Tercera Supercopa de Europa para el Real Madrid: Sergio Ramos no tiene fin
Un gol del capitán en los últimos segundos lleva al Madrid a la prórroga, donde Carvajal remata la tercera Supercopa de Europa blanca ante un bravo Sevilla
Un partido con muchas curvas encumbró de nuevo al Madrid en Europa, donde no pierde una final desde hace 16 años. Un duelo muy bravo con un desenlace muy madridista. Un gol de Sergio Ramos en los últimos segundos, otra vez en su minuto 93, permitió a su equipo disputar un tercer tiempo en el que también muy cerca del últimos suspiro, Carvajal se fabricó un súper gol, un tanto muy atlético cuando la gente ya estaba muerta, extenuada. Dos azotes soberanos para el Sevilla, que tuvo el trofeo a tiro y aguantó muy disminuido una prórroga infernal. Un Sevilla de nuevo remozado y, una vez más, con muy buena pinta. Enfrente, un Madrid sin cinco titulares como Keylor, Pepe, Kroos, CR y Bale que se batió con jugadores destinados a ser teloneros, como Asensio y Lucas Vázquez. Junto a los goleadores, protagonistas indiscutibles del campeón y de un partido que selló el poderío de la Liga.
De inicio, promulgada la alineación de Zidane, quedó claro que James ha pasado al camión escoba. Sin Kroos y con Modric en el banquillo, el técnico francés le puso el intermitente con Kovacic, Isco y Asensio. Para colmo del cafetero, Asensio, póster de una pretemporada sin pasarelas de fichajes, fue el primer James madridista, el que llegó con la púrpura de su gran Mundial en Brasil. Asensio, de mercado balear, no colombiano, también tiene seda en la zurda, un periscopio para asistir y un golpeo demoledor. Como espejo, su golazo, un disparo estruendoso a varias cuadras de Sergio Rico que lijó la escuadra derecha del portero sevillista. Más allá del gol, Asensio dejó huella, tiene fútbol y desparpajo, y se le ve con colmillo. A sus 20 años, graduado en el Espanyol, como Kiko Casilla y Lucas Vázquez, no ha regresado para ser un mero aguador. Si James no confiesa a James, en una plantilla con sobreabundancia de medias puntas, por los que sienten predilección en la alta cancillería del club, el colombiano corre el riesgo de ser residual, un problemón para una entidad que precisa de su amortización, deportiva y económica. Zidane solo le dio pista cuando el Sevilla ya había remontado el tanto de Asensio, cuando no le quedaba otra que abrirse la camisa. Ya en la prórroga, despertó James, con buenos minutos. Minutos en los que ya no hubo pistas de Asensio.
El estupendo gol del mallorquín certificó a un Madrid que despegó con más chispa que el Sevilla, aún en la compleja probeta de Sampaoli y su ajedrecístico sistema. Frente a un Real más directo y con mayor volumen, de entrada, el cuadro andaluz fue más académico que festivo, le sobraron amarres, demasiado parsimonioso. Sampaoli, como demostrara con éxito en la selección chilena, apuesta por equipos que, portero incluido, se articulen con la pelota e incordien sin ella. Partió con tres centrales, pero a los cinco minutos el técnico argentino reordenó al equipo con una zaga de cuatro. Con Kovacic como madridista de lanzadera en la presión alta, a la retaguardia de Sampaoli le costaba un mundo dar carrete al juego. Iborra y N'Zonzi, como pivotes por delante, tampoco daban hilo. Son jugadores con más hormigón que destreza.
Empeñado en invadir el medio campo, al que se sumaban Vitolo, Kiyotake y Franco Vázquez, el Sevilla no era fluido. Mucho pase de garrafón y nada de profundidad. Ya en ventaja, el Madrid reculó y se dispuso a la contra, con Lucas como el mejor agitador desde el principio hasta el final, con Kovacic y sus espasmódicas arrancadas y el buen tino de Asensio e Isco. Inopinadamente, no hubo secuencias de Marcelo y ni migas de Morata, desconectado del partido y muy superado por la obra final de Benzema. Tanto como Vietto, el nuevo ariete de los de Nervión, extraviado por completo.
