¿Y si Modric estornuda?
No hay un jugador en el fútbol español cuya incidencia en el juego de su equipo sea mayor que la del croata en el Madrid
“El primer gol es así. Recuperación de Toni y ahí”. Y ahí significa balón al hueco, a la carrera de Cristiano, que regateó a un defensa y la puso en la escuadra. El fútbol, en versión Zidane, es eso, recuperación de Toni y ahí. Ni pizarras llenas de ecuaciones ni nada por el estilo. El Madrid, con el francés en el banquillo, lleva una racha casi perfecta. Seis partidos, cinco victorias y un empate, con la friolera de 23 goles a favor, a una media de 3,8 por encuentro. Se dirá, y lo que es peor, se dice, que quiénes han sido sus rivales, que es el habitual ninguneo que utilizan los mismos que dicen que la Liga es el mejor torneo del mundo. El primero fue el Deportivo, que llegó al Bernabéu siendo quinto en la clasificación, tras sacar un brillante empate del mismísimo Camp Nou. Se llevó cinco. El último ha sido el Athletic, que llegó el sábado como sexto clasificado y en estado de gracia. Se llevó cuatro. El Madrid vive instalado en un estado de felicidad, felizidane lo llaman algunos. El público que acude a Chamartín jalea del mismo modo a los jugadores y al técnico, algo insólito. Ese mismo público que, en otro hecho sin precedentes, no disfrutó ni cuando su equipo ganó 10-2 al Rayo. Ya no hay miradas de inquina hacia el palco, donde se guarda silencio, ni de los futbolistas hacia el técnico, como ocurría hace pocas semanas cuando el puesto lo ocupaba Benítez. Es lo que tiene admirar al jefe.
Vive el Madrid agarrado a la inacabable sonrisa de un Zidane que ha convertido cada rueda de prensa en una reedición del Club de la Comedia. Y vive agarrado, en el césped, a un futbolista que ha convertido cada partido en una exhibición. Luka Modric se llama, y motivos tiene el madridismo para rezar día y noche porque a este chico no le entre un constipado. No hay un jugador en el fútbol español cuya incidencia sea mayor en el juego de su equipo. De hecho, el Madrid de Ancelotti perdió un buen puñado de sus opciones de ganar la pasada Liga cuando el croata cayó lesionado en un partido con su selección. La deriva del equipo, que alcanzó su momento más crítico en el 4-0 que recibió en el Calderón, tuvo lugar sin él en el campo. Las portadas, en el Madrid, son cosa de la BBC, pero el fútbol es cosa de Modric.
El croata se declaró en rebeldía en el Tottenham, su anterior equipo, en 2012, que es como el Madrid ha hecho algunos de sus fichajes más sonoros: a puñetazos. Aterrizó en Chamartín como un centrocampista de ataque, pero ese puesto, entonces, era propiedad de Özil. Fue Ancelotti quien se atrevió a dejarse de khediras y majaderías similares y colocar en el mando del equipo, junto a Xabi Alonso, a Modric. Su rendimiento no dejó de crecer y fue vital en la conquista de La Décima. Un año después, Toni Kroos se convirtió en su acompañante. Hace unos días, Zidane se mostró admirado del golpeo con el empeine del jugador croata. Y eso lo dijo un señor para quien el balón era una prolongación de su cuerpo. Poco después, según reveló el propio jugador, el técnico le animó a que disparara más a portería. Y eso hizo Modric en Granada, disparar para darle el triunfo a su equipo agujereando la escuadra. Modric se ha convertido en la prolongación de Zidane sobre el césped. Le falta gol, claro, pero en eso este Madrid anda sobrado. Tanto, que el peor CR que recuerdan los tiempos es el segundo máximo goleador de la Liga y el primero de la Champions. Preguntado Zidane por el estado de forma del portugués, abrió la mejor de sus sonrisas y pidió permiso para utilizar la expresión “de puta madre”. El día que le pregunten por Modric le faltará diccionario.
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