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Italia se viste para matar a la cándida Bélgica

Los goles de Giaccherini y Pellè culminan el buen planteamiento de Conte ante el inofensivo equipo de Wilmots

Ramon Besa
Fellaini y  Parolo disputan el balón.
Fellaini y Parolo disputan el balón. SERGEY DOLZHENKO (EFE)

Habrá que hablar de Italia después que haya empezado el juego y se acabara la propaganda de Bélgica. El marcador afirma: 0-2

Italia nunca tuvo problemas de autoestima, incluso prefiere ser ninguneada por la crítica, capaz de asumir que la reina de la fiesta fuera Bélgica. El público de Lyon y la audiencia quería ver a los muchachos de Wilmots. Así que Conte se pudo dedicar a preparar el partido en silencio, prácticamente en el anonimato, sin que nadie supiera quién iba a jugar en el debut de la Eurocopa. No salieron inicialmente ni El Shaarawy ni Insigne. Hubo quien adivinó la formación como una muestra de respeto a la vocación ofensiva de Bélgica. Era una trampa.

Wilmots también expresó en su once titular la consideración que tiene hacia el escudo, el estilo y la camiseta de Italia. A veces alcanza con un guiño, como la suplencia de Carrasco, para saber de la ocupación de un técnico por el rival, y más si se trata de un equipo organizado como es el italiano de Conte. No rehuyó en cambio la condición de favorita y se fue a por el partido con Fellaini.

Bélgica tocaba y paseaba mientras miraba y esperaba Italia. El balón, sin embargo, apenas entraba a las áreas de Courtois y Buffon. La quietud siempre fue un buen síntoma para los italianos, expertos en las jugadas episódicas, diligentes en las situaciones límite, sorprendentes también en la Eurocopa. Bonucci se perfiló de pronto como si fuera Pirlo y metió un pase largo y profundo para el desmarque de Giaccherini. Y el futbolista del Bolonia no solo controló la pelota estupendamente sino que ante el inmovilismo de Alderweireld la cruzó hacia la red de Bélgica.

Los chicos de Wilmots se espantaron y no solo perdieron la iniciativa sino que concedieron dos ocasiones más que no cerraron Candreva ni Pellè. No entraba en juego Hazard y se mostraba muy irregular De Bruyne. Vulnerable, sobre todo a espaldas de los centrales, Bélgica era igualmente inofensiva, negada por el entramado defensivo de Conte.

Los belgas solo parecieron despertar después del descanso cuando a Lukaku se le escapó por poco un remate en un mano a mano con el meta y Hazard puso a prueba más tarde a Buffon. Italia, mientras, percutía de vez en cuando, suficiente para dar fe de vida y amenazar con cerrar el partido, como cuando Pellè exigió una respuesta monumental de Courtois. Hay muy pocas selecciones que se manejen mejor en la administración de un gol que Italia. No es solo una cuestión de saber trampear el partido, a veces con una falta, después con una pérdida de tiempo, más tarde con una discusión que no viene a cuento, normalmente con agarrones en el área en cada acción de estrategia —Chiellini por ejemplo placó a Fellaini—, sino también del oficio que tienen futbolistas ilustres veteranos, pocos como Buffon.

La sentencia

La rueda de cambios ayudó también a los italianos a parar el choque cuando más lo necesitaban, momentos en que los belgas empezaron a cruzar centros, desesperados porque no podían encontrar el hilo al partido, expuestos a cualquier contragolpe, como el que no pudo completar Immobile ante el gigante Courtois.

A pesar de la dificultad para dar continuidad al fútbol, Bélgica atacó con perseverancia el arco de Italia. Incluso acabó defendiendo con tres zagueros y se encomendó a la carrera de Carrasco. No hubo manera porque su ofensiva fue muy retórica —Origi tuvo la mejor oportunidad en un cabezazo— y los italianos se sienten muy a gusto en su área, incluso cuando recurren a las montoneras, acostumbrados a los bloqueos, a los rechaces, a las segundas jugadas, al aliento de Buffon.

Nada pudo ni supo hacer Bélgica, que tomó un segundo gol en la última acción cuando Candevra habilitó a Pellè. Italia fue más que nunca Italia y Bélgica sigue siendo Bélgica. No madura la seductora selección de Wilmots, repleta de solistas exquisitos y falta de juego de equipo, mientras Conte se siente más orgulloso que nunca de su Italia. Habrá que hablar más de Italia, vestida para matar, y menos de Bélgica, muy guapa en París, derrotada en Lyon.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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