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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No se puede: se debe

Si Zidane está en el banquillo es precisamente para no reducirlo todo a la garra. Con huevos juegan los equipos que están por debajo: para suplir la calidad con el sudor

Manuel Jabois
Zidane durante el entrenamiento del Madrid.
Zidane durante el entrenamiento del Madrid. Juan Carlos Hidalgo (EFE)

En la aportación definitiva al contragolpe Mourinho prefería que los partidos de vuelta se jugasen en campo contrario; Mou se ponía a contraatacar en la vida, como cuando esperó al árbitro en un parking de Barcelona. En una tesitura igual está una amiga mía y su novio: discutiendo a qué padres hay que conocer primero y si los chistecitos valen doble como visitante. Los antecedentes de ella son parecidos a los del Madrid: con su anterior novio jugó la ida en casa de los padres de él. Se levantó un momento de la comida para ir al baño, fue al espejo a subirse los pechos y ponerse de espaldas mirándose el culo, y cuando se giró para salir se encontró a la madre del novio, que le preguntó si cuando iba al baño nunca usaba el retrete.

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El Madrid también se fue al espejo en Alemania: al del callejón del Gato. Tengo una foto de este verano frente a esos espejos de la realidad deformada que describió Valle y que Madrid homenajea en el mismo lugar que el gallego, la calle de Álvarez Gato. La foto nos la hicimos una madrugada Carlos Cué y yo; la repetimos en Snobissimo estas Navidades y salimos aún más deformados porque a veces no son los pájaros los que vuelan, sino los cielos, que caen. Lo explicó mejor el maestro Moncho Alpuente sobre los espejos cóncavos: “Sé de un noctámbulo que evita el paso por el lugar desde que se viera cabalmente retratado”. Tras retratarse de la peor forma, o sea retratarse patinando (fueron a Alemania a jugarse la temporada con las botas que no eran) al Madrid aún le esperaba la vuelta, y en casa.

La única remontada que disfruté de verdad fue aquel invento de Ferreras para levantar un 6-1 al Zaragoza. Que lo hizo tan bien, nos lo creímos tanto y el equipo salió tan enchufado que nadie nos contó la verdad. Cuando se sorteó la nueva ronda, nos dimos cuenta del efecto placebo que implica la creación de atmósferas. El árbitro no se atrevió a poner en el acta: “En reconocimiento al ambiente del Bernabéu y la electricidad que sentía yo mismo en las piernas, amén de las vibrantes portadas, pasa el Madrid a la siguiente ronda”. Sé de lo que hablo: escribí artículos de testosterona. Vi la luz en el espejo deformado.

Hace tiempo que no se gana con cojones: fue una moda de la Furia. Cuantos menos huevos se echen más sangre llegará al cerebro. Hugo, que era muy listo, hablaba mucho de cojones, pero sólo pensaba en ellos para colocárselos delante de la grada contraria. Si Zidane está en el banquillo es precisamente para no reducirlo todo a la garra; ayer dijo que tenían que jugar al fútbol. Con huevos juegan los equipos que están por debajo: para suplir la calidad con el sudor. Si el Madrid juega en el territorio de la “ilusión” y el “sí se puede” el equipo menor lo devora: sabe más de eso. Hay que jugar como si la vuelta fuese en Alemania. En Múnich, concretamente: ese resultado nos vale.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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