Muguruza pierde en el caos
Garbiñe cae en su estreno en la Copa de Maestras (6-2, 6-7 y 7-5, en 2h 29m), frente a la checa Pliskova, tras un pulso de alternancias que primero tuvo perdido y después ganado, con un 'match point' incluido
Tenía el día de que no Garbiñe, meditabunda debajo de esa visera por la que, cuando las cosas no van como deben, pasan un millón de pensamientos que intenta controlar porque la mayoría de ellos no le ayudan en absoluto. No entró bien en esta Copa de Maestras, la segunda que disputa, y Karolina Pliskova fue además la que tuvo más temple en un partido muy psicológico, de mucha alternancia, de caos. Total que, para empezar, 6-2, 6-7 y 7-5 (en 2h 29m) en contra de Muguruza. Es decir, mal asunto. Malo tanto por la dicotomía –lo tuvo todo perdido y luego ganado– como por el resultado, que le obliga ahora a hacer un extra en los dos próximos compromisos del grupo. Y a estas alturas, ciertamente, la cosa no está para extras.
Garbiñe arrancó con la misma dinámica que traía de la gira en Asia. Esto es, estuvo plomiza y alicaída. No encontraba la forma de exigirle a Pliskova y encima esta tiraba una pedrada tras otra, violentísima, con seguridad y sin dudar lo más mínimo. La checa sacó brillo con las bolas hasta el último rincón de la pista, derechazo a derechazo, o revés a revés, ganadores en todo caso. Y mientras, al otro lado, Muguruza tenía uno de esos días de batalla, sí, pero consigo misma. Su cara es un libro abierto y este lunes el rostro decía muchas cosas: que no estaba cómoda, que por qué no me sale esto o por qué no lo hago de este otro modo. “¡Garbiñe, así no, así no!”, se le escuchaba reprocharse en el Singapore Indoor Stadium.
El técnico con el que comparte horas y horas, Sam Sumyk, interpretó enseguida la situación en el primer receso prolongado, cuando su chica ya había entregado el primer set con 11 errores no forzados y sin apañarse ni una sola pelota de break, así que salió disparado del box para la tutoría de rigor. Lo que se encontró el preparador francés fue distancia, a esa Garbiñe obcecada y sin ganas de saber de nada ni de nadie, peleándose con ese yo que trata de controlar por todos los medios, que unos días la hace grande, enorme, especialmente cuando los grandes focos la apuntan, y otros días la achica sin que ella misma ni consejo alguno puedan poner remedio.
Fue poco a poco reinsertándose, ganando un poco más de frescura en los movimientos y agresividad en los golpes, así que la luz comenzó a asomar por la rejilla de su mente. Quebró el servicio de Pliskova, lo cual no es nada sencillo puesto que la checa es la sacadora más punzante del circuito este año, y con el 5-3 se metió de nuevo en el partido. De inmediato le devolvió el break su rival, pelotazo a pelotazo, zambombazo a zambombazo, pero Garbiñe estuvo valiente en el segundo parcial. Se sostuvo, no se dejó llevar por los diablillos que le visitan, y aunque terminó inclinándose ofreció una resistencia más que digna hasta el final. En el tie break empezó con un 3-0 en contra, bofetada al canto, pero se levantó, porque no se iba a rendir, esta vez no. 3-3, 5-4, 6-4 y 7-4. Entonces apretó el puño con rabia, cegó a Pliskova (19 errores) y esa cara que lo refleja todo ya no apuntaba al suelo, como en el intempestivo primer set, sino que miraba al frente. De aquí, o me sacan, o yo no me voy. Y eso que en Singapur el reloj ya marcaba la 1.15 de la madrugada, sesión golfa.
No apuntilló y ocurrió otra vez, de nuevo: la riña interior, la zozobra que le dio vida a su rival. Los dos mundos de Garbiñe
En consonancia, Garbiñe se desmelenó. ¡Cras, cras, cras! Su cordaje desprendía un sonido melodioso, el indicativo de que se encontraba bien, de que ya no le frenaba nada. “¡Así sí, así sí! ¡Vamos!”, se replicó, perdonándose el feo del primer set, diciéndose a sí misma que podía, que si aleja las malas vibraciones y llama al buen karma acaba encontrando el punto de juego con el que conquistó París, que la inflamación que tiene en el tobillo izquierdo y la va a obligar a parar un mes después de Singapur tampoco puede con ella. Pegó, pegó y pegó, abriendo brecha (4-0, 5-2…) en el set definitivo. Se diluía Pliskova y el pulso emocional se decantaba a favor de Muguruza, que llegó a disponer de un punto de partido con el servicio en su mano.
Pero no apuntilló y ocurrió otra vez, de nuevo: la riña interior, la zozobra que le dio vida a una adversaria que lo había tenido casi todo perdido. Demasiada curva emocional, el carrusel de pensamientos. Los dos mundos de Garbiñe. Y el peaje: una dolorosa derrota para comenzar.
“Al principio no veía la pelota”
Visiblemente afectada, porque tuvo el partido contra Pliskova en la mano y se le fue, y porque ahora una combinación puede dejarle fuera del torneo este miércoles –en concreto, una derrota suya mañana frente a Agnieszka Radwanska y un triunfo de Svetlana Kuznetsova ante Pliskova–, Muguruza atendió a la prensa desplazada a Singapur cerca de las 2.00 de la madrugada.
"En el primer set ella ha pegado 25.000 palos y a mí me ha costado mucho igualarle el nivel. Luego me he dicho: vamos a intentarlo, el partido no se ha acabado. Vamos a aguantarle y hacerle correr. Le di la vuelta y el tercer set empecé muy bien, pero al final estos partidos son tres puntos", explicó Garbiñe, que en el segundo compromiso se enfrentará a Radwanska de nuevo en el segundo turno (hacia las 21.30 hora local, 15.30 española).
"No sé que imagen transmito, pero desde que entro en la pista tenía las mismas ganas de ganar. Al principio, en el primer set, decía: no veo la pelota. Entonces estaba un poco como en plan, bueno, ok. En el segundo he empezado a encontrarme mejor y entonces me ha venido más energía. Tal vez a veces no aparento animarme tanto, pero dentro de mí siempre estoy con la misma tensión", zanjó.
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