Aduriz castiga al Valencia
El Athletic remonta al equipo de Ayestarán con dos tantos del delantero rojibanco
En aquellos años se decía que cuando una moto no arrancaba quizás tenía pelo en la bujía. Al parecer era verdad, porque la quitabas, la soplabas, la volvías a colocar y la moto emitía ese ruido salvador: ¡brrrrrum, brrrrrum!. El Valencia era el pelo de la bujía del Athletic: lo sopló y la moto echó a andar. Fue un arranque suave, nada estruendoso, pero la moto rojiblanca, desengrasada y llena de pelos en la bujía, se comportó como un ciclomotor aceptable, eficiente, con algunas emisiones tóxicas, es cierto, y los frenos de disco un tanto rayados, o sea la defensa. Claro que si encima de la moto circula Aduriz da igual que la bujía tenga pelo o melena de campana. Los soplidos de Aduriz son ventoleras, huracanes, goles que caen como las hojas en otoño, a veces mansas, a veces arremolinadas. Y cayeron dos hojas como podía haberse quedado calvo un árbol entero.
El Valencia sí tiene pelo en la bujía, una cabellera colgando de la rosca que le ata las piernas, pero sobre todo convierte su esperanza en un ovillo lleno de nudos. En menos de dos minutos marcó un gol pleno de intuición y sabiduría. Un correteo intenso por un costado, ante la pasividad rojiblanca, que culminó Álvaro Medrán en el otro lado. O sea, como mandan los cánones. Difícil saber si ese madrugón fue bueno o fue malo. En las crisis, y la del Valencia es profunda, un gol es lo más parecido a una bendición, pero para defenderlo hace falta algo que hoy por hoy el Valencia no tiene: fe y pasión.
Un equipo construido de adelante hacia atrás, con pólvora en la delantera y plastilina en la defensa. En el centro, nubosidad variable. Por eso el gol no le tranquilizó, si acaso le acomodó. Y en una defensa de organdí, Aduriz más que una aguja es una máquina de coser que cuando da al pedal no deja puntada sin hilo. Todo un síntoma que en un libre indirecto de Beñat, Aduriz cabecease a placer aprovechando la pantalla de Laporte. Probablemente, podría haber marcado incluso con oposición, pero así, disfrutando de una libertad a la que no esta acostumbrado, no solo marcó sino que añadió plasticidad al gol. Un sol en la tiniebla del Valencia.
Antes del gol rojiblanco, el Valencia había hecho algo que solo transmite debilidad, un mensaje de humo que se vio en todo el campo: a los 20 minutos comenzó a perder tempo, que es algo así como abrigarse en agosto por si el invierno viene fresquito. Y te ahogas. Quedaba toda una estación por transcurrir en La Catedral, y el Valencia sacó el abrigo ante un equipo que se distingue por remangarse con mayor o menor acierto. La asociación de Beñat y Aduriz volvió a producirse poco antes del descanso, esta vez a balón rodante: el delantero se coló entre los centrales y el centrocampista le volvió a ver con claridad. Aduriz sentenció acariciando el balón con el exterior del pie, rematando de costado por encima del portero.
Ante una defensa de organdí, Aduriz más que una aguja es una máquina de coser que cuando da al pedal no deja puntada sin hilo
Era el tiempo de la rabia, del dolor en el costado para el Valencia, porque el Athletic era una apisonadora con más potencia que estilo, con más fe que argumentos. Hay muchos jugadores que aún no han acabado la pretemporada, pero anímicamente están como siempre. El Valencia no encontró la dirección de Parejo y así la tripleta de arriba se diluye, se aleja de la portería, no la frecuenta. Quedaba un período, pero se le hizo más largo al Valencia que al Athletic. Una ocasión tuvo el equipo de Ayestarán y sirvió para demostrar que el joven Kepa es portero de garantías y reflejos: sacó la mano como un resorte para repeler un remate de Rodrigo a un metro de la raya. Pero antes y después, el Athletic había segado la hierba de la portería de Alves, acumulando ocasiones solo malgastadas por la ineficacia absoluta de los centros de Williams, la falta de puntería de Susaeta o Raúl García. Especial fue la tormenta imperfecta en el minuto 84 cuando combinaron Susaeta, Beñat, Aduriz y de nuevo Beñat, que a puerta semivacía se fue al suelo por parsimonia en el remate.
A veces a los equipos se les denomina colectivos. Y colectivo en Argentina se denomina a los autobuses urbanos, donde viajan gentes heterogéneas. O sea, no grupos. Heterogéneos, como el Valencia. Ese es su problema.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.