_
_
_
_
_

El Getafe sueña; la Real se duerme

El equipo madrileño remota en Anoeta y mantiene su esperanza de la permanencia

Los jugadores del Getafe celebran uno de los goles.
Los jugadores del Getafe celebran uno de los goles.Javier Etxezarreta (EFE)

Entre la necesidad y el placer hay una distancia considerable. Al menos, en el fútbol. La necesidad del Getafe, a punto del desahucio de la Primera División, con 13 partidos sin ganar, con la moral herida, con el cambio de entrenador que debuta con goleada en casa frente al Madrid, con las críticas a su juego, resultaba más eficaz que la sensación de placer de la Real Sociedad, victima del efecto placebo de su cómoda clasificación.

Podía pensar la Real en Europa, porque los números se lo proponían. No era tarea fácil, pero en algo hay que pensar en las tardes de primavera cuando no hay nada en lo que pensar. Más aun, cuando al cuarto de hora, Carlos Vela hace un gol tras un despeje de Guaita y el ánimo se te levanta tanto como los pelos se le ponen como escarpias al rival, asustado y propicio a la desesperación. Tanto tiempo sin ganar, crea hábito, porque genera desconfianza o mal fario. A cualquier cosa se puede uno agarrar para explicar el desaguisado. 

Pero el Getafe prefirió dar un golpe en la mesa donde se adormecía la Real como en una siesta de verano. No jugaba el Getafe, a pesar de los impulsos de Sarabia y el empuje de Lacen, entregado a la causa. Y, sí, se adormeció la Real, descosida, indolente, hasta que Sarabia, segundos antes del descanso, aprovechó un centro de Álvaro, tras un error infantil de Íñigo Martínez, que remató con solvencia Sarabia.

 Fue la puntilla. No estaba la Real para heroicas ni épicas. Como mucho para sobrevivir y disfrutar de lo que tuviera. Nadie sobresalía en un ejercicio de solidaridad mal entendida. Y en esto Olazabal, el portero que sustituía al sancionado Rulli, se confundió, se ofuscó, echó en falta la práctica del juego, y derribó innecesariamente a Álvaro, cuando el balón miraba a la grada y el futbolista del Getafe parecía más preocupado por no chocar con la valla publicitaria. El propio Álvaro ejecutó el penalti, por el centro, medido, con la fuerza justa. Y el partido, ganado. Y la esperanza mantenida, porque una derrota en Anoeta le hubiera abierto las puertas del infierno. Pero la Real le encendió el aire acondicionado, aunque el equipo de Eusebio se constipó. El Getafe puede seguir soñando. La Real se despertó: ya solo le queda la rutina del desayuno.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_