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ADIÓS A UNA LEYENDA DEL FÚTBOL
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El perfume Cruyff

El ‘cruyffismo’ solo se transmite a partir de su gente, de Guardiola y de Xavi, porque es inmaterial e indestructible

Ramon Besa
Fernando Viros (AP)

Ahora que Cruyff ha sido incinerado, se impone una pregunta entre quienes necesitan dar fe de su agradecimiento, no sea que las cenizas se las lleve el viento y no quede constancia de cuanto se hizo en su favor, ya sea popular o institucionalmente: ¿Y qué hacemos para honrar al Flaco?

Y las demandas solo se responden con más preguntas. ¿Hay que recordarle como entrenador o como jugador? Mal asunto si se parte por la mitad porque siempre fue uno, en la victoria y en la derrota, en el Ajax y en el Barça.

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¿No quedaría muy bien que los once jugadores del Barça recibieran al Madrid el 2 de abril con la camiseta del 14 al Camp Nou? No parece la mejor idea porque como azulgrana siempre vistió el 9 y, por otra parte, el minuto 17.14 se reserva últimamente en algunos sectores para reclamar la independencia de Cataluña.

Hay directivos a los que se les ha ocurrido etiquetar la puerta 14 de acceso al estadio con el nombre de Cruyff. Muy poca cosa para una figura como la de Johan.

¿Quizás estaría mejor que el Nou Camp Nou llevara el nombre de Johan Cruyff? Tampoco parece razonable si se atiende a que muchos barcelonistas y también catalanistas, prefieren que los espacios comunes se identifiquen con nombres genéricos —Les Corts, Camp Nou, Miniestadi, Palau Blaugrana—, en lugar de nominales, y más cuando se sospecha que el futuro nombre estará vinculado a un patrocinador todavía desconocido: no sería conveniente vincular el nombre de Cruyff al apellido Catar.

Cruyff no necesitó ningún cargo para influir en el Barça ni precisa estar vivo para expandir su legado

Tampoco parece la mejor solución levantar un monumento, siempre susceptible de ser profanado con nocturnidad y alevosía en un club con una identidad indiscutiblemente catalana y cuya notoriedad ha sido protagonizada por extranjeros como Gamper, Kubala, Cruyff, Maradona, Ronaldinho o Messi.

Cualquier propuesta es un problema desde que a Cruyff le fue retirada la condición de presidente de honor por una cuestión estatutaria, descalificación que contrastó con su generosidad cuando en el homenaje al Dream Team, estando el Camp Nou lleno a reventar, mandó tocar el himno en lugar de apuntar al palco presidido por el emperador Núñez.

Rosell nunca tuvo grandeza y a Bartomeu le falta alma, igual canta un réquiem que recita un villancico, sin saber nunca qué siente o qué le importa, aparentemente neutro, incoloro, inodoro e insulso como el agua, empeñado en ser buena persona. Cruyff siempre discutió con los directivos, se mostró fuerte con los poderosos y próximo con los débiles, cercano a la gente y a la calle, siempre sentado sobre una pelota cuando pensaba sobre el fútbol y contaba si todavía había más indios que jefes.

Cruyff no necesitó ningún cargo para influir en el Barça ni precisa estar vivo para expandir su legado. La sensación es que cualquier obra que se levante en su honor, por gigantesca que sea, nunca estará a la altura de su mayúsculo ideario futbolístico. Ningún titular resume mejor a Cruyff que el de L’Equipe: “Él es el fútbol”. ¿Y cómo expresarlo? No se sabe cómo se puede reflejar su mirada, su instinto, su conocimiento, su talento y su carisma ni tampoco cómo se dibuja el silbido de su balón, su buen gusto por el juego, su velocidad y altura, ni tampoco de qué manera se visualiza su rondo y el solfeo futbolístico de la Masia

El cruyffismo solo se transmite a partir de su gente, de Guardiola y de Xavi, porque es inmaterial e indestructible, y para su propagación hay que conocerlo, vivirlo y olerlo. Hoy todo el barcelonismo está impregnado de Cruyff como anunció Segurola cuando dirigía esta sección y todos le seguimos a pies juntillas con Sámano. No se sabe qué queda del Santos de Pelé. El Madrid de hoy no se parece mucho al de Di Stéfano. Maradona siempre fue personal e intransferible. Cruyff, en cambio, está en todas partes. Es un perfume embriagador que no cabe en un frasco para ser comercializado sino que solo lo sienten los que mean colonia.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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