Yi Wei, de 17 años, buscará su tercer triunfo en León frente al pentacampeón Anand

Era un día especial para el organizador de uno de los torneos más tradicionales del mundo, Marcelino Sión, quien asimismo es el entrenador de Jaime Santos: “Le he insistido mucho en que no se achante por el miedo escénico, que muchos jugadores han pagado aquí muy caro. Estás detrás del escenario, esperando que el presentador anuncie tu nombre como en un combate de boxeo. Cuando ocurre, sales, te aplauden y te sientas. A un lado, el cartel con la publicidad de los patrocinadores; al otro, los focos, las cámaras, el público; si miras a ese lado, estás perdido porque el aturdimiento te durará 15 o 20 minutos, hasta que tu rival te dé un golpe directo en el hígado, y entonces ya es demasiado tarde para reaccionar”.

Ciertamente, Jaime (no confundirlo con otro jugador muy prometedor, el andaluz Miquel Santos) estaba muy bien aleccionado: nada más tomar asiento y estrechar la mano de Yi Wei escondió la cabeza entre las manos y apenas varió de posición durante un buen rato, en porfía de la máxima concentración posible, de aprovechar la iniciativa de las piezas blancas y de olvidar la tentación de mirar a sus familiares, amigos, admiradores y público en general. Eso fue esencial para que el primer asalto fuera excelente.

Tanto, que el chino llegó a preocuparse, lo cual es noticia, dado su gélido carácter: “Sí, después de 19 Td4, no me encontraba nada cómodo”, admitió en la rueda de prensa final. Y la estrella local era consciente de que estaba ante una gran oportunidad: “Sentía que la posición era prometedora para mí, pero sólo si encontraba las jugadas precisas, y eso no era tan fácil”. En efecto, Yi Wei logró capear el temporal y llegó incluso a un final favorable, con peón de ventaja, pero fue Santos quien entonces supo estar a la altura y aguantó hasta la firma del empate.

La esperanza y admiración de los aficionados leoneses hacia su paisano habrían crecido aún más si Jaime no hubiera olvidado un detalle importante en la apertura del segundo asalto, con negras: “En mi duodécima jugada he llevado el caballo al flanco malo, y a partir de ahí tengo serios problemas posicionales”. Y no hace falta explicar que Yi Wei suele ser letal cuando le dan clara ventaja e iniciativa.

El leonés estaba psicológicamente tocado, y predispuesto a seguir un viejo consejo de los entrenadores soviéticos: “Tras una derrota, la prioridad es evitar otra a toda costa en la siguiente partida”. Además, Yi Wei habló durante el descanso con su afamado entrenador, Xu Jun, quien le recordó cuál era el plan correcto de las negras si Jaime repetía la variante aguda de primer asalto. Jaime repitió, el chino hizo la buena, y la partida terminó pronto en tablas, sin mucha historia.

Tampoco fue nada el otro mundo la cuarta y última, que también terminó en tablas, porque Santos tenía una posición algo inferior con negras tras la apertura, y lanzarse en pos de la victoria a cualquier precio hubiera sido suicida. El leonés se mostró satisfecho de su debut: “Creo que es una experiencia muy valiosa para próximas ediciones”. Y el chino, muy cauto ante la final: “Me encuentro bien, pero sé que triunfar aquí por tercera vez será muy difícil. Mi rival es un supercampeón del mundo”, recalcó.

Mientras tanto, 92 jugadores disputan en otro piso del Auditorio de León la primera edición de un torneo abierto internacional, “que nace con vocación de perdurar”, según Sión. Niños, adultos y mayores, hombres y mujeres, profesionales y aficionados disfrutan de su pasión activamente, y la combinan con el privilegio de ver cerca a un pentacampeón del mundo y a quien muchos ven como futuro rey del ajedrez.

Santos no tuvo tiempo por la mañana de acudir como espectador al Torneo de Jóvenes Talentos, que ganó varias veces cuando era la mayor promesa del ajedrez leonés; el triunfador esta vez fue el muy prometedor asturiano Jonás Prado Lobo, de 12 años, tras batir en la final a su paisano Ángel Martín Labrada, de 9. He ahí otro gran acierto de la organización: esos adolescentes compiten en el mismo escenario y con las mismas piezas, tablero, reloj y sillas que los grandes campeones. Es difícil encontrar un estímulo mejor.