Piqué cambia pitos por aplausos
El jugador del Barça, hostigado por la hinchada de León en 2015, regresa al mismo escenario como un ídolo de masas. Morata se entrena con normalidad
El río Bernesga corta, como siempre, el prado que separa la Plaza de Toros de León del estadio Reino de León. Pero no siempre es el mismo río. No es el mismo curso de agua que en junio de 2015 lucía un chorro ocre que todavía arrastraba caudaloso el deshielo primaveral. Este domingo, 15 meses más tarde, apenas era un manso arroyo de un verde cristalino cuando el autobús de la selección de España lo atravesó para ir desde el hotel al campo a celebrar el entrenamiento de rigor. Miles de aficionados pasaron por el puente para acudir al estadio y ver, gratis, a sus ídolos. Sobre todo a uno, que inspira la imperecedera rencilla popular. Se trata de Gerard Piqué, jugador de jugadores, jugador de fútbol, y jugador imprescindible en el juego de los antagonismos hispánicos.
La hinchada de León fue la que más reprobó a Piqué por su burla al Madrid el día de la fiesta del alirón del Barça, tras la Liga 2014-15. Presa del trance, en pleno baño de multitudes en el Camp Nou, el central culé se mofó de sus adversarios con un agradecimiento vociferante a Kevin Roldán, el cantante colombiano que animó el guateque del cumpleaños de Cristiano Ronaldo en la noche del 4-0 del Calderón. La evocación jocosa de aquella bochornosa jornada madrisista encendió la ira de las gentes que comulgan con el club de Chamartín en todo el país. Escarnecidos, muchos resolvieron recordarle a Piqué que ya no gozaría de su apoyo cuando se pusiera la camiseta roja. La ola de indignación se extendió por todos los territorios de la vieja Castilla y más allá. El primer estallido manifiesto se produjo en esta esquina del noroeste peninsular que se jacta de su origen romano y reconquistador. Sucedió el 11 de junio de 2015, con motivo del amistoso España-Costa Rica. A orillas del Bernesga.
Hace un año Piqué se fue dolorido, o divertido, de León. Quién sabe. Este domingo regresó casi de incógnito junto con la expedición que se disponía a enfrentar a Liechtenstein en el primer partido de la serie de clasificación del Mundial de 2018. La gente que se amontonó en la estación de trenes para recibir al AVE de la selección se mostró entusiasmada sin hacer distingos. Preguntado por el asunto, el nuevo seleccionador, Julen Lopetegui, dijo algo así como que no se pronunciaría sobre sucesos que pertenecían a la prehistoria: “No hay que mirar al pasado. Solo miro a la fantástica acogida que nos dio la gente al llegar a la estación. Mirada positiva cien por cien. Seguro que la afición nos apoyará como siempre”.
Puesto a escenificar el pensamiento positivo, el entrenador quiso hacer una demostración de relax poniéndose a jugar con un balón en medio del campo, en compañía de Pablo Sanz, su ayudante, y José Manuel Ochotorena, el preparador de porteros. La agradable triangulación y las virguerías de Sanz entretuvieron al público mientras esperaba la entrada de los jugadores. Salieron todos. Todos, incluso Morata, que se entrenó con normalidad después de las molestias físicas de Bruselas. Todos menos uno que, con pausa dramática, sembró una especie de tensión artificial. ¿Qué le pasaba? ¿Vacilaba? ¿Enfermaba? ¿Se ocultaba? Los rumores se propagaron hasta que se escuchó un zumbido y por la boca del túnel de vestuarios se asomó el famoso tupé. Y entonces la muchedumbre del Reino de León deliró con el personaje porque, quizás, descubrió que le seguía el juego. Resulta que una parte notable de la afición futbolística contemporánea se aproxima a este espectáculo sin contemplar el fútbol. Con ánimo de Aquí hay Tomate.
La visión de Piqué saliendo el último, con una rara camiseta de mangas recortadas, casi desafiante, a unirse al entrenamiento como quien sube al plató, inspiró una mayoritaria batería de aplausos. También hubo pitos aislados, bolsas de indignación invencible, incrustada. Reproches que se perdieron con el correr de la práctica ante el desparpajo del jugador, que parecía seguro de obtener la indulgencia. Si la desproporción de 2015 no tuvo causa aparente, la efusión de aprecio de 2016 tampoco. Piqué, aparte de tener un año más (29) sigue siendo el mismo aventurero.
El espíritu de la telerrealidad gobierna las masas y Piqué, como pudieron verificar los concurrentes, representa esa fracción del fútbol sin la cual este negocio sería más industrial, más señorial, más predecible, más uniforme y menos natural en un mundo tan cambiante como el río Bernesga.
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