Saúl mantiene la fe del Atlético ante el Bayern Múnich
El volante canterano da ventaja a los de Simeone con un golazo. El equipo alemán solo concretó su dominio con ocasiones en el segundo tiempo
Un jugador en plena crecida es imprevisible. Un arma traicionera porque es difícil calibrar dónde tiene el techo. Un día es un pase con el exterior a la cabeza de Griezmann que derrumba al Barça y otro es un eslalon pleno de potencia, técnica y habilidad como el que trazó Saúl. Su prodigioso tanto mantiene la fe del Atlético para colarse en la final de Milán. Hizo tres disparos entre los palos el equipo de Simeone y viajará a Múnich con un gol que defender. Un gol solitario, pero detrás de él hubo mucho sudor y mucho trabajo táctico para tratar de suplir la inferioridad técnica. Corrió el Atlético y jugó lo que pudo el Bayern, víctima del entusiasmo de un equipo que afronta la vuelta con ese 1-0 que pocos entrenadores gestionan tan bien como Simeone.
Las alineaciones definieron desde dónde uno y otro entrenador querían dominar el partido. Nada sorprendente, cada uno en su ley. Guardiola quería el mando desde el balón. Prescindió de Müller, al que considera un futbolista un tanto anárquico para engrasar circulaciones, y deslizó al trío Vidal, Alonso y Thiago, dos extremos abiertos, Coman y Douglas, y Lewandowski como referente. Pura academia del juego tocado. Simeone le contestó con su cuarteto de todocampistas, Saúl, Gabi, Augusto y Koke. Una muralla multidisciplinar adiestrada para presionar, barrer mucho y reducir las transiciones y dos estiletes veloces arriba como Griezmann y Torres. Hubo también en la alineación de Simeone un giro hacia la jerarquía a la hora de elegir a los centrales. Muy suyo. Sentó a Lucas para jugar con la mayores horas de vuelo de Giménez y Savic.
Moldeados los dos equipos en el purismo de cada uno de sus técnicos: si el Bayern pretendía amasar, el Atlético quería arrollar. Si uno quería elaborar cada jugada desde atrás, el otro jugaba a plantarse en el área contraria a chispazos. Sinfonía contra distorsión y de inicio ganó el ruido rojiblanco. Al Atlético no le importó que el Bayern saliera por los costados, ni que Thiago y Vidal jugaran muy abiertos. No quería Simeone un partido por dentro en el que los volantes de Guardiola progresaran por el medio. Cada vez que lo intentaron se encontraron con Gabi y Augusto, más la ayuda de Torres y Griezmann. Los dos pelotazos iniciales que Alaba jugó para Lewandowski ya fueron un síntoma de que al Bayern le iba a costar mucho engarzar juego.
La retórica y la sofisticación del Bayern fue primero ahogada por un equipo corto, solidario y gremial y después golpeada por la maravilla de Saúl. Rebasó a Xabi Alonso a Bernat , el toque hacia adentro para alejarse de Alaba y cargar el tobillo izquierdo para una curva diabólica que viajó precisa hasta la cepa del poste e hizo inútil el costillazo de Neuer.
A los jugadores de Guardiola les faltaba precisión en demasiadas zonas del campo. Los errores en las entregas penalizaban mucho a un equipo que vive de las cadenas de montaje de pases que genera de atrás hacia adelante. Cada pelota mal dada era un chute de adrenalina para el Atlético y para su hinchada.
El paso del tiempo, sumado al gol, radicalizó aún más las propuestas. Se fue replegando el Atlético y asentando el Bayern, que ya terminó el primer acto en campo contrario. Consiguió el Atlético que las circulaciones de Alonso, Thiago y Vidal, orientadas hacia los extremos, adquirieran ese tono funcionarial del juego sin profundidad. Oblak no fue exigido en todo el primer tiempo, pero su equipo ya empezó a transmitir los síntomas de lo que iba a ser el choque tras la reanudación.
Salió el Bayern imperial, dispuesto ya a hacerle el partido muy largo al Atlético desde su hegemonía en campo contrario y con la pelota. Hizo Guardiola el movimiento de meter a Lahm y a Bernat como interiores para que se juntaran con Vidal y Thiago, y Coman y Douglas Costa quedarán más liberados por afuera para el uno contra uno. Empezó a hacer pupa el campeón bávaro con esa solución que ha sido una de las muescas tácticas que Guardiola ha dejado en su paso por el Bayern. La carga ya no fue con balas de fogueo en medio de pases intrascendentes. La pelota le corría al Bayern y empezó a producir. Un zurdazo lejano de Alaba cimbreó la escuadra de Oblak. Un cabezazo de Javi Martínez, a la salida de un córner, obligó al meta esloveno a un ejercicio de reflejos y colocación. Vidal también le exigió con un disparo lejano. El Atlético ya tenía claro que todo lo que quedaba por delante era sufrir en la trinchera e intentar cazar una contra. Y la tuvo. La montaron entre Griezmann y Torres, y este se plantó ante Neuer tras un recorte a Bernat, al que enhebró un remate cruzado al palo. Ahí pareció morirse el partido en uno y otro sentido. Guardiola metió más carga con Ribery y Müller, pero el Atlético se aferró a su gran virtud: minimizar al contrario metido atrás, cerrándole todas las vías del gol. Con el suyo, otra patata de Saúl en la puerta de la selección, le valió para mantener la fe.
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