visto lo visto ayer en Londres, hoy día, sencillamente, no hay mejor jugador que Andy Murray. El escocés batió con holgura a Novak Djokovic (6-3 y 6-4, en 1h 42m) y certificó su condición de número uno del circuito. Una condecoración acompañada por su primer título de la Copa de Maestros, después de siete intentonas fallidas. En el choque del todo o nada, el británico (29 años) se exhibió y puso el sello a una temporada de ensueño.

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Murray cerró 2016 en lo más alto, con una secuencia de 24 triunfos consecutivos, y consolidó su reinado. No hizo más que corroborar lo que ha ido construyendo a lo largo de todo este último ejercicio, en el que ha conquistado nueve títulos (totaliza ya 44) y por fin se ha quitado ese estigma de perdedor, de loser, que le perseguía desde que intentó filtrarse en el baile de los gigantes, Federer, Nadal y Djokovic. Ahora, después de una ascensión esculpida a base de trabajo, trabajo y más trabajo, observa a los tres desde arriba, porque actualmente nadie es mejor que él, el que gana sobre tierra, hierba o pista rápida, tácticamente impecable; el 17º jugador (desde que se inició la contabilidad, en 1973) que logra finalizar en la cima.

"He hecho un año genial y aun así he obtenido el número uno en el último partido. Va a ser muy difícil poder conservarlo el año que viene. Necesito trabajar mucho porque Novak va a volver más fuerte que nunca", advirtió Murray en declaraciones al canal Sky Sports. "La verdad es que no ha sido un gran partido. Los dos hemos jugado mejores encuentros que este", agregó Murray, quien dispone de una renta de 630 puntos sobre el balcánico. Su registro indica 12.685, por los 11.780 de Nole, pero a la primera cifra hay que restarle los 275 que perderá al no disputar la final de la Copa Davis que ganó hace 12 meses.

Actualmente nadie es mejor que el de Dunblen, el que gana en tierra, hierba o pista rápida, tácticamente impecable

Ciertamente no hubo un gran espectáculo, pero el cruce entre Djokovic y Murray era el duelo deseado, lo más beneficioso para todo el mundo. Para empezar, para la ATP, rectora del tenis masculino mundial, porque el binomio formado por el serbio y el escocés es el mejor filón una vez que se va disipando la gloriosa rivalidad entre Nadal y Federer; también para el aficionado, que mientras contempla el progresivo cambio generacional todavía no sabe si mirar hacia adelante o atrás, y mientras tanto el choque entre ambos garantiza el antagonismo deportivo que históricamente tanto ha enriquecido al tenis; e incluso llegaba en el momento ideal para los dos protagonistas, porque para Murray era la oportunidad de demostrar que su reinado no es pasajero, que si está ahí es porque es el más fuerte, no solo el jugador más regular, mientras que el de Belgrado tenía la opción de recuperar el crédito después de una oscura segunda mitad de temporada.

Pero no lo hizo el serbio, sino todo lo contrario. A Djokovic se le volvió a ver vulnerable, excesivamente plano, sin trucos para desactivar el electrizante juego de Murray. Hasta que el escocés demarró, con una rotura en el octavo juego del primer parcial (5-3), hubo tanteo y equilibrio, pero una vez que el británico dio el primer zarpazo y quebró por primera vez el servicio de Nole todo fue viento a favor para él. Costaba imaginar que en los dos días previos se hubiera dado una pechada, en las dos citas kilométricas contra Kei Nishikori (3h 20m) y Milos Raonic (3h 38m), porque revoloteaba por el tapiz del O2 con toda la frescura del mundo, como si el que llevase un palizón fuera su adversario, romo y previsible.

Un campeón mentalmente roto

Djokovic, cabizbajo, durante la final contra Murray.
Djokovic, cabizbajo, durante la final contra Murray.Tony O'Brien (REUTERS)

Desde hace tiempo da la sensación de que Djokovic no es Djokovic, sino un sucedáneo. El de Belgrado (30 errores no forzados) ha perdido el filo e incluso el apetito. Mentalmente está roto. Este domingo, después de fallar dos voleas clamorosas, ni rastro del campeón herido de otros tiempos. Resignación, cabeza gacha. Poco más. Ni siquiera el enfado lógico consigo mismo, ni los feos gestos de otras veces, la tensión. Nada. O, más bien, poco, muy poquito. Brazos en jarra la mayor parte de la noche, mirada vacía. Desde que Murray le asestó el primer estacazo se instaló la impresión de que la balanza iba a caer del lado del británico, de que la gran final se había resuelto mucho antes de lo previsto.

Cierra 2016 con nueve títulos y un balance de 78 triunfos y nueve derrotas. Su margen en el 'ranking' final es de 630 puntos

"No fue mi día. No jugué bien y cometí muchos errores. No he sentido la bola como quería. Él mereció ganar, Andy merece ser el número uno. Dejemos que disfrute de ello. No he tenido ninguna oportunidad seria de ganar esta noche", resolvió Nole, que desde que se coronase en Roland Garros (juio) ha dilapidado una ventaja de más de 8.000 puntos. "Ha sido un año complicado. Tuve muchas emociones en los primeros meses y me costó digerirlas. Ahora es el momento de descansar y reflexionar, de dejar la raqueta a un lado. Los últimos cinco o seis meses no fueron como a mí me hubiera gustado", manifestó.

Djokovic se revolvió ligeramente, pero sin mucha fe. Después de encajar dos breaks en el segundo set, 1-4 en desventaja, limó la diferencia. Un espejismo, porque en realidad fue más demérito de su oponente, que se tomó un respiro y bajó un punto el pistón, que porque se hubiese rebelado el serbio. A pesar del 4-3, del 5-4, nunca pareció que a Murray se le pudiera escapar el trono. El rey, lo dejó muy claro esta vez, es él. Sin paliativos. Con esa condición arrancará 2017, como el hombre a batir. Así lo atestigua su cosecha (78 victorias y nueve derrotas), sus nueve títulos; entre ellos, un Grand Slam (Wimbledon) y el oro olímpico. Y, por supuesto, el primer trofeo maestro. Mientras cavile Djokovic y muchos miren hacia otro lado, él es el jefe. Es la nueva era.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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