A la eterna espera de Thiago
Futbolista de condiciones fantásticas y malditas articulaciones, Thiago aún no ha puesto en orden su gran cosecha de virtudes. España le espera, el fútbol le espera. Destinado al testigo de Xavi, por unas cosas u otras el hijo de Mazinho no ha logrado despegar. Amargado por una tibia, un tobillo y una rodilla, su talento y la tutoría de Pep Guardiola no han sido suficientes por ahora. A sus 25 años, Thiago es uno de los desvelos de Vicente del Bosque, que le tiene por uno de los opositores a ser el socio de Busquets, el único puesto por definir antes del estreno del lunes ante la República Checa. Cesc y Koke son los otros candidatos. Hasta la fecha, ninguno ha resultado del todo convincente.
El extraordinario testamento de Xavi aún condiciona a La Roja dos años después de su retirada internacional. Suceder a un genio, a aquel reloj con botas que simbolizaba la apoteosis del juego español, no está al alcance de cualquiera. El peso de una celebridad es inevitable y para tal mochila no había mejor candidato que Thiago, cuajado en la misma escuela, alumno en primera fila del fútbol panorámico de Xavi, de su capacidad para poner el juego entre paréntesis hasta que llegara el momento de meter el cuchillo con un pase terminal. Además de su plasticidad para el toque y buen sentido del rondo, el hispano-brasileño también apuntaba otro repertorio. Dada su habilidad para desabrochar defensas con sus maniobras de regate, Thiago podía ser un rato Xavi y otro rato Iniesta. Le restaba definirse, ser más concreto. Manejar el momento de los arabescos y sacudirse lo accesorio, distraer antes de obsesionarse con la asistencia decisiva, al estilo de Iván de la Peña, tan estupendo como incomprendido y mal instruido futbolista. Quizá porque fue un precursor del modelo que luego encumbraría al fútbol español. Thiago, por el contrario, se alistó al fútbol justo a tiempo, con la corriente estilística a favor.
El hispano-brasileño necesita ordenar sus muchas virtudes y tener confianza
Que Thiago clasificara su juego parecía cuestión de tiempo. A eso aguardaron sus técnicos, Del Bosque incluido. Al seleccionador le encanta bucear en las categorías inferiores de la Roja, en las que este chico progresó como un tiro: campeón de Europa Sub-17 en 2008 y Sub-21 en 2011 y 2013. En estas dos últimas finales fue nominado mejor jugador. En la primera marcó tres goles en la final contra Italia (4-2) y en la edición de hace tres años recibió el Balón de Oro al más distinguido de todo el torneo. Thiago iba encaminado a ser mucho más que un fulgurante cometa. No lo parecía, y menos cuando el Bayern pagó por este “superjugador” (palabras de Guardiola) 25 millones de euros, el canterano que más dinero ha dejado en la historia de La Masia.
De repente, en plena onda expansiva, comenzó su calvario. Se perdió la Eurocopa de 2012 y los Juegos de Londres del mismo año por molestias en la tibia. Fue operado del tobillo derecho en agosto de 2013 y en marzo 2014 de la rodilla derecha, que le martirizó con varias recaídas y le hizo quedarse también sin el Mundial de Brasil de 2014. Un mal fario tras otro hasta que por fin Del Bosque ha podido alistarle para la presente Eurocopa. El chico nunca se rindió y en Francia tiene la gran oportunidad en un campeonato de máximo vuelo. La plena confianza del seleccionador no está en duda. Thiago lo sabe. Lo que puede que no sepa calibrar es la que él tiene en sí mismo. Con La Roja se le ha visto acelerado en ocasiones, como si quisiera recuperar el tiempo perdido de un plumazo, o demasiado administrativo en otras oportunidades, como empeñado en evitar cualquier tacha que le condenara de nuevo a la sombra. A este Eurocopa debería haber llegado para derribar todas las puertas, dejar de sentirse un poco forastero, ser el Thiago que iba a ser Thiago y despejar los fantasmas de tanto infortunio. Con semejante jugadorazo en la chistera, sería una noticia colosal para esta España postXavi que se resiste a perder sus esencias. Thiago es de esa cepa. Que acabe la eterna espera.
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