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Recital del Real Madrid ante el Betis

Los de Zidane apabullan a los verdiblancos con gran fútbol y la actitud adecuada. Con un Kroos excelente y algunos goles magníficos, los madridistas sellan su mejor jornada del curso

José Sámano
Ronaldo, Bale, Benzema y Marcelo felicitan a Isco tras su segundo gol
Ronaldo, Bale, Benzema y Marcelo felicitan a Isco tras su segundo golPACO PUENTES

El Madrid más seductor del curso dejó un partido para el recuerdo. No por la trascendencia del envite y el hueso del Betis, sino por evidenciar de lo que puede ser capaz. En Sevilla fue un equipo arrebatador, con tanto garbo como talante. Un conjunto redondo, estilista y laborioso, como demandaba Zidane.

El Madrid tiró de catálogo y fue un certamen de fútbol, sobre todo durante el primer tiempo. Dejó un partido rotundo, para fardar con motivos, y un goteo de goles para rebobinar. Esta vez, con aire de mosqueteros, nadie se hizo el remolón y el equipo selló un periodo inicial extraordinario. Todo un simposio de táctica y técnica, y una actitud intachable. Mientras le cayó la tromba visitante, no hubo deméritos del Betis, fundido por un adversario que le dejó en tanga. Sometido por un rival que, por momentos, jugó al solitario.

El tanto prematuro de Varane, que hizo de Sergio Ramos en ataque, dio paso a un Madrid recreativo. El cabezazo del francés no fue episódico. El gol dio a entender que el equipo de Zidane había marcado a fuego el encuentro. Los cuatro empates precedentes le espabilaron. Y las goleadas de Barça y Atlético le estimularon.

Dispuesto a sacudirse los fantasmas de las últimas semanas, el Madrid desató la tormenta perfecta. Ausentes Casemiro, Modric y James, Kroos y Kovacic tomaron el timón, con guantes de seda para la escuadra y el cartabón. Ambos estuvieron bien auxiliados por un refrescado Isco, liberado por delante de los dos medios. Marcelo, de vuelta de la enfermería, conquistó la banda izquierda y Bale, junto a Carvajal, también amedrentó lo suyo por la otra orilla. En ataque estático y a campo abierto, el Madrid fue abrumador. A los chicos de Poyet solo les quedaba morir de realidad. Salvo al eterno Joaquín, el único que se sublevó. Para desgracia bética, un quite de Kroos al capitán originó el segundo tanto. El alemán avanzó con paso prusiano, atrajo a toda la retaguardia local y en el momento justo cedió la pelota a Benzema. La resolución del galo fue apoteósica. Con el pie derecho burló al meta Adán. Le hizo creer que dispararía a su poste más alejado, el izquierdo. Pero en la última milésima del remate dio un giro de tobillo y le puso la pelota en dirección contraria. Un toque versallesco. Esas cosas tiene Benzema, en Sevilla de nuevo Benzema, el auténtico, el que lleva lubricante en las botas, no el de los últimos tiempos.

Reducido a cascotes, el Betis solo amagaba por la banda de Joaquín y Piccini, que se procuró la única ocasión verdiblanca en el acto inicial. Un espejismo. Los goles, el fútbol, el ánimo... todo era del Madrid. De hecho, antes de la diana exquisita de Benzema, Cristiano ya había fallado un gol y Bale había cabeceado, en vuelo raso, al poste izquierdo. Con Keylor en la tumbona, al Real solo le faltaba Cristiano, con más ajetreo que pericia. CR aún no es CR. Es lo que supone tener el listón propio por las nubes.

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Con el luso todavía en la sala de espera, el tercer estacazo fue el único casual en su producción. Marcelo, en fuera de juego, cazó un rebote. Pero la noche estaba para los violines, no para jugadas de gaita. El cuarto fue un romance total. De un córner en contra, el Madrid se sacó de la chistera un contragolpe descomunal, una oda a esta suerte del fútbol. Seis jugadores visitantes se arrancaron como búfalos para certificar una secuencia fabulosa: Kovacic-Pepe-Kovacic-Benzema-Cristiano-Pepe-Isco. Seis pases subordinados a toda mecha para el broche final del malagueño. Fútbol tertulia a la carrera.

De vuelta del diván del intervalo, el Betis intentó despejar los truenos. Paliar, al menos, lo que se podía avecinar, una goleada de época. Los muchachos de Poyet, siempre con Joaquín por bandera, cazaron el gol de Cejudo. El técnico uruguayo ha decidido que su carpanta ofensivo, Rubén Castro, parta hacia la portería desde la izquierda, lo que rebaja notablemente su escala goleadora.

Juego hipnótico

El mayor empeño bético tuvo carrete lo que tardó Zidane en activar de nuevo a los suyos con la entrada de Lucas, que siempre pone decibelios. Kroos recuperó su juego hipnótico y el Madrid se cuadró de nuevo. Sin los alardes del primer tramo, pero con la consistencia suficiente para despejar cualquier esperanza local. Este Kroos es un domador de pelotas, cuando convienen las luces cortas y cuando se precisan las largas. Con muchas más intermitencias, Isco, esta vez notable, tampoco es un piernas. Su rosca en el quinto bingo lo subrayó.

Otro golazo para una noche que terminó de ser redonda para el Madrid cuando Cristiano Ronaldo aumentó la cuenta. Una goleada tan brillante requería algún apunte del genio en su camino para ser de nuevo un genio. Con él festejando su golito, el Madrid cerró la jornada con un brindis sonoro y muy merecido. Ya conoce la ecuación primordial, talento y solidaridad. Con la dicha no siempre basta. Esta vez tuvo de todo. Un recital en toda regla.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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