Guardiola y los otros
Cualquier partido de un equipo entrenado por el técnico catalán se puede considerar un choque de estilos
Se respira tanta tensión en las horas previas al enésimo duelo entre Pep Guardiola y José Mourinho que uno tiene la sensación de que algo terrible está a punto de suceder, como en esas películas donde un gato negro cruza la pantalla bajo una farola y al abrigo de un portal intuimos la sombra de un hombre con gabardina. Son señales inequívocas de que está a punto de cometerse un asesinato así que nos agarramos con fuerza al sofá, aguzamos los sentidos y nos preparamos para conocer la identidad del desgraciado en cuestión, que en el caso concreto de las películas americanas de los años noventa suelen ser el amigo negro del protagonista o la rubia de cuerpo explosivo y vicios reprobables.
Son legión, a estas horas, los aficionados que esperan el desenlace final del ansiado partido para poder certificar, por fin, la primera muerte de la temporada. Dentro de cada hincha habita un enterrador o un gerente de funeraria, esto lo aprendí siendo todavía un niño. Eran otros tiempos, días en los que el panorama futbolístico estaba dominado por una cuadrilla de dirigentes de gatillo fácil que se cargaban al entrenador de turno al segundo o tercer partido, sin apenas torcer el gesto. Sin embargo, o mucho me equivoco o sospecho que no hay que ser un fino estadista ni un adivino en potencia para predecir que, suceda lo que suceda el próximo sábado en Old Trafford, los dos técnicos llegarán con vida a sus confortables hogares y ambos mantendrán intactas sus posibilidades de alcanzar la gloria en Primavera.
“¡El derbi de Manchester! ¡El derbi de Manchester!”, se oye gritar estos días en cualquier rincón de España. Uno tiene la impresión de que tan entrañable cuadrilla de alborotadores se toman el duelo entre equipos ingleses como un Barça-Madrid subcontratado, un poco lo que solemos hacer en este país con casi cualquier evento, ya sea una convocatoria de la selección, unos juegos olímpicos, unas elecciones generales o una simple colecta con huchas del Domund. No faltarán, por supuesto, estudiosos del juego que pongan el acento sobre asuntos menos populistas y nos animen a disfrutar del partido como un choque de estilos, un enfrentamiento entre escuelas filosóficas de la antigua Grecia. La afirmación tiene su aquel pero no deja de ser una media verdad o una gran mentira, como ustedes prefieran.
Hace unos años, un amigo mío se compró un Audi A3 con todos los extras y lo primero que hizo fue ir a ver a su padre, en busca de su aprobación. “Mira, hijo mío”, le dijo con cara de gran decepción. “Hay dos tipos de coches: los Mercedes y los otros”. Yo opino lo mismo sobre los entrenadores, por eso creo que cualquier partido de un equipo entrenado por Guardiola se puede considerar un choque de estilos, incluidos los venideros frente al Barça de Luis Enrique, por más que nos empeñemos en maquillar el perfil del asturiano. No digo que sea mejor, aunque lo piense. Solo digo que hay dos tipos de entrenadores: Guardiola y los otros.
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