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El Real Madrid de Cristiano sofoca a la Roma

El Madrid se impone al equipo italiano en un duelo de ida y vuelta con muchas ocasiones en ambas porterías

José Sámano
Cristiano Ronaldo bate al portero de la Roma, Szczesny, para sumar el primer gol del Real Madrid frente a la Roma
Cristiano Ronaldo bate al portero de la Roma, Szczesny, para sumar el primer gol del Real Madrid frente a la RomaLUIS SEVILLANO

Leñazo por leñazo, ganó el Madrid, de puño superior a la Roma, que llegó a Chamartín a pecho descubierto. Sin maquillaje italiano, los de Spalletti aceptaron la ruleta rusa y resistieron una hora, periodo en el que anudaron las gargantas madridistas con media docena de ocasiones, claras y clarísimas. El Madrid tampoco tiró de fogueo, ni mucho menos, siempre fue a por la eliminatoria, ni un vistazo al resultado de la ida. De imponerse la lógica, mazo a mazo, era cuestión de tiempo que el partido lo descorcharan los blancos, por mucho que planeara la sombra del Schalke el pasado curso. En esta ocasión, se impuso lo deductivo: a la Roma no le alcanzó con Salah, un galgo con tacos y mala puntería, y al Madrid le llegó con Cristiano, un optimista del gol, un devorador. Fin de la faena para este Madrid que pasa del cuarto de los ratones en la competición doméstica al sueño europeo. No es ninguna quimera, le restarían cinco partidos para Undécima y tiene memoria a la que aferrarse: sus podios de 1998, 2000 y 2002 llegaron tras un trayecto por casa deprimente. Y esta vez logró romper un embrujo, por fin ventiló a un italiano 29 años después y tras ocho cruces en bancarrota.

En Chamartín se retaron dos equipos faldicortos. El destape provocó un partido en la noria, sube y baja para unos y otros. La Roma, por mucha etiqueta italiana que le cuelgue, interpretó que debía alistar un pelotón ofensivo, aunque la manta se le quedara exigua. El Madrid, más obligado por el linaje que por la lectura del resultado de la ida, quiso ser el Madrid, liquidar la eliminatoria antes que gestionarla. Como resultado, ambos tuvieron sofocos. Los de Spalletti por su incapacidad para trenzar el juego en estático, no es un conjunto para la cháchara con la pelota, es una escuadra para volar, no para poner paréntesis al encuentro. Los de Zidane por su querencia a la tromba ofensiva sin mayor factor corrector que el de Casemiro, el alguacil de todos. En definitiva, los blancos padecieron cuando consintieron esprintar a Salah y sus liebres; los romanistas cuando no encontraron pista para despegar.

Los dos técnicos movieron ficha. Con la baja de Nainggolan, un medio tapón, Spalletti envidó con Dzeko, un ariete, una pértiga con botas, el típico delantero que juega más con la cabeza y el pecho que con los pies. Despobló el eje del campo, con solo dos volantes, Keita y Pjanic, que no son precisamente de hormigón, para potenciar el ataque. En la otra orilla, recuperados Kroos y Modric, Zidane mantuvo a Casemiro para liberar al alemán y al croata, y repescó sin fortuna a James, que hoy es cualquiera menos James, un fantasma, incluso con su gol, el segundo de la noche. Insuficiente para elevar su mala nota.

Definidas las pizarras, el duelo no tuvo gobierno, un colonizador, solo fogonazos aquí y allá. Los primeros llegaron por el costado izquierdo de la vanguardia madridista, con Marcelo y Bale como ovillo de Florenzi. Al joven capitán romano, que no es un defensa puro, en nada auxiliaba Salah. A cambio, el egipcio, un Bolt del fútbol, se convirtió en la gran amenaza para el equipo español. Un jugador de ida, pero sin vuelta. Los dos rivales tenían motivos para inquietarse, por más que el marcador de Roma fuera un gran colchón para el Madrid.

Navas acumuló 720 minutos imbatido, la segunda mejor marca del torneo tras la del alemán Lehman con el Arsenal (853)

A los madridistas les interesaba cerrar las jugadas, que los ataques concluyeran para abortar toda contra italiana. Cristiano, Modric, Bale, Marcelo, Kroos… Casi todos probaron la puntería desde lejos. Sczzesny, un portero “quebrantalenguas”, estuvo firme. En dirección contraria, Keylor también resultó capital. Eso sí, sin necesidad de tocar la bola durante casi una hora. En el primer despegue sin motor de Salah, Dzeko se plantó en las narices del costarricense, algo escorado a su derecha. El portero le selló el espacio y el bosnio estampó el balón contra el lateral de la meta. Luego, aún en el primer acto, la jugada a la inversa. Fue Salah el que se citó en situación similar con el guardameta tico, pero por su izquierda. Un calco de la acción ante Dzeko, Keylor puso la cerradura y el africano reventó el otro lateral de la portería. El Madrid necesitaba con urgencia decretar prisión para este Salah, una bala, aunque poco sutil cuando echa el freno para golear. En las mismas, también flojeó en otro duelo de “OK Corral” con Keylor, ya tras el intervalo.

Nada alteró el descanso, ambos mantuvieron sus perfiles, aunque Navas ya tuvo que mostrar las manos y a su colega polaco de la Roma se le multiplicó el tajo. El Madrid no se conformaba con ganar a los puntos, a su contrincante no le quedaba otra que disputar cada segundo como si fuera el último asalto. Salah siguió a lo suyo, de carrera en carrera, y Cristiano fortaleció su liderazgo ofensivo. En pleno pulso, Zidane retiró a Bale, todavía sin todo el depósito después de haber reaparecido como titular tras 51 partidos, y echó el lazo a Lucas, el gran agitador de las últimas jornadas. El chico repitió el papel y, a la primera, sacó la cadena a Digne y a su centro se anticipó CR a Manolas. Trece goles en ocho partidos suma el luso en esta Champions. Todo un certificado de garantía. Su tanto finiquitó la contienda. El fútbol en su integridad dejó paso a lo episódico. A detalles como que Casemiro, un titán muy necesario para este Madrid, evitara una tarjeta que le hubiera dejado sin la ida de cuartos, lo mismo que Ramos. Navas, por su parte, acumuló 720 minutos imbatido, la segunda mejor marca del torneo tras la del alemán Lehman con el Arsenal (853). Y, como brindis de cierre, el Bernabéu pudo homenajear como merece a Totti, en el que quizá fuera su último paso por la Copa de Europa. Cosas del destino, en ella debutó ante el Madrid en una fecha trágica, el 11-S de 2001. Al Madrid sí le queda carrete en su competición fetiche. Su historia le da motivos para soñar.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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