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El mundo mira a Manchester

La gran ciudad del norte de Inglaterra celebra y discute la presencia futbolística de Mourinho y Guardiola

Mourinho, la semana pasada, en Old Trafford.
Mourinho, la semana pasada, en Old Trafford.Barrington Coomb (Getty)

José Mourinho, desde su despacho, atiende el entrenamiento del United, en Carrington, que dirige su segundo, Rui Faria. Mientras, en The Academy, Pep Guardiola cruza los brazos durante la sesión del viernes. Mikel Arteta y Rodolfo Borrell, dos de sus asistentes vocean. Touré y Nasri, cebados, trabajan con el filial. Hace sol. El paraguas que le regaló el club a Pep y el que le recomendó Ferguson a Mou, están guardados por un rato. En Manchester no siempre llueve.

Apenas a unos metros de Old Trafford, Ann, la madre de Andy Mitten, el editor del United We Stand, el más célebre fanzine del United y probablemente del mundo del fútbol, toma el té con sus amigas y habla de si ficharán a Pogba o no, y de Pep, claro. Nunca ha pisado un campo de fútbol , pero se sabe el nombre de cuantos futbolistas han jugado un partido en Manchester, porque Manchester es fútbol. Y música. “Nuestra ciudad no se entiende sin el fútbol. Y sin la música”, sostiene Andy, que en un mes viajará a China para asistir al primer United-City con José y Pep como entrenadores.

Al United y al City les separa en la ciudad la línea del Greater Manchester Metrolink Tram Metwork, o sea, lo que llaman Tram. Cinco libras por un viaje desde la parada de Old Trafford a la del Etihad Campus, en la línea que va de Attrincham a Ashton-Under-Lyne. Del rojo al azul en media hora. La historia de una vida y de una ciudad dividida por un balón, ahora más que nunca. “Manchester, la ciudad en la que se podía bailar encima de una mesa” según la describió Mark Radcliffe, del City, uno de los más célebres presentadores radiofónicos de Inglaterra, miembro del grupo Shirehorses, vuelve a bailar al son de la pelota, como cuando George Best y Mike Summerbee salían a bailar juntos.

La capital gay del país, que votó no al Brexit, vive como nunca el  debate entre azules y rojos

“El mundo nos mira otra vez” sostiene Mitten. La culpa la tiene el poder del dinero y la atracción de Mourinho y Guardiola, dos entrenadores con un poder de atracción sin igual. Viven a quinientos metros el uno del otro, en el corazón de Manchester. Uno, el catalán, en una casa mínimamente confortable que su mujer ha intentado habilitar a matacaballo este fin de semana. Se mudarán cuando acaben las obras en seis meses. Mou, sigue en un hotel, a tres minutos a pie. No se han visto. Es cuestión de tiempo. Los dos trabajan contrarreloj, los dos trabajan llenos de ilusión, como si la vida les fuera en el empeño. Pero uno, Pep, se mueve como un novato y el otro, José, maneja los hilos como un experto.

Mientras, Manchester baila. La ciudad que no se entendería sin música se deja querer, porque se siente guapa. Han vuelto a tocar los Stone Roses, —200.000 personas llenaron el Etihad hace dos semanas en cuatro conciertos— y el festival de jazz está al caer; el ruido de las obras del tranvía acompaña las mañanas, y por las noches hay conciertos en cada barrio.

“No sé si en Londres gustará que el mundo nos mire”, dice James, en la barra del Tab, un bar freak donde los haya en Portland Street. Es del Tottenham, así que observa la realidad con cierta perspectiva. Lleva quince años viviendo en Manchester —“me enamoré”, se justifica— y trata de contener a Paul, un seguidor del United que repite compulsivamente: “Soy de clase obrera, soy de clase obrera... ya no voy al fútbol, pero estuve en Barcelona viendo ganar al United contra el Bayern”. Tiene 42 años y calza unas zapatillas de 70 libras. Paga las rondas y se abraza al grito de “¡Mou es dios, Mou es dios!”. Su amigo, sereno, —“mañana llevo a las niñas al cole y hoy me toca cuidar de Paul”— advierte: “Yo creo en el Tothenham. Sinceramente, a Guardiola le necesitábamos de seleccionador, pero Mou lo hará bien en el United. La Liga la ganaremos nosotros”. Y en Manchester se pone a llover. La ciudad de Inglaterra que creció más rápido entre el 2001 y el 2011, donde la población aumentó un 18% y que alcanza los 17 billones de libras en el GVA, el índice que marca el beneficio del municipio; es famosa por eso, porque llueve, como si en Inglaterra no lloviera. Y porque a imagen y semejanza de su alcalde, Carl Austin-Behanque, que fue soldado, bombero, y modelo, antes de icono gay y alcalde, contagia felicidad y buen rollo. Manchester es la capital homosexual del país y votó no al Brexit (60,4 %).

Manchester es la ciudad de Inglaterra que mejor ha superado la crisis. Se ha recapitalizado desde la esperanza, apostando por la ilusión y la inversión: más de 30.000 viviendas de nueva planta se han construido desde el 2014. La rehabilitación del nuevo aeropuerto y la reconversión del centro de la ciudad en un nuevo modelo comercial, el más potente del país después de Londres, por metros cuadrados de extensión, además del crecimiento hotelero más grande del país en la última década, han impulsado el crecimiento.

“La ciudad no se entiende sin fútbol y música”, sostiene Andy Mitten editor del más célebre fanzine de los seguidores del United

La apuesta en infraestructura por el transporte es notable, hasta el punto de que ha puesto varias calles de la almendra central patas arriba, pero permite dar la vuelta en bus de manera gratuita. No todo es de color rosa, aunque sea la capital gay: Manchester tiene las peores dentaduras del país y el mayor número de porcentajes de muertes evitables. Pero si se mira al fútbol, el mundo la envidia.

En el barrio de Northern Quarten preguntan. “¿Eres de Barcelona, conoces a Andy? ¡Buen tipo!”, exclama Russ Taylor mientras envuelve un disco de los Smiths en The Vinyl Revival y alimenta la teoría de que allí nadie es del City. Dice que odiaba a Mou por lo que pasó en los octavos del 2004 contra el Oporto —“¿te acuerdas?, celebró el gol como un loco”, dice— pero que esta feliz ahora de verle en Old Trafford. Su jefe, Colin White, desmiente que en la ciudad no haya seguidores del City. “Los de United son de pueblo” dice. Mitten lo desmiente: “En mi barrio, el 80% son del United”.

En The City, un pub lleno de jubilados, alguien escoge una canción en la vieja máquina de música. Suenan los Oasis. La camarera sirve una pinta de Boddingtons y discute con un abuelo. Está leyendo un periódico que habla de Pep y le defiende, pero el cliente, que es del United, prefiere hablar del fichaje de Pogba.

Lo que el fútbol unió, que la gloria del mañana no lo separe. El mundo mira a Mou y a Pep. El mundo mira a Manchester.

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