La ‘mochila’ de Garbiñe Muguruza

Desde hace unos meses, Garbiñe Muguruza vive una nueva realidad, palpable mucho más allá de las pistas de tenis. Su proyección mediática se ha multiplicado –la revista Forbes le incluyó en enero entre las 30 personalidades europeas más influyentes de menos de 30 años–, su valor comercial se ha potenciado exponencialmente –ahora es imán para los grandes patrocinadores– e incluso geográficamente ha dado un giro de 800 kilómetros con el traslado de su lugar de residencia, de Barcelona a Ginebra (Suiza), donde, dice, su preparador tiene algunos familiares y donde, dice, puede ejercitarse a pleno rendimiento, como tantos otros deportistas de élite.

Absolutamente todo ha cambiado para ella, tratada hoy día en el circuito como una de las grandes figuras, con los lujos y agasajos que ello reporta. Atrás quedan los días como promesa y el segundo plano, de caminar por la calle sin que nadie le cortase el paso para pedirle un autógrafo o una foto. Ahora, en París, donde ya pisa los cuartos de final después de batir a la experimentada Svetlana Kuznetsova (6-3 y 6-3, en 1h 38m), es uno de los grandes reclamos. “Preparo los torneos como siempre y pienso igual que antes. Sé que soy una de las favoritas, pero hace tres días pude haber perdido”, recuerda.

Tiene Muguruza la oportunidad de franquear la barrera que la frenó los dos últimos años en Roland Garros, en estos días franceses que son dulces para ella. Sin embargo, este curso no ha sido precisamente un camino de rosas. Su nueva condición de referencia, de icono, le requiere jugar con mochila y un peso extra. Algo que sabía de antemano, pero que le ha hecho atravesar por momentos complicados. “Después de un subidón siempre viene una bajada”, indica. “El principio de año fue difícil, el empezar de cero después de la locura, pero tienes que olvidarte de todo lo que has hecho y poner los pies sobre el suelo. “En eso estoy mejorando, en sacar todo eso de mi cabeza”, matiza.

De la hipótesis a la obligación

La presión se ha convertido en su compañera inseparable de viaje. El plus de estrés y de tensión. Muy consciente, sabe que para crecer y convertirse en la número uno, objetivo que ni elude ni rebaja, es imprescindible cargar con todo ello. Ella misma, en un ejercicio de sinceridad que tuvo como marco el Consejo Superior de Deportes (CSD), el pasado 27 de noviembre, en Madrid, fue la que elevó el listón: “Antes era Garbiñe la que podía ganar, pero a partir de ahora seré Garbiñe la que debe ganar. Es algo que tengo que asimilar, porque debo gestionarlo yo sola. Nadie te puede enseñar a manejar estas cosas”.

Salvo los paréntesis de la Copa Federación (fue decisiva contra Italia) y el Masters de Roma (semifinales), el primer tercio de 2016 fue como un crochet directo para la caraqueña. Cayó en la tercera ronda en Melbourne, en las primeras de Brisbane, Dubái e Indian Wells, y en las segundas de Stuttgart y Madrid. ¿Y qué has aprendido de todo eso, Garbiñe? “Mi mente, mi forma de percibir los partidos, de prepararme, de estar preparada para los momentos importantes y saber cómo jugarlos. Todo esto es lo que me ha ayudado a tener más experiencia y a crear una mejor jugadora. Me veo mucho más preparada”.