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El Bayern supera un mal trago ante el Benfica

Guardiola dispondrá de una tercera y última oportunidad de llevar a la final de la Champions al campeón alemán

Müller pugna con Lindelof.
Müller pugna con Lindelof.FRANCISCO LEONG (AFP)

Pasó un mal rato el Bayern en Lisboa, sufrió en una eliminatoria que parecía una asignatura maría, pero que acabó convirtiéndose en un complicado jeroglífico para el equipo de Guardiola. Lo había advertido el técnico catalán en las horas previas al primer duelo. A la postre el Benfica le dio la razón porque se reveló como un equipo complicado para meterle mano, un grupo indomable al que hay que trabajarle cada ocasión de gol que se le genera. Ayer incluso igualó la eliminatoria con un tanto que exigió al máximo al Bayern, todo con las ausencias de sus tres mejores atacantes porque Jonás estaba sancionado y Gaitán y Mitroglou lesionados.

Guardiola se apresta a iniciar su tercer y último intento de llevar a una final de Liga de Campeones al Bayern. En las dos anteriores le apearon Real Madrid y Barcelona. Regresa a las semifinales, pero deja en el aire una interrogación. Su potencial es inmenso, su disposición irreprochable, sus sombras también resultan evidentes. Las mostró contra la Juventus en su agónica clasificación para cuartos de final y llegado a esa estancia dos despistes defensivos le pudieron dejar al límite del desastre. El primero valió un gol de Raúl Jiménez mediada la primera parte en una acción eventual, un centro frontal al que Neuer llegó tarde y Javi Martínez y Lahm no respondieron con prestancia, el segundo, apenas dos minutos después, dejó de nuevo al mexicano ante el gol tras otra cadena de errores de la zaga. Pero su remate lo solventó el portero.

El Benfica ya había definido sus buenas intenciones en un inicio en el que el Bayern quiso imprimir sosiego con el balón y se quedó sin tensión incluso sin él, detalle peligroso para un equipo que hace virtud de la presión tras pérdida. Se templaron de más los chicos de Guardiola, pero no tardaron en entrar en calor y deparar un festival de permutas, de cambios de posición complicados de detectar, de ir y venir el metrónomo de Alonso en el círculo central. Su despliegue examinó el carácter del Benfica, que aguantó como los grandes, encontró el gol con un frentazo de ariete a la vieja usanza y viró el partido hacia pesadilla para Guardiola y sus chicos. Quedó como paralizado el Bayern, que perdió incluso durante unos minutos el dictado de la pelota, irreconocible mientras se tanteaba la ropa tras el revolcón.

Los grandes equipos viven también de la inspiración, de una lucidez repentina que alumbra cualquier oscuridad. Si alguien hay indomable en el Bayern ese es Arturo Vidal, decisivo en la eliminatoria. Marcó en la ida y arregló la vuelta cuando en la enésima agregación ofensiva de Lahm se generó un rechace del meta Ederson sobre la frontal y embocó la pelota tal y como le venía con un golpeo excepcional.

El gol del Bayern llevó el desánimo a la grada lisboeta. Si ya semejaba un trabajo hercúleo marcarle un gol al todopoderoso campeón alemán con una delantera de suplentes, la idea de embocarle dos más en poco más de tres cuartos de hora podía considerarse próximo a lo quimérico. Quedó confirmado al poco de regresar del descanso con un gol de Ribèry tras un córner en el que el Benfica no mostró sus credenciales defensivas dejando la pelota a los pies del extremo galo para que la empujara a la red. Entonces sí llegó el sosiego al Bayern, Douglas aún remató al palo, pero el partido no languideció porque Rui Vitoria le dio un segundo aire a su equipo con alternativas en la mediapunta y en una de sus incorporaciones, Talisca embocó un libre directo con un cuarto de hora por jugar y llevó otro cerca del palo cuando aún tenía tiempo para soñar el Benfica, que murió de pie.

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