Media hora tardó el Sevilla en dar foco a Kiko Casilla. Y tuvo que intervenir uno de los centrales, Carriço, que enganchó un buen disparo lejano al que respondió el meta madridista con eficacia. Poco a poco se apagó el Madrid y con el partido espeso solo un relámpago podía despertar al Sevilla. Lo encontró cerca del descanso, cuando a Varane le faltó contundencia frente a Vitolo, que tuvo tanto tiempo de armar un posible remate que mientras se preparaba la ejecución se le coló el italo-argentino el Mudo Vázquez, que embocó con un tiro sutil. Un jugador interesante que ha hecho carrera en el modesto Palermo, también bajo el radar de Monchi. Un futbolista con buen manejo del balón, habilidoso y que flirtea con el gol. Sin Banega, Vázquez se perfila como el faro del equipo. El trabajoso método de Sampaoli es probable que destile un Sevilla que sea un verdadero engorro para cualquier rival, pero no serán pocos los momentos en los que precise solistas. Gente como Vázquez y Konoplyanka, sorprendente reserva en esta Supercopa, serán cruciales.
Mejoró el Sevilla en el segundo tramo, con el mismo posicionamiento pero con más velocidad de pase, mayor empuje y decisión. Cada intervención de Sampaoli le mejoró. Primero al retirar a Vietto y ubicar a Franco Vázquez como ariete postizo y, más tarde, con la entrada de Konoplyanka y Kranevitter. Zidane, consciente del desfonde de los suyos, respondió con Benzema por el invisible Morata y con Modric por Isco. De inmediato, en plena ascensión sevillista, Vitolo encaró a Sergio Ramos, que casi sobrepasado, descolgó el talón derecho para interrumpir el ataque del canario. El árbitro interpretó que el nudo del capitán madridista fue suficiente para decretar penalti. No falló Konoplyanka.
Al contrario que en el primer tiempo, el Sevilla mandaba en el marcador y gobernaba el juego. Pero el Madrid lleva más de un siglo brindando como nadie en los últimos asaltos, cuando emerge desde las cuerdas y apela a las bravas. Una vía que en estos tiempos abandera Sergio Ramos, el de Lisboa, el de Trondheim. Con el crono a ochenta segundos de entronizar a su Sevilla de cuna, Ramos, ya como delantero corneta, cazó un cabezazo a pase de Lucas con la zaga rival agrietada. No tuvo la dificultad del de la final de la Champions ante el Atlético en 2014, pero resultó tan terminal como entonces. Y como en Lisboa, tuvo un efecto definitivo. Hay goles tan impactantes que es inevitable que quien los sufre comience a ver estrellitas que le bailan en las pupilas. Al minuto de la prórroga fue expulsado Kolodziejczak, consecuencia del tremendo varapalo. Con el Madrid nunca nadie, se den las circunstancias que se den, está a salvo hasta que baja del todo el telón. Sergio Ramos no tiene fin. Y hasta le anularon un tanto en el tercer tiempo por uno de esos miles de millones de forcejeos que se ven en cada partido.
Al Sevilla solo le quedaba la épica, la que tantas veces le ha encumbrado en la última década. Con un jugador menos, con Pareja con la pierna izquierda tiesa y Vitolo improvisado como lateral zurdo, el equipo de Sampaoli resistió con un buen portero y el corazón en los huesos hasta que cuando se cerraba la prórroga Carvajal se dio una carrera imposible tras un partido tan crudo y a estas alturas de la temporada. Rebañó la pelota a Konoplyanka en el lateral derecho, a la altura del medio campo, enfiló hacia Sergio Rico y sacó de rueda a todo sevillista que salió a su paso. Donde solo quedaban cadáveres, para este chico con piernas y más piernas pareció que acababa de iniciarse el duelo. Tremendo Carvajal e irreductible Sergio Ramos. A ellos debe el Madrid su tercera Supercopa y su 84º título oficial. Casi nada.
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