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El Alavés aprovecha los regalos del Granada

Varios errores de bulto condenan al equipo de Paco Jémez en Mendizorroza

Pereira pelea con Kiko Femenía.
Pereira pelea con Kiko Femenía.ADRIAN RUIZ DE HIERRO (EFE)

En Mendizorroza los partidos hay que verlos medio de pie o medio sentado. Más que el fútbol impera el corazón, con sus sobresaltos, sus sustos, sus taquicardias. Las combinaciones son ocasionales, las disputas, habituales, los encontronazos recurrentes. Pura sangre. La del Alavés y la del rival, condenado a sobrevivir en un campo de minas. El Granada está en busca de Paco Jémez y Paco Jémez en busca del Granada. Y no acaban de encontrarse. A veces van en dirección contraria. Y por el centro, se coló el Alavés, bien armado, más sudoroso que bello, sabiendo a lo que juega, a un gol, o a dos si le dejan. Es la diferencia: el Alavés está hecho, el Granada, no. La diferencia es abismal, en estos casos. El Alavés no concedió nada y el Granada estaba de rebajas. Tras compartir el tedio de la primera mitad como si en vez de un campo de fútbol fuera un parque de otoño a media tarde, el Alavés metió una marcha más y el Granada, una menos.

He ahí la diferencia. En disputas igualadas, la mayor velocidad suele tener que ver con el resultado. Y la ambición estaba en la cabeza y en los pies de Camarasa, un futbolista que combina la horizontalidad y la verticalidad desde su posición en el centro del campo. El trabajo, el destajo, predominaba en el terreno de juego. El sudor regaba el césped. Nadie encontraba a nadie. Choques, golpeos, bombeos... Pero no hay partido sin ocasión, sin inteligencia, sin detalle. A los siete minutos de reiniciarse el partido, tras el descanso, Camarasa mantuvo el tipo, robó, condujo, midió el momento del pase, apuró la última décima y habilitó a Edgar para que batiese a Ochoa. El sudor, el pugilato, se resolvía con una finta, con un detalle de calidad. Y para que no hubiera duda, Camarasa firmó el segundo por tenacidad y por la ayuda inestimable de Uche que falló al medir el pase largo y a la hora de colocarse. Pero Camarasa estaba allí porque era el futbolista más profundo, quizás el más ambicioso, quizás el más enérgico.

El Granada era intermitente, fallón en defensa, a golpe de Márquez en el centro del campo y soñando con Barral en la delantera. Pero fue Kravets, el ucraniano, el que le dio media vida. Jémez fiel a su estilo lo metió en el minuto 71 sustituyendo al israelí Atzili, que había salido tras el descanso. Le salió bien, tan mal como le sentó al israelí. La primera que tuvo Kravets fue gol cuando parecía que la palidez invadiría el partido. Fue un espejismo. La defensa del Granada es una invitación a optimismo rival. Cuando quiere apurar, regala; cuando aprieta, se equivoca. Soñando el Granada con el empate, una jugada en el área del Alavés acabó con un balón largo, un error lamentable (otro) al intentar ceder al portero y el tercer gol de Deyverson. Que juega a la que salta.

Primer triunfo del Alavés en su estadio con más eficacia que juego, con una suma de esfuerzos que equilibra sus dificultades, y un nulo ejercicio del Granada, que necesita el tiempo que quizás no tiene para que el puzle sea legible. Demasiados errores individuales para sobrevivir en el oleaje de la categoría.

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