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Esteban Chaves guía la rebelión de los escaladores en los Dolomitas

Se hunde Valverde, sufre Nibali y emergen Chaves, ganador de la etapa, y Kruijswijk, holandés de rosa

Carlos Arribas
Chaves levanta su brazo derecho, el que tuvo paralizado un año, para celebrar su victoria.
Chaves levanta su brazo derecho, el que tuvo paralizado un año, para celebrar su victoria.LUCA ZENNARO (EFE)

Como diría Jacques Anquetil, los escaladores son felices sobre todo cuando descienden hacia hasta el pie de un nuevo puerto que deberán escalar, hacia un tormento que, como el de Sísifo, héroe trágico, no tendrá fin. Solo ahí, añadiría Albert Camus, otro francés amante de la paradojas y de la belleza, se sentirán superiores a los demás, dueños de un destino que dominan. Andrey Amador no llega a ese nivel, no es un escalador sino un ciclista que sufre y se sacrifica para serlo sabiendo que nunca lo será, pero gozó de la misma alegría silenciosa descendiendo sin frenos hacia el fondo de un valle de los Dolomitas hermosos extrañamente soleados por una cinta gris de asfalto, gris como las montañas pálidas en sus cimas donde nubes de un gris más oscuro a veces amenazan con esconderlas, gris como las fotografías en blanco y negro del ciclismo antiguo, heroico, el ciclismo de cuando las luciérnagas de Pasolini, las de la ingenuidad preindustrial y alegre, aún lucían como los reflejos púrpuras de las piedras de las montañas recortadas sobre un cielo azul azul y la nieve que no se va, tan blanca en las cunetas y sólida.

Clasificaciones

ETAPA:

1. Esteban Chaves (COL/OGE) 6h 06m 16s

2. Steven Kruijswijk (HOL/LNL) mt.

3. Georg Preidler (AUS/GAL) mt.

4. Darwin Atapuma (COL/BMC) a 6s

5. Vincenzo Nibali (ITA/AST) a 37s

...
11. ALEJANDRO VALVERDE (MOV) a 3m 6s
...
14 Andrey Amador (CTR/MOV) a 3m 52s

GENERAL:

1. Steven Kruijswijk (HOL/LNL) 60h 12m 43s

2. Vincenzo Nibali (ITA/AST) a 41s

3. Esteban Chaves (COL/OGE) a 1m 32s

4. ALEJANDRO VALVERDE (MOV) a 3m 06s

5. Andrey Amador (CTR/MOV) a 3m 15s

Todo ocurrió antes de la rebelión de los escaladores, que tomaron el poder, que acabaron con las ilusiones rosas de Alejandro Valverde átono en las alturas, que hicieron sufrir a Vincenzo Nibali, que a veces se siente uno de ellos, que hicieron del Giro cosa suya, dueños, tan magnífica y dolorosa fue la etapa. Ellos se llaman Esteban Chaves y Steven Kruijswijk. Uno, el colombiano espléndido de Bogotá y sus ojos verdes luminosos y sonrisa dulce, ganó la etapa; el otro, el reservado holandés pelirrojo y claro y tan serio que ama Italia y su carrera, vistió la maglia rosa al terminar el día. Ambos pelearán por la victoria final, que un holandés nunca ha logrado y un colombiano, Nairo Quintana, sí. El domingo ya, son favoritos de la cronoescalada.

Chaves gritó: “¡He ganado la etapa reina, mamma mia!”, y toda Italia, que ama a los que la veneran, aplaudió y sonrió.

Amador, oscura su mirada y su maglia rosa abierta sobre un pecho blanco, asfixiado, aguantó hasta mediado el Giau matador, el puerto más duro de los seis del día, incluido el Pordoi de Coppi, en el que en los 210 kilómetros de etapa que recorrió Chaves en poco más de seis horas los corredores debieron superar un desnivel de más de 5.000 metros. Y 130 kilómetros se disputaron a una altitud superior a los 1.600 metros y llegando hasta 2.200. Se descolgó pero no se abandonó. No abandonó su orgullosa rosa, no abandonó a su jefe, al Valverde que entonces parecía algo y hacía dudar a Nibali, que quería atacar y no se atrevía porque le veía bien al murciano, al que entonces consideraba su gran enemigo. En el descenso hacia el siguiente puerto, en una secuencia de movimientos extraordinarios y seguros en los que trazó las curvas como un equilibrista, en el que usó su cuerpo como freno erguido o como acelerador acostado sobre la barra, el costarricense recuperó el tiempo perdido con el grupo de favoritos que bajaron como estrategas pensando en sus siguientes movimientos y los de sus rivales, no jugándose el destino en las curvas, y con ellos, al ritmo de Michele Scarponi, el fiel de Nibali que le aceleraba o le frenaba según le convenía, comenzó a escalar el Valparola, el menos temido de los pasos montañosos, el más mortal de todos, el último. En un trecho suave, más falso llano que puerto, Nibali oyó jadear a Valverde a su espalda y, coincidiendo con la aceleración de una moto por su izquierda atacó seco y fuerte. Valverde ni se inmutó. Miró a su derecha y se puso a rueda de Scarponi, el ritmo que no le rompía, mientras por todas partes, los escaladores agazapados como cazadores al acecho espetando que la presa se dejara ver se lanzaron felices a por el siciliano. Kruijswijk, impresionante, impaciente, llegó de un brinco, de dos pedaladas largas; Chaves, más cerebral y analítico pese a las apariencias que le ven como un chiquillo despreocupado feliz de revolotear por ahí, midió sus movimientos y se enganchó más tarde. Los demás escaladores, Majka, Zakarin, Urán, también huyeron de Valverde clavado (perdió 3m en la meta), pero, faltos de la fuerza y del jump y de la velocidad de los mejores, se quedaron juntos, en tierra de nadie. Poco después, Kruijswijk y Chaves, en un uno-dos estudiado, acabaron con Nibali, al que obligaron a hacer solo el final de etapa.

Para sentir que todo el universo gira a su alrededor, lo que Chaves siente cuando es feliz, lo que, dijo, sintió llegando a Corvara, los escaladores necesitan ir solos como los más grandes. En este primer día de su rebelión, Chaves y Kruijswijk colaboraron, fueron en pareja, para desgracia el otro colombiano del día, el largamente fugado Darwin Atapuma, al que que quebraron su felicidad alcanzándole y abandonándole derrotado a dos kilómetros de la llegada.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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