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Mucho Griezmann y poca Francia

El jugador del Atlético cambia de puesto tras el descanso y, con goles y fútbol, rescata a su selección ante una animosa Irlanda. Una torpeza de Pogba angustió a los galos

José Sámano
Antoine Griezmann celebra uno de sus goles ante Irlanda.
Antoine Griezmann celebra uno de sus goles ante Irlanda.Lars Baron (Getty Images)

La Francia futbolística se divide en dos, la que embrolla el desorientado Didier Deschamps y la que maneja Griezmann. Un mundo entre una y otra. La Francia inicial de su seleccionador fue un espanto, la que propuso tras el descanso el jugador del Atlético tuvo el poso necesario para evitar un petardazo histórico. La pedestre Irlanda, en ventaja durante una hora, solo se rindió ante Griezmann. No solo por sus dos goles, sino por su forma de iluminar el camino a los extraviados bleus, que hasta que encontraron un faro pasaron un trago horrible.

No se aclara Deschamps, que va de enredo en enredo. Baila las alineaciones, altera los sistemas, rectifica y rectifica. De bandazo en bandazo. Después de tres equipos diferentes, ante los animosos irlandeses calcó el del decepcionante estreno con Rumania, un 4-3-3 con Griezmann y Payet, sus mejores jugadores de largo, orillados. Francia fue una calamidad desde el primer minuto, lo que tardó Pogba en hacerse un ovillo y arrollar a Long de forma patosa dentro del área. Brady acertó con el penalti, consecuencia de una jugada que enmarcó lo que fueron los locales hasta que Griezmann cogió la bandera. Hasta entonces, solo existió la Francia de Pogba, la que no tiene freno, la que solo busca abusar del prodigioso físico de la mayoría de sus muchachos. Con ese forro, los franceses ejecutan a toda mecha, sin pies ni cabeza. No hay calma, solo atropellos constantes, entre sí, con los rivales, con el balón... Con lo que se tercie. Un chollo para Irlanda, encantada con el cuerpo a cuerpo, con el fútbol-rugby.

Durante todo el primer tramo, Francia fue tan elemental que los irlandeses apenas recibieron avisos en su área, la zona en la que más suela desgastan. Es una selección de trinchera, tan ruda como apasionada. No les lucen los pies así que recurren sin más al pelotazo, lo que no se desordena. Así, de forma tan simplista, pusieron en evidencia a una Francia de garrafón puro. Incluso, alguna pifia del rollizo Rami y el desnorte de muchos de sus colegas multiplicó la inquietud gala en un par de arrebatos ofensivos del arqueológico grupo de O’Neill.

Con la nuez anudada, la selección francesa necesitaba con urgencia un analgésico. Pensar más y trotar menos. O lo advirtió Deschamps o alguien le dio el chivatazo. Tras el intervalo, Kante, tarjeteado en el primer tiempo, fue relevado por Coman, Pogba pasó al puesto de medio-centro y con un 4-2-3-1 el equipo despegó con un timbre de autoridad que no había tenido. Coman y Payet dieron amplitud al campo y, la clave de todas las claves, Griezmann se ubicó tras Giroud por el eje central. Por fin, hubo quien puso una pausa, quien orientó el juego, quien encendió la luz. Con Griezmann de correo, el balón tuvo pasto. Por suerte para Francia, el pincel del rojiblanco no fueron los brochazos de Pogba y Matuidi.

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Tan determinante fue el Griezmann catalizador como el goleador. Con el equipo ya mejor articulado, poco antes de la hora, cuando los irlandeses ya notaban otra sacudida, el jugador del Atlético cabeceó con precisión una asistencia de Sagna. No es una pértiga, ni tiene la armadura del prototipo de cabeceador, pero es una suerte que domina de maravilla.

A poco que Francia gravitó sobre Griezmann y la pelota transitó con sentido, Irlanda se agrietó. Para una selección tan chata, el partido se hizo demasiado agudo. A los irlandeses se les vieron los costurones, como en la jugada que selló la clasificación de los de Deschamps. Duffy y Keogh, los centrales, se estrellaron entre sí al querer placar a Giroud, que dejó el balón manso para Griezmann, liberado por toda la zaga irlandesa, que ya era un sumidero. El exjugador de la Real no falló y nada más se supo de Irlanda, salvo la expulsión de Duffy. Por supuesto, causada por otra intervención de Griezmann, para el que hacía tiempo que no había radar. Una acción que, por contraste con el penalti madrugador cometido por Pogba, recalcó las nuevas normas. Tanto Long como Griezmann iban por la ruta del gol cuando fueron derribados, pero mientras la entrada del francés del Juventus fue torpe, la del irlandés Duffy fue una interferencia con todo el propósito. Sin sanción para uno, roja para el otro.

Aliviada por el siete, Francia ya no tuvo mayores angustias y alcanzó los cuartos de final, donde le retarán Inglaterra o Islandia. Habrá que ver si para entonces, Deschamps ya tiene claro el libreto. Le está costando más de la cuenta y puede que no siempre Griezmann cante bingo.

Para Irlanda, ni un reproche. No tiene más y bien que se ha apañado. Y esta vez no se va de Francia de la mano de Henry, como en aquella bochornosa repesca para el Mundial de 2010 que le birlaron. En esta ocasión le pudo que Griezmann tuviera cabeza para todo.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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